Miguel Ángel García Muñoz
No se equivoquen: La insistencia de Miguel Barbosa de construir la reconciliación en Puebla, como parte de la premisa de una nueva era de transformación para el bienestar colectivo, no tiene que ver con el solapamiento de la impunidad o el soslayo de impartir justicia que mucha falta hace.
Reconciliación es un término muy amplio que lleva implícitos diversos actos sociales y políticos complejos como es la disculpa de aquellos que han divulgado la anarquía; agredido sin límites en aras de satisfacer su ambición y la aceptación de su responsabilidad, siendo principios básicos para empezar a generar credibilidad y la disposición de restaurar el orden, diálogo y acuerdos.
Miguel ha extendido su mano y reiterado que trabajará a fondo y que está dispuesto a cumplir lo ofrecido, pero sin simulaciones.
En todo hay tiempos, límites que tienen que ver con la conciencia y los deseos de caminar por el camino correcto.
Nada es para siempre.
Acceder al ofrecimiento no significa abyección, sino colaboración en el ejercicio de un buen gobierno; como tampoco implica la farsa y la comedia pretendiendo engañar esperando el momento de enterrar el cuchillo de la traición.
Esa reconciliación de la que habla el Gobernador electo, también tiene que ver con la rendición de cuentas. No es el borrón y cuenta nueva. La historia existe y es un deber demostrar que se ha actuado con probidad en los hechos, no sólo de palabra.
La reconciliación es multifactorial que depende de distintas variables internas, externas, psicológicas, políticas, históricas, sociales, lo que hace complejo la satisfacción plena; sin embargo, es posible cuando hay voluntad y buena fe.
No hay que confundir reconciliación con perdón ni ambos términos con la ausencia de la aplicación de justicia que los poblanos reclaman.
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NO CABE DUDA que las derrotas han hecho enloquecer a Enrique Cárdenas Sánchez, el tartufo dizque independiente, dizque panista y dizque persona honorable.
Es de los que se han cogido del ofrecimiento de reconciliación para señalar que está pensando si busca la Presidencia Municipal de Puebla o un escaño en la próxima elección, bajo las siglas de MORENA.
Fue candidato de la alianza PAN-PRD-Movimiento Ciudadano, terminando por hablar mal de sus líderes y sus estructuras; dijo que quería su propio Partido “Sumamos”, pero siempre no, mejor una Asociación Civil; desprecia al sistema de Partidos al considerarlo el mal de los mexicanos, pero no puede prescindir de los mismos que satisfagan sus conveniencias.
Muchos, como el tartufo, se excedieron grotescamente en la campaña electoral con difamaciones y ofensas personales, conspirando para tirar la campaña y acabar física y mentalmente a Miguel Barbosa.
Cárdenas escuchó a sus asesores que le dijeron: “Invierte en la guerra sucia; apuesta a ganar Puebla capital y los municipios conurbados y el triunfo en las urnas es tuyo. Compra votos y conciencias; convence a un puñado de Alcaldes y legisladores locales y nacionales locuaces que inviertan y operen a tu favor.
El fracaso fue estrepitoso.
La reconciliación, además de compleja, no cabe en todos. Y no es que no lo desee Miguel Barbosa, sino porque muchos no saben lo que es ni están dispuestos a aprender.
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LA GIRA DE AGRADECIMIENTO bien pudo eludirla Miguel Barbosa, dedicándose a consolidar la transición, preparar a su equipo cercano y ordenar la ceremonia de toma de posesión.
No obstante, ahí está en plena faena.
Empeñó su palabra y está cumpliendo.
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LOS QUE HABLAN de que se respira zozobra con el nuevo gobierno, son los que estuvieron en contra de Miguel Barbosa y los que no querían la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República.
Todo cambio es complicado, más cuando la influencia y beneficios de Rafael Moreno Valle, Martha Erika Alonso y Antonio Gali Fayad, a sus protegidos, fueron de escándalo.
Si se duda de esto, todo saldrá a la luz.
Los aviesos intereses pintan un panorama poco halagüeño.
De ese tamaño eran las conveniencias.