Eugenio Yarce
Preguntas poderosas
¿Te ves en el futuro emprendiendo un negocio, abriendo una empresa? Esa suele ser la primera pregunta que planteo cuando imparto un taller o doy una plática a estudiantes. Les pido que levanten la mano los que comparten mi visión. Inmediatamente, el espacio se llena de brazos extendidos, de voluntades desplegadas.
Si les pregunto, en cambio, si se sienten con la capacidad para lograrlo, sucede el efecto contrario: apenas unos cuantos brazos y manos titubeantes recogidas, como no queriendo traicionarse a sí mismos.
Al terminar mi intervención, algunos de los estudiantes se me acercan y expresan su deseo apremiante de cambiar el mundo, de ser su propio jefe. Y, a la vez, me comparten sus inquietudes, la precariedad económica, presiones familiares para encontrar un empleo que la mayoría de las veces no les satisface. Lo tienen bien aprendido: el camino a seguir es conseguir un empleo, adquirir experiencia y, entonces, si queda tiempo y fuerzas, emprender.
Siendo las cosas así, he descubierto con el tiempo que quienes resguardan este sueño podrían, a mi juicio, dividirse en tres: quienes, teniéndolo, carecen de una idea clara, de conocimiento y de método. Otros, en cambio, tendrán todo esto, pero no tienen en sus manos ningún producto concluido que les de certeza. Otros, finalmente, ya poseen una tecnología, han descubierto la perla preciosa por la que vale la pena arriesgarlo todo, porque ven potencial en ese producto.
Por ello, al formar a futuros emprendedores les damos la siguiente clave, el resumen de todas las ideas: se trata de identificar el dolor del cliente. Claro que veo desaliento en su rostro, y acaso tiene razón quien me escucha, ya que, en apariencia -aunque solo en apariencia- esta máxima hace a un lado los valores, intereses y hasta la experiencia de la persona.
Pues bien, una vez encontrada su necesidad, el segundo paso, el que abre la posibilidad de acción es replegarnos por un segundo sobre nosotros mismos y preguntarnos: ¿Qué, de entre todo lo que existe en el mundo y conozco, sé hacer bien, qué me encanta hacer y por qué estoy dispuesto a invertir una gran parte de mi tiempo futuro, dispuesto a hacerlo durante un periodo largo sin resultarme pesado? Una vez que lo sabes, te felicito: ha comenzado en este momento preciso, hic et nunc, here and now, tu vida de emprendedor.