Leobardo Rodríguez Juárez
Un fantasma recorre América
Agradezco al gran diario El Heraldo de Puebla por la oportunidad de escribir en sus páginas. Ésta es la primera entrega de nuestra columna semanal, la he denominado: tendencia boomerang. Hay temas que las sociedades parecen dejar de lado de manera temporal para después recuperarlos y volverlos a poner en el primer orden de sus agendas, a esas les llamo “tendencias boomerang”.
América latina tiene una larga historia de gobiernos fallidos, caracterizados por discursos públicos que fomentan choques ideológicos; sucesos que por momentos parecían estar superados pero que los remolinos recientes nos recuerdan que solo se ausentan de forma temporal para después volver con más fuerza. En tiempos en los que se hablaba del vertiginoso avance democrático electoral en nuestro continente – se asume que los votos cuentan y se cuentan- el fantasma de las dictaduras militares, la imposición de gobiernos en nombre del carisma político o de Dios mismo, los derrocamientos, el fraude electoral, parecían cosas superadas.
Las crisis de los gobiernos de derecha, democráticamente electos, en Chile, Argentina y Brasil han sido empujadas por multitudinarias protestas populares ante la escases de resultados. Piñera, Bolsorano y Macri han sido confrontados por sus propios discursos de odio, el denuesto pasado a la inefectividad de lo que han denominado “populismo de izquierda”, ahora cobra las facturas por no establecer con claridad que también existen “populismos de derecha” con inefectivas políticas públicas y sociales, con rasgos autoritarios y con un tufo de secuestro institucional en sus países.
Bolivia fue, en el arranque del siglo XXI, un gobierno emblemático para la izquierda americana, es un caso que tendrá que analizarse de manera particular. El juicio de la historia seguramente será distinto al que hoy se observa ante la bruma de la inmediatez; en Bolivia todos los actores involucrados parecen haber cometido errores, políticos y éticos.
Evo Morales, fue un presidente exitoso, el primer mandatario indígena logró que el PIB de Bolivia pasara de 9 mil millones de dólares a 40 mil millones, mientras que la pobreza extrema se redujo de 38% a 15%; las tasas de desempleo pasaron de 8.1% a 4.2% después de 14 años de gobierno, su reto estaba centrado en la industrialización, se creó una clase media sólida, Bolivia adquirió un rol protagónico en el continente, no bastó para validar excesos de orden legal.
Todo indica que el votante latinoamericano no está conforme con gobiernos de largo aliento, las sociedades están hartas de la corrupción y la tergiversación de la ley. El votante latinoamericano es más exigente ante los resultados e intolerante a los argumentos de la perpetuidad, sobre todo cuando se pretende superar la década en el poder, doblando el orden institucional bajo el cual fueron electos.
Los errores de Evo Morales fueron políticos, no supo leer con claridad el cambio de contexto. El primero fue el no respeto al resultado del referéndum de 2016 que indicaba una mayoría en contra de tercera reelección, sumado a las protestas de un escandaloso fraude electoral en este mismo año, resultó ser el caldo de cultivo que impulsó protestas de cientos de miles. Las masas se aglutinaron en las calles y con el movimiento fuera de control se sumaron las traiciones y abandono de las fuerzas policiales y militares; el desenlace es ya conocido en la historia de América, ante la consumación del golpe militar, su renuncia y posterior exilio en México.
La autoproclamada presidenta interina Jeanine Áñez, empieza con un pésimo mensaje, borra con un discurso la dignificación de los pueblos indígenas en Bolivia para decir “La biblia vuelve a palacio”, una gota más al mar de polarización. La guerra por el gas y la intromisión de las fuerzas armadas en las decisiones ejecutivas nos señala que el futuro próximo parece estar nublado para nuestros hermanos bolivianos, desde aquí, nuestra solidaridad.
¡Un fantasma recorre América!