Leobardo Rodríguez
El salario mínimo y sus malquerientes
La Organización Internacional del Trabajo define al salario mínimo como la cuantía mínima de remuneración que un empleador está obligado a pagar a sus asalariados por el trabajo que estos hayan efectuado durante un período determinado. La Ley Federal Trabajo en su artículo 90, lo define como la cantidad menor que debe recibir en efectivo el trabajador por los servicios prestados en una jornada de trabajo.
Nueva Zelanda fue el primer país en instaurar un salario mínimo en 1894, posteriormente el estado australiano de Victoria en 1896, y el Reino Unido en 1909. En sus primeras formas, esta medida de homologación salarial se visualizaba con carácter temporal en tanto los actores involucrados en las revisiones contractuales llegaban a los correspondientes acuerdos. Fue después de la segunda guerra mundial que se incrementó el número de países que adoptaron sistemas de salario mínimo, tal fue el caso de la India en 1948 y Pakistán en 1961.
En 1914 Henry Ford decidió mejorar el salario mínimo de los trabajadores de sus plantas automotrices, el incremento fue del 100 por ciento, llegó a 5 dólares por día. El resultado fue abrumadoramente bueno, se observó un incremento del esfuerzo y la productividad laboral, esta medida fue modelizada por Joseph Stiglitz, premio nobel de economía, el llamado modelo de salarios de eficiencia que indica que hay una relación directa entre la productividad de las empresas y el nivel salarial de los trabajadores.
En un trabajo previo, Richard Dickens observó que ante la imposición de un modelo de salarios mínimos, las empresas pueden ubicarse en tres escenarios. El primero es aquel en el que la empresa pague salarios por encima del mínimo establecido y en consecuencia no experimente ningún choque de productividad o de oferta, es decir que no haya modificación alguna en el nivel de empleo. Pero hay otras empresas que no se encuentran en los niveles óptimos de productividad que podrían ver afectado el nivel de empleo ante una política de salarios mínimos. Mientras más eficientes y productivas sean las empresas, menor será el costo que asuman ante la nivelación de los salarios bajos.
Un tercer elemento que se analiza en estos contextos económicos es el que se refiere a la relación que existe entre el incremento del salario mínimo y la inflación, lo cierto es que aunque en nuestro país han coincidido los años de incremento al salario minino con altas tasas de inflación como en 1982, también es cierto que en 2019 hubo un incremento del 16 por ciento en el salario mínimo y se prevé que la inflación no supere el 3 por ciento. Otro de los argumentos que se utiliza para sembrar el pánico inflacionario tiene que ver con un ejercicio de adivinación que advierte la presencia del llamado “efecto faro” en las negociaciones contractuales del próximo año, en otras palabras, que las negociaciones se verán “alumbradas” o influidas por el incremento del 20 por ciento anunciado por el presidente López Obrador. La realidad es que no existe evidencia empírica contundente, ni en México, ni en el mundo, que muestren que la inflación y el salario mínimo tienen una relación directa y causal. Aún hay muchos economistas neoliberales que basan sus análisis en modelos de competencia perfecta clásica, en el que el trabajador es homogéneo, idéntico y con el mismo nivel de especialización, y consideran que el salario como precio del trabajo, ajusta el mercado laboral igual como se ajusta el de otros bienes, siguen estando tan equivocados.
Pero hay cosas que los malquerientes del incremento al salario mínimo no dicen, se guardan para su reflexión interna que México es de los países que pertenecen a la OCDE con peor desempeño salarial; que en 17 años (antes de 2019), su crecimiento fue sólo de 10.8 por ciento, lo que ha generado precarización laboral. Para compararnos con economías latinoamericanas, Chile creció 65.2 por ciento entre el 2001 y 2018, cinco veces más que nuestro país.
México tiene la urgencia de dignificar a su fuerza laboral, y debe iniciar por la base de la pirámide, los que menos ganas, los que no tienen privilegios, los que no tienen la capacidad monetaria para comprar la paupérrima canasta mínima que el COVENAL considera es lo menos que requiere una persona para vivir.
El incremento del 20 porciento al salario mínimo es una buena noticia para México, ahora se ubicará en 123.22 pesos en la mayor parte del país, salvo la zona fronteriza, donde el aumento será del 5 por ciento, para llegar al 185.56. Los malquerientes de esta medida se encuentran atrapados en sus argumentos políticos, forzando argumentos de teoría económica caduca, esa misma teoría que ha generado tanta desigualdad y que ha criminalizado la pobreza. Es de reconocer la iniciativa “ítem” que presentó el Consejo Coordinador Empresarial, que consiste ajustar a la alza el sueldo de sus trabajadores, para que todos ganen al menos 6 mil 500 pesos al mes, ya son 100 compañías las que se han adherido.
Tiempos complejos ha vivido la patria en los últimos años, el resurgimiento de México solo puede transitar por la dignificación de los de abajo, de los que menos tienen, para quien no vea que por el bien de todos, primeros los pobres, seguirá durmiendo en el lado incorrecto de la historia.