La convivencia en el hogar por tiempos prolongados puede complicarse debido a la tensión generalizada. Por ello, es prudente establecer reglas de cohabitación y mantener una comunicación clara sobre cómo nos sentimos.
Una de las mejores estrategias para mitigar el impacto psicológico de la cuarentena recae en el establecimiento de rutinas, pues, en la medida en que uno se aleja de las costumbres del diario vivir, todo se desajusta y se complica la adaptación. Así lo reflexiona el Mtro. José Leopoldo Castro Fernández de Lara, coordinador de la Licenciatura en Psicología de la IBERO Puebla.
Multitud en casa
Dentro del escenario familiar, es recomendable normalizar la contingencia a través de la aceptación: recordar que el encierro no está en nuestro control y que debemos acatarlo. Al situar nuestro propio contexto en la realidad, podemos evitar hacer asunciones demasiado idealistas.
Las familias suelen convivir por periodos breves diariamente. En el confinamiento, esta convivencia se vuelve permanente, lo cual genera tensiones naturales e inevitables. ‘Tener un pensamiento positivo poco realista puede ser perjudicial, pues las personas terminan descubriendo que la convivencia en familia no es tan buena como se pensaba’.
Para ello, indica Leopoldo Castro, se recomienda proponer horarios de convivencia conjunta y espacios individuales (como el tiempo para educación a distancia o teletrabajo). De igual manera, la implementación de nuevas dinámicas ha de darse de forma natural, sin forzar el llamado ‘tiempo de calidad’.
Como parte del proceso de adaptación a este estilo de vida extraordinario también es importante normalizar las emociones a través de pláticas con personas de confianza. De ser necesario, es viable buscar ayuda profesional, pues muchos psicólogos están ofreciendo servicios voluntarios a distancia para contribuir a salvaguardar la salud mental de la sociedad.