Miguel Campos Ramos
“No es que no querramos volver”, exclamó micrófono en mano un dirigente de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), durante un mitin en alusión al regreso presencial de los alumnos y maestros a las aulas escolares. Independientemente del respeto o el repudio que se le pueda tener a esta fuerza disidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), es reprobable que un líder de docentes se exprese de esa manera. A primera vista (u oída) pareciera “peccata minuta”, es decir, algo sin importancia. Pero no es así. Y no se trata de defender el idioma a costa de lo que sea. Se trata simplemente de respetar las reglas gramaticales para que así se les enseñen a los estudiantes y haya un mejor entendimiento merced a una comunicación eficaz. Y es que el verbo “querer”, en esta flexión correspondiente a la primer persona plural del presente del modo subjuntivo, es decir, el modo de la suposición, se dice y se escribe “queramos”. La conjugación completa es: “Yo quiera, Tú quieras, Él quiera, Nosotros queramos, Ustedes o Ellos quieran.” El mal uso de “querramos” tiene su origen en el parecido que tal flexión tiene con la forma “querremos”, perteneciente a la primera persona plural del futuro de indicativo, cuya conjugación completa es: “Yo querré, Tú querrás, Él querrá, Nosotros querremos, Ustedes o Ellos querrán.” El idioma es difícil, pero es la mejor herramienta de comunicación que poseemos los humanos. Y siendo los docentes quienes lo enseñan en las escuelas, su deber es utilizarlo bien, sean de la CNTE o del SNTE… Por cierto, líneas atrás escribí “aulas escolares” porque hay varios tipos de aulas: de deportes, magnas en las universidades, de retiro en los conventos, etc. Un “aula” es simplemente un “espacio techado”. Lo aclaro antes de que me reclamen por el aparente pleonasmo.
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Hay una película excelente titulada “El código del miedo” (“Safe”, en inglés), con Jason Statham y Catherine Chan, ésta en el papel de una niña china superdotada para los números y que por eso es objeto de la discordia de grupos de mafiosos que la quieren utilizar para que memorice códigos de cajas fuertes o de discos compactos con datos, a fin de que dichos códigos no sean rastreados. En varias escenas ella exclama “mal negocio” o “buen negocio”, dependiendo de si los personajes están actuando con previsión o con descuido. Buen negocio, se gana. Mal negocio, se pierde. Tal frase debieran de valorarla muchos políticos de medio pelo que de repente llegan a tener un cargo público y, como si dicho cargo fuera para siempre, se olvidan de sus amigos, ya no les contestan las llamadas, cambian sus números telefónicos a fin de que no los molesten, o en sus oficinas ponen intermediarios para que ya no se les busque de modo directo. Pero muchos de ellos hacen “mal negocio” porque no prevén lo que representan o pueden llegar a representar en adelante quienes los buscan. Es decir, puesto que todo cambia, en otro momento a éstos puede irles bien y entonces viene el desquite. Por tanto, mal negocio. En cambio, quienes usan la política para conservar amigos o cultivar nuevos, hacen buen negocio. Lamentablemente esta regla de oro de la política no la entienden muchos que tuvieron la buena suerte de llegar a un cargo y se han mareado. Mal negocio.
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Lic. en Letras españolas, escritor, ha publicado 37 libros y dictado alrededor de 600 conferencias; además, ha sido catedrático de las universidades Autónoma de Puebla, Pedagógica Nacional, y Realística de México, y fue Director de Cultura del Ayuntamiento de Puebla, así como Subsecretario de Cultura del Gobierno del Estado de Puebla.