Por Marco Alejandro Ramírez
Sus dos grandes amores fueron la danza y la escritura. Y no le importaba que a pocos kilómetros de su casa se escucharan los cañonazos de los federales contra los villistas. El fuerte olor a pólvora saturaba el aire, pero eso no impedía que Francisca, una niña de diez años, bailara sonriente. A pesar del estremecimiento que le producían las lejanas explosiones, la niña se concentraba en imaginarse ataviada con un vestido color rosa mexicano, su color favorito. Francisca descolgaba el fusil 30-30 de su abuelo. Se acomodaba los cabellos lacios que le caían sobre la frente y con el fusil bien sujeto de manera vertical, comenzaba a bailar girando por su habitación e imaginando que el fusil era un alto y apuesto cadete, mientras todos a su alrededor le aplaudían y le hacían reverencias. Incluso, imaginaba que el presidente de la República, la condecoraba por su elegante forma de bailar…
La pequeña estaba orgullosa de su nombre “Francisca”, porque era semejante al de su más admirado héroe, “Francisco” Villa.
Nacida en el año 1900, su nombre completo era Francisca Ernestina Moya Luna y recordemos que amaba bailar tanto como escribir. Por eso, a veces interrumpía sus danzas imaginarias, para asomarse por la ventana y contemplar el horror cotidiano. Frente a su casa, en Villa de Ocampo, podía distinguir a muchas mujeres con rebozo que lloraban a sus hombres que habían sido acribillados en las revueltas, y que yacían envueltos en petates, como tacos. Ahí mismo, se paseaban las mentadas “soldaderas” que se echaban al hombro los fusiles de los hombres caídos, sin ningún remordimiento. Todas estas imágenes, fueron la inspiración para que Francisca, escribiera sus increíbles historias que la convertirían en la única mujer novelista que narraría los episodios de la Revolución Mexicana.
Su primer libro fue de Poesía se titulaba “Yo” Versos por Francisca donde se muestra como una mujer madura y férrea. Francisca decidió cambiar su nombre por el de Nellie Campobello. Valiente y extrovertida, empieza a ser admirada por su firme actitud, que bien se describe en el siguiente fragmento de uno de sus poemas más memorables: “Dicen que soy brusca, que no sé lo que digo porque vine de allá. Ellos dicen que de la montaña oscura. Yo sé que vine de una claridad. Brusca, porque vine de frente, Brusca, porque soy fuerte. Porque soy montaraz, ¡Cuántas cosas dicen porque vine de allá! Más yo sé, que vine de una claridad”.
Aprovechando que tenía facilidad para la escritura, decidió retomar su antiguo sueño dorado: la Danza. Y realizó la primera investigación formal sobre las danzas indígenas de México. A través de la teoría se apasiona nuevamente por la danza ¡Pero la danza se tiene que bailar y no escribir! Así que inicia su carrera como bailarina, junto con su hermana Gloria. Las dos hermanas participan en el debut del Ballet Carroll Classique y lo hacen tan bien, con tanta pasión, que son invitadas a presentarse como bailarinas y coreógrafas en la Habana, Cuba.
Casi nadie lo sabe, pero Nellie Campobello conoció en La Habana al magnífico y divertido poeta Federico García Lorca y ambos realizan estudios de música afrocubana… Con la pluma del poeta andaluz, quien escribe una reseña elogiando su trabajo sobre “danza mexicana”, Nellie Campobello inicia una carrera meteórica. A su regreso a México, Nellie se encuentra con uno de los desafíos más grandes de su carrera, el presidente Lázaro Cárdenas, que ha visto su trabajo, le comisiona la presentación de una coreografía que conmemore la Revolución Mexicana. Por supuesto, ella envalentonada, acepta. Y pone en marcha toda su creatividad para crear su famoso Ballet 30-30.
Es noviembre de 1931. La presentación no sería en un teatro, como Nellie suponía. En realidad, sería un evento masivo que se llevaría a cabo nada más y nada menos que, en el Estadio Nacional de México, con una capacidad de albergar hasta 60, 000 espectadores. No sabemos si fue un lleno total, pero supongamos que asistió la mitad de esa cifra. Sigue siendo escalofriante, para una presentación que debía ser teatral, ¿no? Los intelectuales más renombrados del país se encontraban ahí, José Vasconcelos, Diego Rivera, el presidente Lázaro Cárdenas y su comitiva, entre otros miles de espectadores. Todos se encontraban listos para ver el espectáculo más importante de los últimos años. Nelli sudaba frío, porque sabía que su danza contenía una fuerte crítica a la revolución; había en su danza alegorías y simbolismos socialistas que podían lastimar a las altas esferas sociales y políticas de la época, pero no había marcha atrás, la multitud aplaudía y gritaba animada esperando ver un espectáculo sin igual.
El Ballet 30-30 aludía al rifle tan empleado durante la Revolución. Como el rifle con el que solía bailar de niña, cuando imaginaba que era un guapo y alto cadete. El ballet fue pensado para representar el triunfo de la Revolución en tres tiempos: Revolución- Siembra- Liberación. Nellie salió tras bambalinas, vestida de virgen descalza, su atuendo era completamente rojo y de manera incendiaria invitaba al pueblo a levantarse en armas; en el segundo acto, los campesinos cosechaban la tierra liberada; y en el tercero, la virgen y los campesinos formaban una hoz y un martillo. La gente quedó boquiabierta. El cuerpo de baile incluía 400 mujeres vestidas de rojo; 200 sembradoras; 200 campesinos y 200 obreros. La música estuvo a cargo de Francisco Domínguez y la dirección artística fue de Carlos González. El resultado fue impactante, novedoso y atrevido. La obra era excesiva y con un despliegue humano descomunal. Ante este hecho, el público que no sabía cómo reaccionar, enloqueció y los diarios del día siguiente ovacionaron el evento. Naturalmente, esa noche hubo una fiesta en su honor, bailaba con un enorme vestido rosa y fue condecorada por el presidente de la República. A lo lejos un guapo cadete se acercaba para invitarla a bailar. Su sueño de niña, se había hecho realidad.
En ese mismo año, aparece su libro “Cartucho” un libro autobiográfico que contiene descripciones valiosísimas sobre sus recuerdos infantiles que a la postre fueron vistos como crónicas y episodios de la Revolución, como en el que narra la muerte del general Jesús M. Sorbazo, comandante del 21 Batallón de Sonora, a manos de su admirado Pancho Villa. En esta obra, Nellie vuelve a ser la pequeña niña imaginativa que les ofrecía sus muñecas a los soldados heridos. Y que, al lado de su madre, caminara siendo testigo involuntario de las crueldades de la Revolución. Entre los momentos clave de la obra encontramos las últimas palabras del General Felipe Ángeles a manos de los carrancistas, que ella misma presenció y que literalmente Nellie recuperó de la siguiente manera: “Sé que quieren matarme, sin un Consejo de Guerra, no por mi culpa van a morir, -dijo señalando a los otros acusados-, este chiquillo que su único delito es que me iba a ver para que le curara una pierna, y este otro muchacho; ellos no tienen más culpa que haber estado conmigo en el momento que me aprehendieron…”
El valor histórico es impresionante, sin embargo, “Cartucho” fue más apreciada en el extranjero que en México. Un país de hombres que no toleraban ni toleran el éxito de las mujeres. Triste por el resultado de sus obras literarias que son eclipsadas por los hombres, tiene que lidiar con el peso de ser mujer en un país de machos. Sin embargo, hay un arte en México que los hombres de esa época no son capaces de dominar: la danza. Campobello comienza a enseñar danza mexicana en la Escuela de Verano de la UNAM. Aunque nunca dejó de escribir del todo. Su admiración por Pancho Villa la llevó a escribir “Apuntes sobre la vida de Villa”, con documentos que la propia esposa del Centauro del Norte, le obsequió a Campobello. También escribió Las manos de mamá, obra llena de ternura, naturalmente, dedicada a su madre.
En 1943 logró fundar el primer Ballet de la Ciudad de México con la colaboración de su hermana, de Martín Luis Guzmán y de José Clemente Orozco y logró convertirse en la directora de la Escuela Nacional de Danza mientras escribía para el periódico “Últimas noticias” y “El Universal Gráfico”.
Nellie nunca se casó, aunque tuvo muchos amores, entre los cuales estuvo el citado escritor Martín Luis Guzmán, el autor de las novelas “La sombra del caudillo” y “El águila y la serpiente”. Fue reconocida como una de las pocas mujeres mexicanas que venció al machismo con su revolucionaria manera de pensar y se convirtió en un verdadero ícono de la mujer rebelde. Pionera en la danza y la literatura que luchó contra todo lo establecido hasta que logró cumplir sus sueños. La historia cultural de México no sería la misma sin su excepcional aportación artística y aunque la historia no le dio el reconocimiento que merecía, -pues murió sola y abandonada en la miseria-, su amor por la danza y la literatura quedará plasmado al fusionar a sus dos grandes amores en los siguientes versos:
“Sigue el ritmo, majestuoso de los valses mexicanos.
Antorchas y banderas, arcos del triunfo.
Ha llevado mi danza en su ruta y su forma.
Por mi alma y en el alma de mi raza.
Mexicana es mi danza, sola es mi danza.
Sola como el viento sobre el mar” …