IDIOMA… Funcionarios que hablan mal y escriben peor… Se podría elaborar una lista larguísima con sus nombres y sus dichos. Alguna vez me propuse hacer una recopilación para armar un libro. Desistí porque iban a salir muchos tomos. Pero es lamentable que al idioma, al cual se le da tanta importancia cuando se toma como pretexto para tratar temas de inclusión o de discriminación, no se le dé la importancia que merece en un tema que es básico: la comunicación, cuyo fin es simple: entendernos mejor, no confundirnos más. Se le cambió, por ejemplo, el nombre a un pastelito porque se llamaba “negrito” y eso se consideró discriminatorio, pero en cambio no se toman medidas contra políticos que dicen “ler” (Aurelio Nuño, exsecretario de educación federal), “nadien” (Delfina Gómez, actual secretaria de educación federal), “querramos” en vez de “queramos” (actual senador Ricardo Monreal, cuando era gobernador de Zacatecas), o “pululé” -ni que hubiera sido mosca- en lugar de “deambulé” (excandidato poblano en campaña por una diputación federal y cuyo nombre omito por respeto pues ya es fallecido)… En fin, el idioma sí es un instrumento de poder y sin embargo se le desdeña entre políticos y autoridades de los distintos niveles de gobierno. Ojalá que se valore más. Ayudaría a concretar una mejor comunicación entre los mexicanos, e incluso a fortalecer los valores y el respeto, pues a falta de vocabulario solemos soltar cualquier palabreja ofensiva, despectiva o malsonante, y esto degenera en conflictos y en violencia. Tarea pendiente, como ya escribí en otra entrega, fundamentalmente de los partidos políticos, que fungen, aunque lo nieguen, como oficinas de colocación.
PODER… Hablando de partidos políticos, es obligado hacer una reflexión en torno al tema en boga: “la revocación de mandato al Presidente”, que no es precisamente una revocación, pues ésta tendría que ser promovida por sus oponentes, y da la casualidad de que ellos no quieren impulsarla; quienes se empeñan en ella son los partidos aliados del primer mandatario, por lo cual se ha manejado que en realidad es una sutil y tramposa forma de propiciar una “ratificación del mandatario” y en consecuencia su fortalecimiento al frente del poder ejecutivo. Pero más allá de una u otra forma, algo queda claro: para que tenga credibilidad es clave que sea el Instituto Nacional Electoral el organismo que se encargue de procesarla. El problema es que al INE lo están vapuleando desde muchos frentes, pero sobre todo desde los partidos en el poder. Cuidado, porque al estar socavando su credibilidad (que por hoy sigue siendo muy alta) se está poniendo en riesgo la propia credibilidad en los mecanismos de la susodicha “revocación” que no es “revocación”, y en sus resultados, y esto sería desastroso para el futuro de los procesos electorales. Un proceso electoral de calidad requiere personal e instrumentos de calidad, y esto cuesta; un proceso electoral “patito” lo puede hacer cualquier encuestadora “patito”, y esto no costaría mucho, pero carecería de objetividad. Por eso es tan delicada la terquedad de querer menoscabar los cimientos financieros del INE… Gracias.
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Lic. en Letras españolas, escritor, ha publicado 37 libros y dictado alrededor de 600 conferencias; además, ha sido catedrático de las universidades Autónoma de Puebla, Pedagógica Nacional, y Realística de México, y fue Director de Cultura del Ayuntamiento de Puebla, así como Subsecretario de Cultura del Gobierno del Estado de Puebla.