A fin de ponderar el poder de la palabra, tengo muy presente una entrevista que en torno a la guerra de Estados Unidos contra Irak, hace ya casi dos décadas, le realizaron a Rizard Kapuscinsky, reconocido escritor y periodista polaco.
Le preguntaron si habría guerra, o si ésta ya había empezado. Y él contestó que la guerra no empieza cuando empiezan los bombardeos o los disparos, sino cuando los medios de comunicación inician el empleo de palabras alusivas como “enemigo”, “guerra”, “fronteras”, “invasión”, etcétera.
Agregó Rizard Kapuscinsky que en gran medida los medios de comunicación, vía la palabra, crean las condiciones necesarias que propician acciones o escenarios que de otro modo no se generarían.
Cuánta razón tuvo el periodista polaco.
Y es que la palabra es tan poderosa, que nada existe sin ella. Todo “es” y “existe”por poseer un nombre, un nombre dado por la palabra. El significado y el significante juntos; la idea y el nombre unidos.
Se dice que las acciones comienzan con una idea (o con un sueño, se dice también). Luego esa idea o ese sueño toman forma merced a la palabra. En seguida la palabra conduce a la acción. Así se logran las grandes empresas. Pero también los grandes conflictos.
Cuántas veces, por descuido o ignorancia al hablar o escribir, incurrimos en problemas de entendimiento. Y cuántas otras, por inocencia o inconsciencia, decimos o escribimos cosas que dañan o causan problemas.
En descargo de los medios de comunicación, en gran medida no hacen sino reproducir las palabras que irresponsable o inconscientemente profieren los políticos involucrados en esas grandes empresas o en esos grandes conflictos.
Por eso es fundamental emplear con cuidado la palabra. Hay que pensar bien antes de hablar, o de escribir, como recomienda el viejo adagio.
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Lic. en Letras españolas egresado de la BUAP, escritor, autor de cerca de 40 libros.