Ricardo F. Macip | A contramano
Independientemente de los abusos de la psicología pop al llevar a la cultura de masas lo que son términos y categorías de diagnóstico clínico, el término bipolar tiene su origen en el electromagnetismo. Una de las primeras lecciones en cualquier taller de electrónica de secundaria técnica, es la simple enumeración y entendimiento de relaciones entre polos negativo y positivo, el reaccionar de electrones y neutrones, así como el “campo” de fuerza magnética. Por su simpleza y facilidad de enseñanza es que transitó a las ciencias sociales y políticas, así como a la historia para posteriormente vulgarizarse en una y mil acusaciones de polarización. Reiterado hasta la náusea como lugar común se dice que tal o cual político “polariza” dividiéndose entre aquellos que lo condenen como deplorable degradación del “populismo” y quiénes lo vean como la necesaria revitalización de masas y bases contra los lacerantes agravios del elitismo cosmopolita y neoliberal. No hay en ello nada que añadir sino en su caso disfrutar si logran montar entretenidas parodias o pitorrearse de lo burdo de las mismas.
Nada es tampoco privativo de una formación política y sería muy complicado encontrar el origen y patente antes que el reiterado uso de la fórmula. Sin embargo, el principal problema es que ninguna sociedad conocida se ha rendido al espectáculo de la política así acotada, como que tampoco es una forma productiva de analizarlo. Y no lo es porque llanamente no es posible que ningún campo de fuerza política oponga a la sociedad en dos polos. Habrá sí una fuerza hacia alguna propuesta, persona o alianza con su respectiva némesis, pero rara vez podrán hablar por toda la formación social. Entre las personas desinteresadas y a las que no les produzca reacción alguna lo que se ofrecen como definiciones, además de los que siendo interpelados no puedan, quieran o estén en condiciones de seguir los despropósitos del espectáculo político, se dará necesariamente una mayoría que no se mueve de un amplio espectro apelotonado al centro. En ese sentido, siempre que se esté hablando de polarización debemos tener claro, lo estamos haciendo frente al montaje de algún espectáculo específico y como tal se debe apreciar.
Así, puede decirse que los altos niveles de audiencia en la transmisión televisiva como el consumo de las notas que siguieron a la votación de la Reforma Eléctrico-Energética son la excepción antes que la norma. Todo ello porque al a haberse agotado la atención se quiere darle continuidad en otra reforma constitucional destinada al fracaso. Esta es la reforma que persigue lisiar al órgano electoral y reducir el tamaño del congreso. Si bien expertos en materia electoral y sistema político mexicano debatirán porque es peligrosa, mañosa e improcedente ante quienes hagan eco del despropósito, debe destacarse el intento de atraer atención antes que lograrlo. Si es relevante lo es porque evidencia el reconocimiento de parte de la alianza gobernante y en el poder que este sexenio ha agotado su capacidad de maniobra. Queda tratar de presentar como logros todas las inauguraciones y eventos del ejecutivo sí como el cultivo de su imagen, así como el intento por ungir a quién le sucederá en la postulación de su alianza de partidos. Queda también el tratar de exhibir a los opositores invitándoles a jugar en los términos hasta ahora imperantes. Queda finalmente el aceptar lo efímero del poder personalizado y la imposibilidad de transmitirlo como se hace con una propiedad en herencia o deudas. Es demasiado pronto para saber aún si la historieta bipolar ha dejado de ser atractiva, pero ciertamente logró entretener por un tiempo corto. Nuevos sistemas de partidos, personajes e intentos de reducir todo a un terminajo vendrán. Nadie está curado de espanto, pero esperemos se esfuercen más en su producción.
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