En el transcurso de la vida se aprende que todas las acciones y omisiones generan un resultado, a toda acción siempre hay una reacción, hay resultados positivos a los que se les puede considerar aciertos, pero también hay otros que no generan lo pretendido, pero generan una experiencia, por ello, jamás debes considerar que una experiencia sea un fracaso.
Lo importante y trascendente es evitar, en la medida de lo posible, afectar a otras personas, pues nuestra voluntad siempre tiene un efecto que se propaga con quienes convivimos o nos relacionamos. En ese sentido, lo esencial de regir la actividad humana por la ética y la moral, tener una actitud responsable para con los demás, hacerle frente, pedir disculpas cuando se hace daño y repararlo, hasta lo posible.
Los más sabios de nuestra sociedad, recomiendan reír antes que llorar, pensar positivamente y de manera propositiva, proactiva, antes que quejarnos con lamentos de lo que no tenemos o no podemos lograr. Existe un sinfín de frases que alientan a seguir adelante, sobre todo, en los momentos negativos, debemos procurar confiar en personas para comunicar las emociones, los miedos, las inseguridades, para que nos aporten otra visión de la problemática a resolver, de ahí lo importante de la familia, la pareja, los amigos.
Antes de actuar de manera temeraria o desdeñando a los demás, ser un poco más empáticos, considerar que cada cabeza es un mundo, con sus propios miedos, debilidades y fortalezas. No asumir ni dar nada por sentado, la presunción sólo genera angustia, para ello hay que comunicar y esta actividad resulta para todos muy difícil, porque nos vuelve frágiles, transparentes, y los humanos tenemos una alerta para desconfiar de los demás, porque seguramente nos van a hacer daño.
Esta breve reflexión se genera porque las personas al convivir en la colectividad, frente a las tecnologías, lejos de acercarnos nos está distanciando, la familia ha disminuido su fortaleza como núcleo social esencial, a pesar de que era un elemento idóneo para contener los ímpetus violentos del género humano, probablemente surja alguna otra, pero en lo que existe, la violencia se está apoderando en todos los ámbitos de la vida, sin que nos de tiempo de reflexionar sobre el daño que se le está causando a la especie humana, a nosotros mismos.
Las noticias sobre lesiones, homicidios, comisión de delitos, enfermedades, cada vez son más frecuentes en las pláticas cotidianas, casi todo tiene un contenido de violencia, de destrucción a lo que nos rodea, a los nuestros. Ciertamente, es urgente hacer algo para detener lo que acontece. Escuchar al prójimo, analizar sus problemáticas, ayudarnos mutuamente, comunicar las necesidades, enseñar valores o ética, respetar a los demás, determinar un programa de acción para planear lo que se quiere a corto, mediano y largo plazo.
La vida es muy corta, un lapso apenas perceptible en el “tiempo” del universo, vivamos felices y actuemos con razón y mesura, sin afectar a los demás, generar el anhelo de vivir apoyando a los demás, ahí está el sentido e importancia del ser.
Hay mucho por hacer, debemos comenzar por nuestro entorno más íntimo, fortalecer los lazos familiares, comunicarnos sin agredir ni violentar, respetar, inculcar los tan trillados principios y valores, reflexionar sobre lo que queremos y si eso realmente tiene un efecto positivo, confiar y amar, planificar un futuro, enseñar con el ejemplo, pero, sobre todo, alejarnos de la violencia y del descontrol de esas emociones negativas que sólo destruyen.
Los rostros de muchos de nosotros reflejan angustia y producen lágrimas de impotencia, la preocupación es mayúscula, todos debemos actuar para solucionar y corregir el rumbo que ha tomado la humanidad. Apoyarnos entre nosotros para salir adelante. La historia se repite porque no hemos aprendido ni a enseñar lo bueno de los aciertos ni las experiencias.