El presidente López Obrador es, dicho eufemísticamente, firme, tenaz y persistente en la defensa de sus ideas y criterios.
Y está muy bien. Si se tiene una convicción, hay que sostenerla.
El problema es que algunos de sus criterios e ideas, una vez expresados, han tenido para él el efecto de un búmerang, y sin duda le han causado un deterioro a su imagen y credibilidad.
Y lo hacen ver como incongruente.
El caso más reciente es el de pedir que en la Cumbre de las Américas, la ciudad de Los Ángeles, que será sede de la misma, se convierta en la capital mundial de la fraternidad.
Nada más deseable e ideal. Y humano.
El problema es que mientras el mandatario mexicano pregona hacia el exterior estos buenos deseos de fraternidad, aquí en México se empeña en propiciar lo opuesto, mediante constantes descalificaciones a sus opositores, como si ellos no fueran “hermanos” ni mexicanos. Así de simple.
Qué falta le hace al titular del ejecutivo ser más reflexivo en sus dichos, pues no se da cuenta de que lo afectan cuando tienen visos de incongruencia.
Ser menos tenaz en sus convicciones y más receptivo a las opiniones de quienes tienen el privilegio de hacerle observaciones, le haría bien.
Twitter: @miguelcamposr15
e-mail: [email protected]
Lic. en Letras españolas egresado de la BUAP, escritor, autor de cerca de 40 libros.