Escribir sobre fútbol ha dejado de ser provincia de las páginas deportivas, como también privilegio de los merolicos incontinentes que saturan de sinsentido los programas especializados por televisión y streaming. De hecho, puede decirse que hacen tan mal su trabajo—intentando ponderar su trascendencia en la sociedad—que han “obligado” a otros profesionales a intervenir. Así en el espectro político-económico sobre cómo ejercer el presupuesto (estatista o empresaurialmente), que se define en México por los periódicos LA JORNADA y REFORMA, encontraremos sendas notas y columnas regularmente. Ambos coinciden que el fútbol es demasiado serio como para no pretender dominar lo que se publica sobre él con autoridad (marcando tendencia para el resto de los diarios). Así mientras la semana pasada (viernes 17 de junio) en LA JORNADA aparecía una nota promoviendo el libro FÚTBOL Y POLÍTICA: CONVERSACIONES DESDE LA IZQUIERDA (Editorial Foca, Madrid) de Ángel Cappa y Marcos Roitman, en el REFORMA Juan Villoro aporrea regularmente a los lectores con alguna columna promoviendo sus libros al respecto. No siempre escribe sobre fútbol los viernes de chacota y tertulia, pero lo hace con la periodicidad suficiente para refritearse en los dos o tres temas que machaca gustoso. Cada medio cultiva así a sus lectores, vía colaboradores probados que incurren conscientemente en un perenne vicio intelectual: la “sociología espontánea”. Esto es, sustituir el trabajo propiamente disciplinario de investigación y análisis de realidades sociales cognoscibles con opiniones, perogrulladas, y chorradas que no por populares o arraigadas tienen valor alguno.
De ahí que si cualquiera de nosotros quiere saber más del fútbol sin llegar a los especializados estudios académicos, pero tampoco quedarse al nivel de charlas de café, cantina o peluquería (en extinción ante el avance de las barberías) lo tiene complicado. Aunque supongamos saber separar frijol de gorgojo, simplemente la mesa de novedades de las tiendas departamentales no trae sino lo segundo. De las librerías cada vez esperamos menos, al grado de evitar multiplicar las decepciones en cada visita, quedando a merced de los catálogos de los servicios de oferta en línea. En su aparentemente amplio catálogo, las reseñas suelen ser por encargo de las editoriales, escondiendo sin éxito la “clonación original” como oxímoron industrializado. Por ende, es de saludarse y reconocerse la toma de fierro del sociólogo poblano—camotero de La Franja—afincado en Bruselas, Luis Martínez Andrade, que lleva por título FUTBOL Y TEORÍA CRÍTICA: ILUSIONES DEL BALÓN Y DEL SUJETO ABSTRACTO en la colección textos (in)surgentes de Editorial La Vorágine (Santander), que comenzará a circular la semana entrante del otro lado del charco. El libro de Luis puede definirse por tres palabras que inician con la letra D: disfrute, debate y desborde. No es un libro didáctico, que lleve al lector de la mano por los recovecos y profundidades del “fucho”. Demanda la pasión e interés de los iniciados, como también de las ganas de aprender más de lo mucho que ignoramos por los intereses de la industria que lo ha expropiado. Los veintiocho ensayos cortos, interesantes y bien apuntalados, que siguen al prólogo e introducción, se pueden leer separadamente con gran disfrute. En conjunto empero, adquieren un peso que permite cuestionar su articulación rizomática, admitiendo se debata sobre su orden y concatenación específica, atendiendo a los debates teóricos que, sin estorbar, van sedimentando la lectura, y se proteste contra desbordes específicos. No son viñetas, tampoco son las misivas que pueden hacer suponer las dedicatorias de algunos de ellos. Son, antes bien, un cuidadosamente curado mapa de regreso a lo político por la vía de su escape. Permiten así la circunnavegación del sujeto deseante con su objeto como navío, buscando afirmarse con y contra él.
Encontraremos a personajes y eventos de sobra recurrentes para el hincha (pelotas) latinoamericano como al Pelusa Diego Armando Maradona, al Doctor Sócrates y al Mágico González, pero también aparecen otros tanto de Europa del centro y este, como de allende los confines de occidente. Además de personajes y eventos extiende un amplio y riquísimo arsenal de significados y estandartes político-culturales que nos han sido expropiados por la FIFA, federaciones nacionales, confederaciones regionales y la enajenación del consumo. Entre las muchas cavilaciones teóricas destaca el fetichismo de la mercancía panbolero. Sí, han hecho de él una cosa más en el surtido inventario con que el régimen capitalista de producción nos reduce a compradores y vendedores; precisamente por ello hemos de recuperar las relaciones entre las clases de personas que el fútbol nos recuerda somos. Quiénes tenemos la fortuna de conocer a Luis disfrutamos en este libro la impronta de su carácter: es cosmopolita, erudito, e irreverente. No sabemos aún cómo es que nos llegará a este lado de la mar océana pero con tantos poblanos, parientes y amigos, que son españoles “de acá y allá”, seguro dispondremos de ejemplares impresos. Será así más codiciado que cualquier álbum mundialista y definirá el cotilleo veraniego ante la Copa de Catar para el otoño. No es acerca ni de ganar nada en ella ni de tomar a los equipos como representativos de las federaciones nacionales, es sobre la interpelación, sujeto e ideología. Sabedores no podemos escapar de su embrujo, pues son como las gorgonas “una y la misma cosa”, al menos gocemos de su desborde debatiendo alegremente y disfrutando eso que nos une con la humanidad y que es harto.