El hombre es un ser relacional por naturaleza, imposible vivir aislado. Necesita del otro para sobrevivir, defenderse, procrear, satisfacer sus necesidades desde las más básicas hasta las trascendentales.
Y fue dotado del lenguaje, el habla, que ya incluye muchas acciones cerebrales importantes. Y con esto, la posibilidad de comunicar no solamente situaciones elementales sino también ideas, proyectos o emociones. Y lo hace de muchas maneras. De forma hablada, escrita, con gestos, señales, con movimientos, inflexiones de la voz y todo lo que ya conocemos como comunicación no verbal.
Pero entonces, ¿por qué es tan complicado hablar de ciertos temas?
Bueno, es preciso recordar que cada ser humano es diferente. Todos hemos sido educados a partir de una combinación de creencias y costumbres aprendidos en la familia, con los amigos, en la escuela, combinado con una serie de pensamientos y necesidades o deseos propios.
Y eso es lo que hace que la comunicación sea complicada. Además de tener algunos temas que son todavía más difíciles de abordar.
Resulta, que muchos elementos entran en juego cuando comunicamos algo. Unos son sencillos de manejar, cuando son situaciones cotidianas, o superfluas. Pero hay otras que dependerán de lo que se gane o se pierda al hablar del tema.
Esto es lo que llamamos asertividad, decir lo indicado a la persona adecuada, en el momento adecuado y de la manera correcta. Toda una fórmula matemática difícil de resolver, aun cuando suena tan sencillo.
Pues hay temas que nos resultan amenazantes o dolorosos, nos frustran y ponen en jaque todas aquellas creencias y expectativas que tenemos sobre el mundo y sobre todo de nosotros mismos.
Porque no es lo mismo hablar con un amigo de confianza, donde el terreno y el tema no representan ningún problema, que, con nuestros hijos, con nuestra pareja, donde es probable que estemos en peligro de perderla, de tocar el abandono o el rechazo según sea el caso.
Todo dependerá del punto a tratar, de nuestros miedos, de nuestras expectativas, del tipo de relación y si esta es buena o no, para que un tema delicado pueda abordarse con confianza.
Nada garantiza un final feliz, pero siempre es posible hacer algo para que alguna conversación que pueda ser difícil, se maneje de la mejor manera, sin que, por alguna razón, haya un resultado esperado.
En primer lugar, es preciso saber que si una conversación nos resulta difícil, es porque nos representa una amenaza: perder el empleo, perder un amigo, perder a la pareja, ser rechazado después de revelar un secreto, ser despreciado por alguien, lastimar a otros y sentirnos culpables por eso. Muchos pueden ser los motivos.
Y todo siempre relacionado a un peligro personal, porque lo único que nos duele es nuestro corazón. Entonces, una conversación es difícil porque estamos en riesgo.
Y esto es resultado de todo un mundo de creencias que nos dicen quienes somos y lo que queremos ser o no queremos ser.
Además de que no tenemos muchas veces la habilidad para comunicarnos adecuadamente. La estructura, las palabras, el orden en que debemos hablar, el momento, la manera, etc. Tampoco somos muy hábiles para hablar, para pronunciar una palabra o escribirla, o nuestro vocabulario es limitado.
Menos tomamos en cuenta la historia de la otra persona, no podemos leerla, y menos escucharla con atención, pues cada vez que habla, puede tocar deliberadamente o sin saberlo, algunas heridas que aún en nosotros no han sanado.
Y es aquí donde está el secreto, identificar lo que nos lastima, y prepararnos para ello, planificar lo que queremos decir y armar un discurso claro, con la disposición de atenta escucha y apertura para analizar lo que recibimos del otro.
Sin embargo, ante todo, tener claro que no podemos tener un asunto totalmente controlado. Miles de variables están en juego, sobre todo nuestros sentimientos. Aunque siempre podemos trabajar en ello.
Nuestros miedos, el tema por discutir, el tipo de relación, nuestras pobres habilidades conversacionales, y una limitada capacidad de escucha, pueden influir al momento de comenzar una charla complicada.
La comunicación es un elemento, en sí mismo complejo. Y tendremos interacción en el trabajo, en la escuela, en la familia, con la pareja, con los hijos, con los padres, con los amigos, y puede representar un riesgo cuando de asuntos delicados se trate. Así que, trabajar en ello siempre valdrá la pena.
Pero, sobre todo, es posible entender que la conversación más difícil será la que entablemos con nosotros mismos y la que nunca nos atrevamos a iniciar.
Así que, armémonos de valentía y aprendamos a conversar. Quien sabe, tal vez no sea tan monstruoso, y cosas buenas y divertidas resulten de eso.
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL, Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.