En mis tiempos universitarios, muy joven, gané un concurso nacional de cuento patrocinado precisamente por el diario EL NACIONAL, hoy desaparecido, pero que en su momento concitó plumas de la talla de Octavio Paz en su suplemento dominical, en el cual por cierto se publicó mi relato.
Independientemente del grato recuerdo, quiero referirme a una entrevista que me realizó el Jefe de Redacción, el periodista Rafael Velázquez, el día que fui a recoger el cheque otorgado al autor que ganaba.
La última pregunta que me hizo fue: “¿Que les recomendarías a los jóvenes?” Mi respuesta fue tajante: “Leer, leer y leer.”
En esa época acababa de concluir mis estudios de Licenciatura en Letras Españolas, pero tenía ya muy clara la importancia de la lectura.
Por eso preocupa que ni ese consejo, ni otros, ni los de mucha gente que recomienda leer, hayan evitado que en México exista un desapego hacia los libros, una especie de descuido, como si las personas no se dieran cuenta de que la clave para una buena formación como estudiantes, profesionistas y, en fin, como seres humanos de bien, radica en gran medida en leer libros.
Ya hasta da vergüenza recodar que los índices de lectura de libros en nuestro país son bajísimos. Los editores, pesimistas, opinan que no se llega ni a dos libros por persona al año; la UNAM dice que alrededor de tres; y la SEP, que unos cinco.
Cualquiera de las tres cifras es raquítica, si nos comparamos con países nórdicos u orientales. Ni siquiera representa el 20 por ciento de la recomendada por la UNESCO: 25 libros por persona al año.
Todos los últimos viernes de cada mes la SEP ha establecido que en las escuelas se realicen Consejos Técnicos. Ahí, invariablemente, el tema más reiterado es la lectura. Y algunas preguntas que los docentes plantean son: “¿Qué hacemos para que los alumnos mejores su ortografía?” “¿Qué estrategias usamos para que se expresen mejor?” “¿Qué métodos empleamos para que aprendan a razonar y mejoren en matemáticas?” Lo peguntan a los supervisores, o a los jefes de enseñanza, quienes tampoco tienen respuesta.
Y sin embargo, la respuesta está a la vista de todos y es muy simple: Leer, leer y leer. Empezando por ellos.
Para ayudar a los maestros y que aprovechen sus Consejos Técnicos les comparto una anécdota que le oí una vez a Jacobo Zabludovsky. Palabras más, palabras menos, decía: “Una señora me llamó. Me preguntó qué le recomendaba para leer, porque no se le daba. Le dije: Señora, es muy fácil. Hay que seguir 5 pasos. Anótelos. Uno: conseguir un libro, porque sin libro no se puede leer. Dos: abrirlo. Tres: leer el primer renglón, bien, hasta el final. Cuatro: seguir con el siguiente renglón. Cinco: bueno, yo creo que ahí ya se encarreró, y nadie la detendrá.
Gracias, y hasta el próximo jueves.
Twitter: @miguelcamposr15
* Lic. en Letras españolas. Escritor, autor de cerca de 40 libros. Conferencista.