Comenzó el juicio en Brooklyn (NY) contra Genaro García Luna. Dependiendo de la preferencia personal por géneros narrativos, antes que identificación o filiación política, podrá anunciarse como “del año/década/siglo” o simple churro. De entrada, parece un “big deal” (chisme choncho) que el expolicía estrella de las administraciones panistas esté en el banquillo de los acusados. Los cargos por delincuencia organizada, conspiración criminal y traición a México son grandilocuentes, como corresponde a una corte de ley en “Ciudad Gótica”. Así, lejos de las miserias de un devaluado aparato judicial, con ministra pirata, y dotado de los elementos para contender por devaluados premios actorales, hay tres acercamientos que debemos considerar como parte de su interpretación en la sociedad del espectáculo. En ninguno cabe la decepción, a menos que seamos parte del engaño.
La relación entre ellos es secuencial y la veracidad dependerá de convenciones en géneros narrativos. Es notorio su poder como distractor y cortina de humo más allá de los usos por la palabra presidencial articulada en la mañanera. Tanto en los Estados Unidos como en México el juicio tiene su dosis de morbo por el indiciado, así como las conexiones que revele. Es un hecho que antes de ir a juicio, la oficina del fiscal (Oriente de Nueva York) sopesa las posibilidades de prevalecer, así como su uso político deliberado. Algunas veces se gana perdiendo y otras pierde ganando. Lo relevante son las carreras políticas en juego. Ya que se ha calendarizado es imposible no se preste a todos cuantos puedan estar interesados en dañar a otros tantos. Mientras que en los Estados Unidos la certeza que el jefe de los policías en México era también el de los criminales requiere poca elaboración, no da para ocupar las primeras notas. Es pueril esperarlo del New York Times, pero da pena que tampoco lo logre en su contraparte amarillista y local: el New York Post. En México sí. Mientras allá servirá para endurecer el respaldo político anti-inmigrante y de seguridad fronteriza, en México permite que la coalición gobernante lo use contra sus enemigos electorales.
La cortina de humo cede a lo que en inglés coloquial se puede expresar como “cuando la porquería llegue al ventilador”. Ciertamente que los testigos de la parte acusadora son en su mayoría criminales sin credibilidad ni posibilidades de empatía con el jurado, que fue cribado en conjunto con la defensa destacando el respeto por las instituciones del orden. Sus testimonios serán escandalosos, como estrambóticas sus aseveraciones. Son los crímenes por los que hayan sido convictos los que les darán espacio en el reparto. Poco de lo que digan se sostendrá, pero van a salpicar y embarrar en más de una dirección. Los fiscales no están obligados a proteger exfuncionarios mexicanos o estadounidenses relacionados con García Luna. No es que la justicia este despolitizada, al contrario, pero en un juicio de este calibre, el interés es justamente hacía dónde puede llevar. Se ha popularizado vía series televisivas como THE WIRE que las drogas nos llevan a traficantes y usuarios, seres abyectos y degradados, mientras que el dinero no se restringe a ningún grupo de interés. Políticos, partidos, aparatos judicial y legislativo, por no hablar de los muy corruptos gobernadores y mandos militares aparecerán en los testimonios. Por supuesto que se espera “salgan embarrados” los presidentes Calderón Hinojosa, Peña Nieto y López Obrador con sus colaboradores. Lo que no sabemos es si sólo uno de ellos, un par o la trinca. En todo caso, no pasará de confirmar prejuicios y fobias yendo del nacionalismo provinciano al autodesprecio cosmopolita.
En el teatro del absurdo que es pretender probar lo indudable: que la persona al mando de una guerra proxy irregular e incivil—que para ser peleada requiere operar en los márgenes de la ley, cometió excesos beneficiándose del uso faccioso del aparato de seguridad binacional, cruzando información, traicionando bandos criminales y corrompiendo discrecionalmente instituciones dentro del estado de excepción—el veredicto es lo de menos. Si se le declara culpable, será como “chivo expiatorio” o “cabeza de turco” inmolado para que siga operando todo aquello de que se le acusa. Si es exonerado será porque la sociedad neoyorka acepta que es la versión actualizada de Anastasio Somosa, pero ya no sólo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA): es un hijo de perra, pero es SU hijo de perra. Al mismo tiempo los mexicanos nos lamentaremos por no poder montar producciones de ese tipo en nuestros juzgados. El subdesarrollo es tal que nos conformamos con juicios mediáticos. La dependencia del NAFTA/USMCA nos han condenado a consumidores pasivos en el intercambio desigual. Ponemos los “bad hombres”, felices que nadie puede darnos lecciones de moral, en una situación “huis clos” (sin salida/a puerta cerrada). Como en un palenque, llevamos algunos gallos para que los peleen los partidos “verde y colorado” (red & blue), pero ni fraguamos como tampoco amarramos las navajas, cuantimenos soltamos ni manejamos las apuestas.