Carolina Goméz Macfarland
¿Cuántas veces hemos escuchado que una mujer se enoja cuando su marido no le invita a cenar? Y cuántas veces hemos escuchado también que este marido desesperadamente se defiende diciendo que se mata el día entero trabajando para satisfacer sus necesidades y uno que otro capricho. Una idea de amor muy particular, donde él está seguro de demostrar su amor trabajando y satisfaciendo las necesidades de su hogar, siendo que curiosamente, su esposa espera un simple “te amo” para sentirse feliz.
Ni uno ni otro pueden muchas veces percatarse de estos detalles e intenciones de su pareja, que, de entenderlas, evitarían toda una catástrofe familiar.
El problema de la comunicación en realidad no radica en la creencia popular de que no hay intercambio de palabras, sino en la forma equivocada en que recibimos o enviamos los mensajes. En la imposibilidad de entender el idioma del otro.
Porque en el amor, también hay diferentes idiomas o lenguajes, y con los niños, esta historia no es diferente.
Los doctores Gary Chapman y Ross Campbell, lo sabían. Ellos observaron este problema de comunicación en la pareja, y también en la crianza de los niños y adolescentes. Decían: “nuestros hijos, a veces hablan un idioma que, de momento, no podemos entender del todo, y de todas las formas en que podemos equivocarnos al transmitirles nuestras ideas, tal vez la más importante y la que tiene más posibilidades de lastimarlos, sea el que no somos capaces de transmitir el amor que sentimos por ellos”.
Qué importante es que los niños se sientan amados. Pues de esta manera, podrán crecer como seres humanos seguros y amorosos, capaces de comprender y de expresar sus sentimientos y de concretar cualquier proyecto que se propongan.
Pero la tarea no es sencilla, hay que descubrir cuáles son los caminos o canales de comunicación que utilizan para expresar y recibir las muestras de cariño que sus padres y la vida les brindan.
Pues una vez sabiéndolo, será más probable que entiendan la disciplina y la orientación que reciben cada día. Porque recordemos que, amarlos, no significa dejar que hagan lo que quieran, es enseñarles las reglas del juego, para que se formen como hombres y mujeres de bien.
Y aunque cualquier persona puede aprender a reconocer todos los lenguajes, siempre hay un idioma primario por el que pueden de inicio comunicarse mejor.
Pero, ¿cuáles son estos lenguajes? Pues son el contacto físico, las frases de reafirmación, el tiempo y compañía que se le dedica, los regalos y el hecho de prestar algún servicio.
Los chicos pueden recibir amor en todos los lenguajes y el que sus padres utilicen, les servirá también. Sin embargo, identificando el propio, será más sencillo expresarles y que entiendan, que son seres dignos de ser amados.
Los niños necesitan sentirse merecedores de amor para vivir. Hoy, cuando parece perder tiempo el tiempo, y valor el valor de las personas, olvidamos que observar a nuestros hijos, es el primer paso para la reconstrucción o fortalecimiento de su centro emocional, parte que sostiene y sostendrá su vida de una forma saludable y plena.
No debe ser un tema de moda, porque esto ha sido una regla de vida desde que el hombre existe, debe saberse o recordarse para equilibrar nuestro sistema de valores y por supuesto, disminuir la culpa que como padres nos invade, culpa que no lleva en verdad a algo productivo, solo estorba y nos victimiza otra vez. Ya no queremos ser ni ver víctimas, sino seres humanos libres, responsables y fuertes, listos para lo que la vida les presente o demande, listos para tener un equilibrio entre el dar y el recibir y la claridad entre sufrimiento y goce.
O, ¿no es eso lo que la humanidad necesita?
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL. Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.