Carolina Gómez Macfarland
La música, expresión máxima de las emociones… Nada más cercano a la verdad, pues la música ha sido parte del ser humano y de la naturaleza, desde su origen. Somos de forma innata criaturas musicales.
La música, una combinación de sonidos y silencios en el tiempo, es un elemento esencial para terminar de acomodar los desafíos que cada día nos presenta.
Armonía y orden, sonidos con un sentido que provocan en cada uno de nosotros, cambios, pensamientos únicos, combinación de ideas, recuerdos, y, sobre todo, emociones intensas.
La música, no es solo un momento de entretenimiento, impacta en nuestra razón, en nuestro modo de vivir y en cada órgano del cuerpo.
La usamos para bailar y cantar, cuando estamos alegres, tristes, solos o acompañados, para divertirnos o para trabajar, para poder dormir o incluso despertar. Las diferentes melodías y ritmos, nos activan o relajan, y pueden también, ayudarnos a manejar una situación traumática. ¿Pero, puede la música sustituir o ayudar a los tratamientos médicos o psicológicos?
La música es magia, o por lo menos eso parece. Logra relacionarse con cada parte de nuestro cerebro, y sin restricciones, abre canales de comunicación, lo que facilita el contacto con los otros; es necesaria para llevar a cabo el acto propio del habla, pues el lenguaje toma sentido cuando va acompañado de elementos sonoros, y hace que las palabras se entiendan, sabemos dónde están los límites de las frases, las intenciones y las emociones de quien dice algo.
La música evoca emociones, y puede provocar que una misma experiencia se interprete y se sienta de diferente manera cuando una melodía cambia, viviéndose como algo dramático, triste, cómico o tenebroso, y sólo por los sonidos que asociamos a ella.
De esta manera, sí podemos decir que la música cura, puede cambiar un estado del organismo. Puede modificar el sentido de las experiencias de cada día y ayudarnos a tomar mejores decisiones y, sobre todo, sabiendo que se trata de un elemento totalmente inocuo y con una indefinida cantidad de estilos y ritmos que podemos elegir a nuestra conveniencia.
Utilizar esta magnífica herramienta de una manera adecuada y específica para cada dolencia, nos permite mejorar una gran cantidad de padecimientos tanto físicos como emocionales.
Ayuda a la cohesión social, uniendo grupos, generando confianza y forjando lazos entre los individuos. Afecta todos los procesos cognitivos, como la memoria, las emociones, la atención, o la motivación.
En las personas de mayor edad, y con problemas de movimiento, la música ayuda a mejorar el equilibrio y el andar, con sus ritmos rápidos o de marcha. Los sonidos del océano, ayudan a bajar la frecuencia cardiaca, mejorar el ritmo para succionar y aumentar el tiempo de sueño de los bebés.
Reduce el dolor al aliviar la ansiedad y distraer la atención de estímulos hostiles o amenazantes, ayudando a sobrellevar así el estrés cotidiano.
Ayuda a mejorar el aprendizaje y la modificación de comportamientos, entre otros aspectos, que atañen al ser humano.
De ahí la importancia de integrar la aplicación de la terapia musical en las diferentes disciplinas destinadas a mejorar la salud, el aprendizaje y las relaciones humanas, ayudando en el difícil y enredado proceso de vivir.
Así que, con confianza, comencemos desde ahora a disfrutar más de la música, de confiar en una de las herramientas más nobles que el hombre posee y de las que puede tomarse para desarrollar todo su potencial de una manera divertida, gratuita y muy original.
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL. Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.
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