Ernesto Ordaz Moreno
“Cada derecho implica una responsabilidad; cada oportunidad, una obligación, cada posesión, un deber” (John D. Rockefeller)
La sociedad actual demanda libertad, igualdad, seguridad y justicia. A pesar del clamor popular, las personas debemos entender que dichos conceptos tienen límites, por lo que siempre quedarán lejos de llegar a ser absolutos. En el transcurso de la vida observamos que cada tema se encuentra en un matiz de grises, jamás vemos que sea sólo blanco o negro. ¿En qué manera debe el colectivo concederse estos temas?
En la regla general, la convivencia diaria se produce con otras personas, la libertad de acción está limitada a la libertad del otro, pues es igual, tiene similares necesidades y facultades. Por su parte, la libertad requiere de seguridad, por ello, cuando se observa que la individualidad no es muy segura, entonces, se opta por agruparse para ser más numerosos y, por ende, más fuertes. Ahora bien, la interacción con varios, dentro de un grupo social, genera diferencias, luchas, abusos e inequidades, en consecuencia, se debe otorgar una respuesta con justicia ante el desequilibrio, la cual es impartida por un ente al que se le ha encomendado tal tarea, pues nuestra libertad está limitada para impartir justicia.
Si analizamos, los reclamos de la sociedad están sustentados en conflictos que se generan por la convivencia. Por naturaleza, el ser humano no es igual, pues el más fuerte somete al más débil, el más rápido al más lento, el más ágil al más torpe, el más audaz al temeroso, el más inteligente al más tonto. Sin embargo, a pesar de las diferencias naturales, al convivir en comunidad, hemos de aprender que, a pesar de nuestras capacidades, debemos omitir abusar y limitar nuestras acciones a un punto de armonía, pues necesitamos de otros con sus aptitudes. Las diferencias producen la riqueza de la humanidad.
Por ello, a efecto de tener una buena convivencia en sociedad, altamente, se requiere de educación. Así es, la respuesta es conocida por todos, sólo debemos educar a los miembros de la comunidad. En efecto, al proveer de conocimientos, de método para razonar y tomar decisiones, los individuos se vuelven capaces para reconocer que tienen, en lo personal, fortalezas y debilidades, que los otros también tienen lo mismo, y se motiva a que en el actuar en colectivo las dificultades para vivir se disminuyen; así, al percatarnos de lo anterior, se llegan a las virtudes humanas: responsabilidad, respeto, prudencia, templanza, justicia, fortaleza, tolerancia, empatía, lealtad, compromiso, paciencia, asertividad, dignidad, integridad, resiliencia, gratitud, generosidad, cooperación, persistente, democrático, creatividad, valentía y otras tantas más. Luego, debemos educarnos en virtudes, en ética para disminuir los vicios y defectos.
En principio, las personas debemos actuar con responsabilidad y respeto. Si, la responsabilidad, entendiéndose como una cualidad de ser capaces de responder a nuestros compromisos, saber que cada acción tiene una consecuencia y, previo a ejecutarla realizar un análisis para discernir sobre lo que se hace, considerando que otra persona puede sufrir una afectación con nuestro acto, considerarlo por respeto, porque somos iguales.
Mientras los individuos carezcan de educación, preparación, las posibilidades que actúen con responsabilidad y respeto disminuyen, es decir, sus actos serán ajenos a las virtudes humanas. Y por ello, continuaremos observando los abusos, los extremos de conductas defectuosas que se traducen, regularmente, en violencia. Y, así, a pesar de que se cuenten con leyes bien elaboradas, el problema serán las personas. Ciertamente, las acciones de muchos ciudadanos preocupados por mejorar las circunstancias que vivimos se observan insuficientes.
La corrupción, la impunidad, todos esos temas negativos, se encuentran presentes ante la falta de educación, ante la ausencia de las virtudes humanas; no es necesario que los legisladores formulen leyes con sanciones de privación de la libertad más altas, ni castigos que rayan en penas inusitadas, se requiere educar a las personas para una mejor convivencia sustentada en responsabilidad y respeto, así como aplicar las leyes sin aplicación diferenciada. Y cuando la colectividad actúa con responsabilidad y respeto, además de tener leyes que se ejecutan sin aplicación diferenciada, los demás, por imitación o por temor a ser sancionados, actúan de la misma forma. (Los mexicanos que se mudan al extranjero).
En nuestra vida común, observamos conductas de personas buenas y malas, mientras no se eduque a la totalidad de la sociedad, no van a dejar de coexistir los malos, por lo que, de manera inmediata, se debe educar para distinguir qué acciones son buenas y cuales son malas, sobre todo, quienes actúan conforme a las virtudes humanas y aquellos que ejecutan sus actos con vicios y defectos, con violencia. Y es nuestra responsabilidad el impedir que nos cometan acciones que nos afecten, para que, en caso de sufrir una afectación de otra persona, sea nuestra responsabilidad aceptarlo y arreglar el daño para salir adelante, sin que nuestra conducta se vuelque en más violencia por culpa de haber sufrido, pues los demás merecen respeto y no tienen la culpa de lo que hemos padecido. “Acepta la responsabilidad de tu vida. Debes saber que eres tú el que te llevará a donde quieres ir, no hay nadie más” (Les Brown).
Iniciemos un cambio, comenzando con nosotros mismos, para motivar un cambio social. A los mexicanos nos desagrada vivir en una sociedad viciada y violenta. Actuemos con responsabilidad y respeto, conforme a las virtudes humanas, para lograr una mejor convivencia, sin necesidad de tantas leyes que limiten nuestros derechos. Si es posible, vamos todos: “Por un México hacia adelante”.