Además del susto en que nos ha mantenido este año, las reacciones emocionales alteradas que hemos visto, y el estado permanente de alerta, he de decirles que, por esta época, con el frío y los cambios de horario, y por lo tanto la reducida cantidad de luz de día, se presenta algo llamado trastorno afectivo estacional.
Pero no se alarmen, de cualquier manera, cuando hay cambios importantes, como las estaciones del año, el clima, el aumento en las horas de oscuridad, siempre respondemos de manera diferente.
Este trastorno comienza con el invierno, y desaparece una vez terminada la estación. Los síntomas son muy característicos, hay tristeza, problemas para dormir, antojo de alimentos de consuelo como pasta, azúcar o pan. Hay una constante sensación de fatiga, y es posible que poco se disfrute de las cosas que antes eran divertidas, como si se hubieran quedado sin pila. Y luego, aparece más angustia, ahora por engordar o por creer que estamos enfermos.
Aquí el asunto se centra en el hecho de que además del miedo a enfermarnos, el aislamiento forzoso, la imposibilidad de ver a nuestros amigos o compañeros de trabajo, la pérdida de personas amadas o el desempleo, todavía debemos enfrentar otro malestar propio de la época.
Si bien es cierto que tendemos a desalentarnos en esta temporada, lo que resulta es la suma de eventos desafortunados y el resultado parece a un monstruo infernal.
Lo importante aquí, es descifrar la ecuación. Si vemos todo junto, la ansiedad y el miedo aumentan.
Por eso es importante acercar la mirada, ver con una lupa para poder descubrir y separar las partes de este todo aterrador.
Hemos vivido unos meses muy angustiantes, con una amenaza que aun continua, ahora sumemos las experiencias difíciles propias de nuestra historia, el miedo ante la posibilidad de morir, el dolor de haber visto a seres muy amados, fallecer por este virus que parece aferrarse a nuestra vida, hemos enfermado, y hemos sido víctimas de problemas emocionales debido a esto. Y si añadimos la tristeza estacional, las cosas se ven peores.
Como ven, hay mucho que procesar, hay mucho que desglosar, hay mucho que sentir y sobre todo mucho que acomodar.
Si logramos ampliar el foco y desmenuzar el problema, podemos detectar con claridad cuántos y cuáles son los temas sobre los cuales trabajar.
Se acerca la navidad, y todo se mueve, todo duele, todo asusta y la esperanza disminuye.
Parece que todo se ha juntado, como si el universo conspirara en nuestra contra. Y no pensamos en que podríamos estar echando más leña al fuego o más angustia a la angustia. Algo que definitivamente no ayuda.
Sin embargo, ahora es cuando debemos fortalecer nuestras habilidades, los dones de los que fuimos dotados para sobrevivir y crecer.
El ser humano no está limitado, tiene, por el contrario, muchas herramientas que no sabía que poseía y que ahora debe aprender a usar.
La vida nos muestra una cara poco agradable, y con esto, la invitación a detenernos y pensar que nadie está exento de sufrimiento.
La clave está en primer lugar, en regresar a nuestro centro, tomar distancia, ver las cosas desde diferente perspectiva, y separar los eventos para dar a cada uno, su respectiva solución.
Respetar los tiempos será básico, pues tenemos un tiempo justo para cada situación, un momento en que tenemos la energía y disposición, con todos los elementos necesarios para dimensionarla y acomodarla como debe ser.
Tengamos paciencia, pues la vida nos pide reencuadrar y reestructurar nuestros proyectos, entender que las cosas no se darán como y cuando las deseemos, sino cuando estemos listos para recibirlas y manejarlas.
Pensemos entonces, qué es lo que la vida ahora nos pide. Qué nueva postura debemos tomar ante ella. Probablemente ubicar lo que sentimos, revisar nuestras creencias, cuestionarlas, elegir si quedarnos con ellas o definitivamente cambiarlas. Un poco así como ahora, que debemos sacar las cosas del armario para adornar nuestra casa, reacomodar todo y ponerla hermosa. Así como volver la vista atrás y observar todo lo que hemos logrado, cómo hemos actuado, y lo que en verdad queremos hacer para embellecer el corazón.
Tal vez, esa gota que derramó el vaso, sea lo que necesitamos, el invierno, tan simple y común, pero tan determinante y poderoso que nos hará definitivamente ser personas más sensatas, más responsables y mucho más sabias.
O, ¿no es eso lo que necesita el hombre? ¿Una sola gota, una sola sacudida para cambiar el mundo?
QUE DIOS BENDIGA NUESTROS HOGARES Y NOS DE LA FUERZA PARA CONTINUAR. AUN QUEDA MUCHA ESPERANZA Y AMOR EN NUESTROS CORAZONES. TENGAMOS FE EN QUE ES POSIBLE. ¡MUCHAS FELICIDADES!!!