Cada vez que Mara Gómez entra a una cancha de fútbol y pone un pie sobre el césped, ese paso significa ganarle a la discriminación, a la exclusión, a los prejuicios. Significa, incluso, gambetear a la muerte. El pasado 7 de diciembre, la delantera debutó con la camiseta de Villa San Carlos en un partido ante Lanús y se convirtió en la primera jugadora trans en la historia de la primera división femenina de Argentina. La pandemia de coronavirus hizo que se demorara algunos meses ese hecho que marcó un antes y un después en el deporte nacional: nunca antes una atleta transgénero había participado de una liga profesional.
El fútbol apareció en la vida de Mara cuando ella tenía 15 años y se aferró a él como un salvavidas. Con el tiempo, el deporte le dio la oportunidad de encontrar un espacio de contención y de libertad muy distinto al de esa escuela en la que la obligaban a ir al baño para personas discapacitadas para que no entrara al de mujeres o de aquel hospital en el que se negaron a llamarla por su nombre (siquiera solo por su apellido) y al cual dejó de ir a hacerse los controles de salud que tanto necesitaba.
La transición de Mara comenzó en la adolescencia. Durante ese proceso se topó con diferentes formas de transfobia que la llevaron hasta a pensar que su vida no merecía ser vivida. El suicidio parecía ser la única salida. “La pasaba muy mal por la discriminación, la exclusión y el miedo al futuro. Cuando empecé mi proceso de cambio era discriminada por mi vestimenta o por mis actitudes. En la calle me sentía mirada, observada, señalada, y nunca faltaban los insultos. No era fácil”, contó a Infobae desde su casa de La Plata, donde vive junto a su familia.Fue una vecina llamada Adriana Aguirre la que la invitó a jugar al fútbol en la canchita del barrio que estaba enfrente de su casa. Sin embargo, esos primeros tiempos en el deporte no fueron del todo agradables: había personas que estaban en desacuerdo con la presencia de una chica trans en los partidos. Mara resistió y comenzó a perfeccionarse, ya que nunca antes había estado en contacto con una pelota: empezó a jugar torneos de fútbol 5, 7 o mixtos, pasó por diferentes equipos y participó de torneos relámpago en los que se jugaba por plata o por asados. Fue así como se ganó el respeto de muchas jugadoras y de hinchas que antes habían criticado su presencia, pero que luego cambiaron su mentalidad y hoy la apoyan en su lucha.
A los 18 años, gracias a la Ley de Identidad de Género, Mara obtuvo su DNI femenino. Ese mismo año comenzó a disputarse la liga femenina de La Plata. Fue a probarse y quedó. Aunque en sus inicios la ponían como defensora, siempre tuvo el arco de enfrente entre ceja y ceja. Por eso pronto empezó a ubicarse como delantera por ambas bandas – o a veces como enganche- y así nació su romance con el gol. En la Liga Amateur Platense pasó por Asociación Iris, UOCRA y AFI Las Malvinas. Con este último elenco fue bicampeona (Clausura y Apertura 2019) y máxima goleadora (15 y 18 tantos, respectivamente). También fue parte del plantel de Cambaceres (donde jugó torneos por fuera de AFA) e integró la Selección Platense de Fútbol Femenino que en 2019 jugó un amistoso contra Deportivo Curtidores.
El deporte se convirtió en ese espacio de contención y de afecto que tanto necesitaba para dejar atrás los pensamientos oscuros. Al mismo tiempo, empezó a estudiar enfermería profesional con vistas a poder tener en el futuro un trabajo en blanco, con aportes y obra social. Muchas veces marginada del mercado laboral formal, hasta el día de hoy trabaja de manera particular haciendo manicuría y tratamientos capilares. “A mí me pasó de salir a buscar trabajo, gastar mucha plata en fotocopias de currículums y vestirme de trajecito para demostrar que tengo la capacidad y que además soy formal, pero la gente aún así no te valora y no te da la oportunidad”, lamentó.
En enero de este año, Mara fue anunciada como nuevo refuerzo de Villa San Carlos. En ese momento comenzaron las gestiones para que fuera habilitada en el torneo profesional femenino. Dos meses después, en una reunión en la AFA de la cual participó el propio presidente Claudio Chiqui Tapia, la futbolista de 23 años firmó el convenio que autorizó su participación en el certamen. Ese documento, entre otras cuestiones, establecía que debía presentar una serie de estudios hormonales que demostraran que su testosterona estaba por debajo de los límites que establece el Comité Olímpico Internacional (COI), de 10nmol/L. Se tomó ese modelo debido a que hasta el momento ni FIFA ni Conmebol ni AFA tienen una reglamentación propia que prohíba o permita a deportistas trans ser parte de las ligas profesionales.
Con información de Infobae
Portada y Foto: Homosensual e Infobae