Ernesto Ordaz Moreno
“La Constitución no es un instrumento para que el gobierno controle al pueblo, sino para que el pueblo controle al gobierno” (Patrick Henry)
Todos los países y naciones del mundo tienen una Constitución, entendiéndola como el pacto político-social que fija y constituye las reglas que organizan y regulan el funcionamiento de una sociedad, al ensamblar a cada individuo en una unidad colectiva, les reconoce su identidad o cultura, sus derechos como personas y como grupo, paralelamente regula los poderes y el gobierno, estableciendo los principios, valores y reglas de conducta que agrupa en derechos y responsabilidades del habitante frente a sus iguales, conciudadanos.
En la Constitución se encuentran los principios y virtudes humanas de nuestra mexicanidad, nuestra identidad se redacta en un documento para que sea de todos conocida, de fácil acceso y entendimiento.
Todos y cada uno de nosotros, ciudadanos, visitantes, residentes temporales o permanentes, estamos protegidos por sus principios y valores; por lo que, en esa proporción, debemos respetarla. De ahí que, los funcionarios, servidores públicos, sin excepción, antes de tomar posesión de su encargo protestan guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen. (artículo 128)
Por supuesto que esta cambia, se transforma para adaptarse a las nuevas circunstancias, porque es una norma viva, el reflejo de una sociedad que está en permanente movimiento. “La base de nuestros sistemas políticos es el derecho del pueblo a hacer y modificar sus constituciones de Gobierno” (George Washington).
¿Qué tanto debemos reformarla? Todos estamos convencidos que cada modificación constitucional debe hacerse con fino tacto, con respeto a las generaciones presentes y futuras.
El procedimiento de reforma constitucional no es tan complejo, se requiere que el Congreso de la Unión así lo acuerde por el voto de las dos terceras partes de sus miembros y la aprobación de lo reformado por la mayoría de las legislaturas de los estados. (Artículo 135)
Sin olvidar que es inviolable, al nunca perder fuerza y vigor, aún cuando sea interrumpida su observancia; incluyendo un gobierno contrario a los principios que preserva (Artículo 136). En ese sentido, debe cuidarse no trastocarse en perjuicio de los Intereses Públicos Fundamentales ni de las Decisiones Políticas Fundamentales. Así, México no puede dejar de ser una República Federal, representativa y democrática, ni dejar de reconocer y proteger los derechos humanos de sus habitantes, reconocidos por todas las sociedades en el mundo.
Cualquiera que atente contra los principios, valores y virtudes de la Constitución, atenta contra nuestra identidad, esencia e historia, tanto el presente como el futuro; y por ello, debe ser juzgado. Ciertamente, “La Constitución es la piedra angular de todas nuestras libertades; guárdala y cuídala; mantén el honor y el orden en tu propia casa, y la República perdurará” (Gerald Ford).
Se propone enseñarla, estudiarla, aprenderla, en cada etapa escolar, desde temprana edad, pues sólo al conocerla podremos creer en su contenido, nos hará más participativos, confiaremos en los derechos reconocidos y protegidos, para poder respetarla. Es prudente que seamos gobernados por una Constitución viva, que nos integre, nos de unidad e identidad para que, convencidos, seamos mejores mexicanos.
En la Constitución, se retrata el genio de nuestro pueblo (Nicolás Bravo), pues somos los hombre y mujeres que con nuestras obras engrandecemos nuestra identidad nacional para enriquecer los valores que repercuten, en el ejemplo, en nuestros hermanos (Ignacio Allende).
No hay nada nuevo bajo el sol. Somos nosotros y dependemos de nuestras conductas, nuestro valor cívico y las responsabilidades que adoptamos. Respetemos a nuestros conciudadanos, a la Constitución y así, la honraremos todos los días, no sólo el 5 de febrero de cada año. Ya lo dijo Nezahualcoyotl: “amo el canto del cenzontle pájaro de 400 voces, amo el color del jade, y el enervante perfume de las flores, pero amo más a mi hermano, el hombre”.