Ernesto Ordaz Moreno
“La era digital es una revolución cultural, un cambio drástico que obliga a vivir la vida diferente, como unidad mundial, sin fronteras, con agilidad comunicacional.”
En estos días en los que forzosamente se ha realizado una pausa en el vertiginoso ritmo de vida de la sociedad hemos observado que los medios digitales han ingresado, fuertemente, a tener una permanente presencia en las actividades cotidianas.
La comunicación de las personas, por razones de salud pública, se está desarrollando a través de internet y telefonía, incrementando la presencia de las redes sociales digitales. La educación también se imparte a través de medios remotos y electrónicos al igual que la participación política. Y ahora, el intercambio de bienes y servicios, se está adecuando para que sea a través de estos formatos mediante el pago con dinero digital como el bitcoin o las criptomonedas (ahora muy de moda por la fuerte inversión que realizó Tesla).
En la evolución del dinero se ha pasado del trueque o intercambio de mercaderías a las monedas producidas con metales preciosos, al papel moneda o billetes, a los títulos de crédito (cheque, pagarés, etc), a las tarjetas de crédito y débito, a las transferencias electrónicas, al dinero fiduciario y ahora, al dinero digital o monedas virtuales.
El dinero tradicional está, fuertemente, siendo desplazado por el digital. Es más, al tenerlo en el banco, en realidad sólo observamos un reporte de números de lo que supuestamente tenemos ahorrado o en nuestra cuenta bancaria, que disponemos de él, con cada vez más frecuencia, a través del uso de las tarjetas de débito o solicitamos su entrega física en el banco o realizamos pagos a través de transferencias electrónicas.
El dinero es un instrumento de intercambio para el pago de obligaciones, que facilita estas operaciones; y para producir tanto monedas como billetes representa un costo para el Estado mexicano, dado que en la Constitución General de la República se conserva ese monopolio a través del banco central, quien de forma exclusiva administra la acuñación de moneda y la emisión de éstas, así como los billetes. El dinero y las monedas están reguladas por la Ley Monetaria de los Estados Unidos Mexicanos, legislación expedida por el Congreso, quien establece casas de moneda, reglas y condiciones al respecto.
La moneda vale porque tiene una contrapartida cierta y determinada en algún bien preciado (oro, plata, petróleo, etc) sin embargo, con la incorporación del “dinero fiduciario”, aquél que carece de un valor intrínseco, el dinero se sustenta primordialmente en confianza y buena fe. Si, en efecto, detrás de cada moneda lo único que lo garantiza es la confianza. Por ello, con la era digital, el dinero tradicional será cambiado por el digital.
Este nuevo formato de moneda tiene sus ventajas y desventajas. El Estado mexicano ya no tendría que pagar por la elaboración de éste, pero tendría que adoptar una infraestructura digital para que en todos los rincones del país haya modo de usar el dinero electrónico y tendría que “regular” su emisión, pues en su creación es más un trabajo intelectual. Las críticas se sustentan primordialmente en el uso que le dan o le pueden dar con fines delictivos. Sin embargo, la moneda se sustenta, como se ha escrito con antelación, en confianza.
¿Será posible que el Estado Mexicano deba regular los instrumentos relacionados con el mundo digital? Ya hemos escuchado la propuesta de legislar las redes sociales digitales, así como las monedas electrónicas. El cuestionamiento anterior parte porque el mundo digital es muy rápido y lo producen las empresas privadas, entonces, ¿cómo hacer que las personas no cometan actos ilícitos al emplear los medios electrónicos?
Confirmo mi propuesta y apuesta en la educación. El Estado debe invertir en programas de educación para preparar a toda la sociedad en esta nueva era digital, sobre todo, para reafirmar las virtudes humanas, los valores, primordialmente el respeto, la responsabilidad y la honradez; ética, civismo y legalidad; todo ello arropado con una mejor comunicación entre los miembros de la sociedad, y entre el gobierno con la sociedad.
Requerimos con urgencia formar seres humanos que sean ciudadanos responsables, empáticos, resilientes, honrados e informados para que sean fácilmente incorporados a la civilización humana de la era digital. Hoy, más que nunca, la confianza forjará las relaciones interpersonales y el futuro demócrata de la sociedad, pues hemos llegado al punto donde se reconoce y protege el desarrollo armónico de todas las facultades del ser humano, como individuo, y se promulga el respeto a sus derechos universales, pero también como parte esencial de una comunidad global, con conciencia de solidaridad internacional, para que ese “nuevo ser humano” sea justo y pueda hacer que su grupo tenga un constante mejoramiento económico, social y cultural.
La moneda está en el aire, hagamos una apuesta que sea siempre favorable para la civilización humana.