Ernesto Ordaz Moreno
He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos.
Charles de Gaulle
Vivir en sociedad implica ser causahabiente o heredero de una serie de premisas aceptadas respecto a nuestra libertad y las reglas que se deben cumplir, pues el contrato social, conlleva a sacrificar una parte de libertad frente a la seguridad que nos provee el Estado, como órgano exclusivo de la tenencia de la fuerza o del poder.
En el caso de México, nuestra sociedad está en la etapa de la juventud, todavía no están definidas sus metas u objetivos, es decir, no tenemos claro qué país queremos llegar a ser, aunque las bases estén sentadas en la Constitución Política, pero las personas no las conocen ni las entienden. Lo cierto es que 126 millones de mexicanos debemos analizar e identificar nuestros objetivos para fijar nuestro rumbo, alejarnos de las condiciones en que actualmente vivimos para lograr un futuro incorporado en el destino de la humanidad. Y para ello, se requiere invertir en educación, en afianzar las virtudes humanas en cada uno de nosotros para aceptarnos como parte esencial de la aldea global.
Al menos, tenemos bien establecido en la Constitución, como documento que contiene las reglas básicas a seguir como nación, que anhelamos ser democráticos y este concepto va más allá de la posibilidad de que los mayores de edad puedan votar para elegir a sus gobernantes, pues conlleva la confianza de la sociedad en cada uno de sus ciudadanos para ser responsables y maduros en la toma de decisiones.
Sin embargo, para tomar decisiones se requiere tener la información para procesar, no sólo recibirla sino poder verificar la veracidad de la misma, tener capacidad de discernir para poder, con responsabilidad, tomar la mejor respuesta. Es por ello que adoptar decisiones implica estar educado, van de la mano la democracia y la preparación académica y ética de las personas. Y en ese sentido, la razón de que se exija al gobernante no sólo informar a la población de sus acciones y resultados sino también de ser transparente e incluso, involucrar a la ciudadanía en la participación de esa responsabilidad al consultar sobre los planes futuros a realizar en beneficio de toda la población, no sólo de sus simpatizantes.
Si carecemos de educación, no podemos ser demócratas. Es en esta circunstancia en donde los gobernantes asumen una posición de buen padre de familia, al estilo del imperio romano, y toman “indebidamente” las decisiones en lugar de la propia ciudadanía. Así también, cada opción sin consulta se vuelve un acto arbitrario, por ello, la Constitución optó por distribuir el poder en, al menos, tres rubros, la administración o ejecución (poder Ejecutivo), en el legislativo o hacedor de las normas y reglas, y en el Judicial, el que interpreta las normas y los actos del ejecutivo; para el efecto de generar un equilibrio o armonía entre el poder mismo.
En las circunstancias actuales, nuestro país tiene a una gran población sumida en la pobreza, con algunos analfabetas funcionales, con una larga experiencia de abusos de unos pocos afectando a los más a través del sometimiento en todos los ámbitos, con grandes grietas de separación entre distintas realidades de México, infectados por la inseguridad y con inesestabilidad económica. Y, al final, inmerso nuestro país en la comunidad internacional. Los errores y desventajas son visibles para unos y aprovechados por otros, pero hasta ahora nadie se ha preocupado por enseñar una visión clara para el mexicano que le de esperanza en un futuro prometedor para las generaciones venideras.
En lo que logramos educar a toda la población, como objetivo primario, pues el pueblo con su sola existencia y sin educación ni es bueno ni es sabio, debemos cumplir y hacer cumplir las reglas básicas previstas en la Constitución General de la República, no se trata de imponer ni de consumar caprichos, pues se supone que habíamos superado esta circunstancia (la supremacía de un solo partido, el monopolio de los grupos del poder) y la nueva opción política ofertaba alejarse del antiguo régimen para que la sociedad sea más participativa.
En ese sentido, si bien los gobernantes tienen su propia visión de México, tienen la obligación con cada uno de los ciudadanos en informarnos cuales son los puntos por corregir y compartir con nosotros esos datos distintos que sólo la cúspide del poder te permite conocerlos, para que nos hagamos una idea de nuestra realidad, estudiemos la misma y con razones, adoptemos las mejores decisiones. Sin embargo, si sólo actúan como un “buen padre de familia” y toman las decisiones por los ciudadanos entonces, nada ha cambiado, nos continúan viendo (los de la esfera del poder) como inocentes e incapaces. Y no estamos para que nos sometan y nos aguantemos con las decisiones de otros, porque siempre es la población la que paga los platos rotos.
Tampoco se trata de cambiar las reglas del juego sólo porque le incomodan al grupo en el poder. Ahora bien, si hay algo que debemos cambiar, entonces, los gobernantes tienen la obligación de compartir esa información con la ciudadanía para que todos hagamos un acto de reflexión y valoración sobre lo que se debe hacer.
Eso es participación activa, pero se requiere apertura en la información, mejor comunicación con la ciudadanía y un mejor proceso para la toma de decisiones, pues en la experiencia reciente, se ha reformado la Constitución demasiadas veces y eso que en el artículo 135, se dispone que para modificarla se requiere que el Congreso de la Unión (Cámara de Diputados y Senadores) por el voto de las dos terceras partes acepten esas reformas y, se apruebe también por las legislaturas de los Estados. Claro está, que políticamente se opera a través de las mayorías, y así es como han modificado tantas veces la Constitución, pero debemos recordarles a los gobernantes que esas “mayorías” no representan a toda la sociedad, pero adoptan decisiones para toda la sociedad. De ahí que los cambios legales deberían ser graduales, pues requieren de un análisis mesurado, sustentado y razonado.
Queremos una sociedad libre, igual y unificada, pero con educación, mejor comunicación entre gobernantes y gobernados para tener acceso a la información sobre los problemas que nos aquejan de manera clara y directa, que se nos permita participar en la adopción de decisiones, no que se nos informe que se han tomado previamente, que se nos respete a cada uno de los ciudadanos, pues la humanidad ha luchado y muchas vidas se sacrificaron por reconocer los derechos humanos que otorgan importancia a cada persona, alcancemos la democracia, pues estamos cansados de que se nos trate como infantes, se gobierne para unos cuantos y se nos condene, como sociedad sin educación, a la eliminación. ¡Ya estamos hartos!
La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo
Montesquieu