Justo a Tiempo
Por Carolina Gómez MacFarland
Ya lo pasado, pasado… así como la canción. Pero y, ¿si no pasa?
Hablar de tiempo es meterse en una literal encrucijada. Representa esperanza, olvido, futuro, pérdida, alegría, y muchos sentimientos encontrados.
El tiempo todo lo cura. Es cierto, sin embargo, las heridas pueden curarse si se les atiende, si se les mira, si se sienten y se les da un sentido.
Mucho hemos escuchado que lo que pasó, ahí debe quedarse, en el pasado. Creemos y quisiéramos que así fuera, que dejando en el pasado los eventos difíciles, por sí mismos se acomodarán o se curarán. Y mejor aún, que los recuerdos, se borran al pasar el tiempo.
Esto no es tan sencillo como parece. Si así fuera, nadie sufriría por nada, cada día sería nuevo, sin aprendizajes previos, sin análisis, sin reflexión. Nada quedaría cada día. Y nada pudiéramos hacer para resolver un problema, puesto que no habría experiencias que sirvieran para atender los nuevos retos.
Claro que hay eventos que quisiéramos que jamás hubieran ocurrido, pero sí pasaron y aunque pasen los años, ahí siguen. Unas veces muy presentes y claros y otras, escondidos bajo la cama, bajo la alfombra o al fondo de un cajón.
Y cuando no los vemos, entonces parece que se han desaparecido.
Lo cierto es que desde donde sea que estén, siguen palpitando cada vez más fuerte, de tal manera que continúan influyendo en nuestras acciones, respuestas y decisiones.
Pero el tiempo no solo es números, ni años, días, horas o minutos. El tiempo puede tener diferentes caras y significados.
Los antiguos griegos hablaban de dos conceptos e historias relacionados con el tiempo, Cronos y Kairós.
El más conocido por nosotros y que nos tiene realmente de cabeza cada día, es Cronos. Contando, presionando, apurando y tal vez hasta amenazando un poco. Nos da sentido, forma, estructura, guía y esperanza.
Pero nos acostumbramos a planificar tanto, que terminamos por frustrarnos si las cosas no salen como y cuando las queremos.
Y aunque es verdad que necesitamos de proyectos y planes para vivir y lograr metas, también es cierto que nos perdemos en el tiempo Cronos, sin dejar que las cosas puedan acomodarse de la mejor manera.
Porque no se acomodan solas. Debemos necesariamente aplicarnos a revisar, observar y analizar conscientemente cada experiencia. Moverlas las veces que sea necesario para que embonen bien en nuestro corazón. Y esto puede doler. Un poco como cuando nos cortamos y sangramos. Unas veces podremos solo lavar y dejar que cierre una pequeña herida, y otras, necesitaremos una sutura con anestesia, medicamentos para evitar la infección, y tal vez en otras, de plano, una cirugía mayor.
Pero, ¿y que tiene que ver esto con el tiempo?
Crono es el tiempo del reloj, del antes y el después.
Pero existe Kairós, el tiempo de la oportunidad, la fortuna, el momento de cada uno. El tiempo justo. Ese momento que nos brinda un pedacito de perfección, encanto y esperanza que tanto necesitamos.
Donde todos los elementos se juntan y acomodan de tal manera que la magia y los milagros aparecen.
Cada recuerdo, en tiempo Cronos, está en el pasado. Sin embargo, desde ahí se hace presente, desde ahí nos mueve, desde ahí se impone. Y si una herida, una experiencia pasada, no está sanada, entonces seguirá doliendo.
Sin embargo, y muy lejos de la idea de que eso ya pasó y nada se puede hacer, el ser humano siempre puede tener su momento, su Kairós. Cuando esté listo, cuando haya sentido y reconocido sus reales sentimientos, entonces, probablemente tenga la oportunidad de comenzar a sanar esas antiguas, pero al mismo tiempo, muy presentes y muy reales heridas.
Los años, no dan la sabiduría solo porque han pasado. La madurez la otorga el permanente ejercicio del propio análisis, de la valentía de mirar hacia adentro y hacia el pasado, observar lo escondido y doloroso, para entonces estar listos y tomar el momento y la oportunidad de resignificar las experiencias.
Por lo que, no importa la edad, no importa ese tiempo Cronos que nos asusta y nos hace sentir culpables de lo no hecho, importa tener la conciencia de que, si ponemos un poco de atención, siempre podremos curar nuestras heridas, nuestro sufrimiento, y utilizar apropiadamente las herramientas obtenidas a lo largo de nuestra vida, cuando llegue el momento y estemos listos.
Las enfermedades o la amargura, no necesariamente aparecen a causa de un evento reciente, es muy probable que sea el resultado de años de dolor reprimido, de miedo y de culpa, que no han sido identificados, de sentimientos escondidos que piden a gritos ser atendidos para entonces, sanar y disfrutar de momentos reales y bellos que la vida nos regala.
Así que, tengamos cuidado al hablar del tiempo, de minimizar el dolor, pues el dolor reprimido no tiene caducidad, puede crecer o puede desaparecer si estamos listos para identificar nuestro momento y pedir ayuda. Un momento para que algo importante, único y especial, suceda.
Y RECUERDEN, TODO SALDRA BIEN AL FINAL. Y SI LAS COSAS NO ESTAN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.