Esas voces que susurran
“Lo consultaré con la almohada”, “algo me dice que…” Y de repente, todo un caos dentro de cada uno de nosotros. Discusiones internas que no pueden parar. Una conversación con alguien que no vemos, pero que definitivamente sentimos y no podemos dejar de escuchar.
Es nuestro interior, aquellos personajes que nos hablan, con quienes conversamos, a quienes tratamos de convencer si algo no nos parece bien. Quien nos culpa, quien nos justifica, quien nos aconseja, quien nos tranquiliza, tiene compasión o nos destruye.
Esas voces que constantemente nos hacen cuestionar lo que hacemos o lo que debemos decidir.
Y no, no estamos locos, es un diálogointerno, una conversación con nosotros mismos que constantemente se presenta para que podamos vivir y crecer.
Pero no siempre una conversación interna es tan compasiva o buena.
Resulta, que ya desde nuestra niñez y al paso de muchos años con sus días y horas, recibimos mensajes, unos hablados y otros no, por parte de quien nos cuida y lleva nuestra crianza. Aprendemos de lo que vemos en casa, convencidos de que eso es lo único que existe para responder a la vida o resolver algún problema. La única manera que tenemos para reaccionar y acomodar cosas. Todos los días y a todas horas escuchamos y aprendemos de ellos, de nuestros padres, hermanos, primos, abuelos y de quienes están presentes cada día desde que nacemos.
Por ellos, es que hemos podido sobrevivir, y por sus cuidados buenos o no, hemos podido llegar hasta aquí.
Pero al paso del tiempo, como bien lo sabemos, la convivencia traspasa las fronteras de una familia y debemos interactuar en un mundo extraño y diferente al ya conocido en nuestros primeros años de vida. Necesariamente saldremos del nido y tendremos que interactuar y comunicarnos con otras formas de ser y pensar.
Y de repente, los problemas comienzan, un choque existencial que nos muestra que existe otra cara de la vida. Y forzosamente nos confrontamos con lo ya aprendido,porque aveces no resulta bien resolver algo de la misma manera.
Nos asustamos, cuestionamos, y tal vez aprendemos cosas o formas nuevas de vivir.
Aparece entonces algún personaje por ahí que nos habla, y nos dice que esto o aquello no está bien, que somos poca cosa o que tal vez sí podemos lograr superar algún reto que se presente. Todos esos mensajes que aprendimos de los demás sobre la forma de vivir, siendo mandatos externos o por propia experiencia, forman parte de nuestro diálogo interno.
Un diálogo que nos ayuda a reflexionar, a analizar, a discutir, a cuestionar todo aquello que nos sucede cada día. Una voz interna que parece tener vida propia, y con la que necesariamente interactuamos.
Y de nuevo, no estamos locos. No es una psicosis, ni una alucinación. Normalmente el ser humano necesita pensar y estos pensamientos pueden presentarse como un diálogo interno. Analizamos algunas cosas antes de tomar decisiones, sentimos emociones ante alguna situación y las valoramos antes de actuar, o eso se supone que debemos hacer.
Mientras el ser humano crece y madura como se espera, los diálogos se volverán una muy útil herramienta de vida. Conversará más de un personaje dentro de nosotros, y darán su opinión e intentarán llegar a un acuerdo. Tomarán en cuenta todas las perspectivas para que cualquier decisión o acción, sean tomadas lo más sabiamente posible.
Cierto es que, puede darse el caso en que alguien no se tome el tiempo de reflexionar y tener este diálogo, o deja que suceda mientras se castiga sin piedad, recordando solamente los mensajes significativamente dañinos o descalificadores de los que ha sido blanco durante toda su vida. O tal vez, se deje llevar solo por su parte más primitiva o impulsiva, buscando rápidamente el placer o una solución inmediata que probablemente no tendrá un final feliz.
Dependerá siempre de esta intencionalidad y capacidad de voltear la mirada hacia uno mismo y de trabajar con nuestra madurez, con nuestras habilidades, con nuestros recuerdos, con nuestra historia.
Cada uno tiene mensajes internalizados, aprendidos, introyectados, muy profundos y con aparente inmovilidad y arraigo. Nadie se salva, y no siempre serán mensajes malos, pues de alguna manera los que recibimos antes, nos han servido para sobrevivir, para conocer el mundo, y personas enél. Sin embargo, llega un tiempo donde lo aprendido ya necesitará ser cuestionado y probablemente modificado, para lograr adaptarnos mejor a todo lo que la vida nos presenta.
Y así, adultos y con conciencia de que existimos, podremos libre y responsablemente elegir qué mandatos seguir, qué mensajes incluir y qué cualidades fortalecer. Siempre observando, afinando nuestro radar, al poner toda nuestra atención a aquello que sí es congruente con nuestro corazón y filosofía de vida.
Cada vez más fino, cada vez más consciente, hasta fortalecer en nosotros todas aquellas habilidades que ya poseemos comoparte de nuestra esencia.
¿A quién elijo escuchar? ¿A quién elijo seguir? ¿Con qué mensajes aprendidos decido quedarme?
Las respuestas llegarán con claridad, cuanto más trabajemos en nuestra persona y mejoremos nuestro diálogo interior, cuanto más conozcamos nuestra tan valiosa esencia y podamos entonces acrecentar todos los talentos de los que hemos sido dotados para ser más plenos y aportar algo mejor a la humanidad.
Entonces… ¿conversamos?
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL. Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.