La filosofía es la madre de todas las ciencias, al menos así fue considerada durante algunos siglos debido a que la razón es su herramienta principal de trabajo. “Filosofía” quiere decir “amor a la sabiduría”, y es filósofo todo aquel que ama, valga la redundancia, a la sabiduría. El filósofo no necesariamente es un sabio, pero sí es un buscador de la sabiduría, o al menos así fue con los filósofos de la antigüedad clásica, teniendo como ejemplos a dos hombres de Grecia: Platón y Aristóteles, quienes sistematizaron el pensamiento filosófico que antes estaba un tanto ‘desordenado’, y así como no hay nada nuevo bajo el sol desde los tiempos del rey Salomón, quizás tampoco exista nada más allá de los dos filósofos anteriormente nombrados. Sin embargo, y como ya se ha apuntado en otras ocasiones, que no haya nada nuevo bajo el sol ni tampoco más allá de Platón y Aristóteles, no significa que el mundo nos sea conocido e insignificante.
La filosofía, el amor a la sabiduría, nace con una pregunta y con un anhelo genuino de querer hallar una respuesta, pero no con cualquier pregunta, sino únicamente con aquella que puede transformarnos, perfeccionarnos, hacernos otros; en este sentido, los niños son filósofos por naturaleza que, al llegar a la adultez, pierden, generalmente, toda capacidad de asombro. Ejemplos de preguntas filosóficas podrían ser: ¿Quién soy? ¿Por qué existimos? ¿Hay un Dios? ¿Cuál es el origen primero de todas las cosas?, etcétera, sin embargo, alejémonos de estas interrogantes con las que todo aprendiz de filósofo comienza para centrarnos en otras dos que, aunque filosóficas, son menos frecuentes: ¿A quién servimos? y ¿con qué nos alimentamos?
La primera pregunta, por el hecho de considerar el verboide ‘servir’, nos señala una condición de subyugación. Preguntarnos ¿a quién servimos? nos señala que, de alguna manera, nuestra libertad nos ha sido coartada, ¿pero, por quién? Quizás uno podría responder que es dueño absoluto de su libertad, pero lo cierto es que siempre hay alguien o algo a que estamos sometidos voluntaria o involuntariamente. Además, es importante decir que el hecho de servirle a alguien o algo no es necesariamente negativo, pues la subyugación favorable también existe, aunque la realidad es que ésta última se presenta con mucho menos frecuencia que la servidumbre esclavizante y para ejemplo de ello basta con que volteemos a mirar a nuestra sociedad, la cual, indudablemente y por su ignorancia, está al servicio de todo aquello que intelectual, moral y espiritualmente resulta vicioso.
La segunda pregunta, ‘¿con qué nos alimentamos?’, con seguridad nos llevará a pensar en los alimentos que diariamente nos llevamos a la boca a fin de (des)nutrir a nuestro organismo, sin embargo, así como no toda servidumbre es perniciosa, no todo alimento es físico, pues lo hay también inmaterial y éste, lejos de penetrar en nosotros por el sistema gástrico, lo hace por sentidos como la vista, el olfato, el tacto y el oído, y esto es gracias a las facultades con que estamos dotados, tales como la razón, el pensamiento y la inteligencia. El alimento inmaterial no nutre a nuestro cuerpo, no directamente, sino a nuestro espíritu, entendido no desde una perspectiva religiosa, sino desde la condición misma del ser. Preguntarnos con qué nos alimentamos inmaterialmente tiene que ver con aquello de lo que nosotros nos apropiamos para ser quienes somos. La filosofía es uno de estos alimentos inmateriales, como también lo son la ciencia, la música, la poesía, la religión, la astronomía, el deporte, la profesión, etc. Considerando lo anterior, ¿física e inmaterialmente estamos bien alimentados?
Aunque no lo parezca, todo tiene que ver con todo, es decir, existe un vínculo invisible que une la idea de que no hay nada más allá de Platón y Aristóteles con las preguntas ¿a quién servimos? y ¿con qué nos alimentamos?, y el nombre de este eslabón es Angelo Altieri Megale, un filósofo del siglo XX que participó del XXI sólo por nueve años y que, entre sus haberes están la fundación de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla, así como un extenso trabajo filosófico centrado en el humanismo clásico y renacentista. Altieri Megale fue oriundo de Italia, nació en la misma tierra de Virgilio, pero en 1922 y llegó a México después de la Segunda Guerra Mundial. De Altieri es conocida su “Gramática latina”, así como sus libros sobre los presocráticos y el pensamiento romano, sin embargo, y lamentablemente, casi nada de lo que escribió puede conseguirse en los espacios virtuales, sino tan sólo, a la manera antigua, en las bibliotecas de papel. Vaya injusticia, o si lo anterior suena exagerado, qué falta de atención la nuestra al no habernos dedicado a difundir su obra. Estamos a tiempo.
De los pocos textos de Angelo Altieri que encontramos en la región digital hay uno que lleva por título “¿Qué es la cultura?”, de este escrito nacen las dos preguntas de las que ya hemos hablado así como ideas como las que siguen: «La palabra ‘cultura’ viene de ‘cultivo’, que es ‘educación’, alimento, formación. Griegos y romanos la cultura en superior (razón) e inferior (cuerpo). Practicar un oficio, servirle a alguien, era mal visto, pues el esclavo no pasaba de ser un instrumento animado que no se diferenciaba de los animales. La razón de existir de los esclavos era proporcionar los bienes necesarios a los aristócratas. Con la edad moderna cambió el paradigma y se propuso que no puede haber sabiduría cuando no se es útil a uno mismo».
Preguntarnos ¿a quién servimos? y ¿con qué nos alimentamos? es lo mismo que decir: ¿somos útiles al mundo?, ¿nuestra cultura abona a la esclavitud o a la sabiduría? Todos servimos a alguien, en el caso de Angelo Altieri, él sirvió a la sabiduría, dedicó su trabajo en las aulas a la práctica de la filosofía y a la renuncia a la esclavitud por ignorancia. Al filósofo italo-mexicano no le hemos respondido como estamos obligados, ¿será, quizás, porque servimos a la ignorancia, porque nos alimentamos de banalidad? Ya Angelo advirtió en su momento cuál es la característica del esclavo, ¿podemos decir que estamos a salvo de ser un instrumento animado?
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