¡Qué sabes tú, simple herrero, si yo soy el mejor jinete del reino! Yo puedo con eso, al fin es sólo un clavo. Y cuando la herradura se desprendió, el caballo cayó, y el jinete no tuvo más remedio que correr, y jamás pudo entregar esa carta que evitaría una batalla que provocó que el imperio se perdiera.
Cuántas cosas serían diferentes si tan solo pusiéramos un poco de atención a lo que hacemos, tal vez nos fijaríamos más en los detalles… “El diablo está en los detalles”, dirían las abuelitas.
Cosas aparentemente insignificantes pueden representar la gran diferencia entre el éxito y el fracaso.
Hemos hablado ya del dinero, de la pareja, de la crianza, del trabajo, de todo donde el hombre es un actor, cualquier lugar donde se pare…y para que todo funcione es preciso ejercitar la atención, la atención a los detalles.
Se habla de empresas, de clientes, de ventas, de emprendimiento, de profesiones, de contratos, de tratamientos médicos, de puestos en el trabajo, de relaciones románticas, títulos y más títulos profesionales. Pero nadie habla mucho de hacer las cosas bien. De fijarnos hasta en lo más pequeño para que todo cuadre.
De nada servirá toda nuestra inversión de tiempo o dinero, si no podemos demostrar y asegurar que nuestro trabajo es eficiente o de buena calidad.
¿Cómo vender un producto si está mal terminado? O, ¿cómo entregar un documento con faltas de ortografía que pueden cambiar su sentido, o de plano echar por la borda toda la formalidad del mismo? ¿cómo una persona se mantiene saludable si no pone atención a su higiene?
Hoy en día, con la idea aprendida sin saber de dónde o de quien, de que todo debe hacerse rápido, de que el tiempo es oro y no debe “perderse”, de que la tecnología hará las cosas por nosotros, estamos perdiendo la habilidad de fijarnos en cada paso que damos, en cada momento y cada detalle de nuestras tareas cotidianas. Y es posible que pueda estarse gestando toda una tragedia griega.
La paciencia, esa maravillosa virtud que nos enseña a esperar, escuchar y observar, parece ya no estar presente en nuestra vida. Cuál es la prisa, porqué tanta desesperación, porqué intentar comerse el mundo a puñados, porqué atragantarnos sin disfrutar lo que comemos.
No se ahorra tiempo, se generan desastres.
Porque sin darnos cuenta, estamos deteniendo el necesario desarrollo de nuestras capacidades cognitivas, mismas que serían un regalo para el ser humano, pues a diferencia de otras especies animales, el hombre posee herramientas valiosas que le permiten sentir, pensar, actuar, tomar decisiones, ser creativo, desarrollar proyectos y ser pleno.
Parece que el esfuerzo y un trabajo arduo ya no fuera necesario.
Sin embargo, jamás dejará de ser importante poner atención, escuchar, observar, y aunque cueste más trabajo, hacer las cosas de forma ordenada, no habrá otra manera de cambiar y mejorar.
“No es mi problema”, “así déjalo”, “es igual”, “no exageres”, son algunas frases que nos pueden limitar. Frases que provocan que un proyecto no dé el resultado esperado, o peor aún, que se venga abajo todo el esfuerzo de muchas personas.
No hay negocio que prospere, si no se tiene claro qué negocio se quiere. No se sale de una depresión si no nos esforzamos por saber lo que somos o lo que en realidad necesitamos.
Tampoco habrá un sueño realizado si no se pone atención a lo que realmente nos gusta y disfrutamos. En esos detalles encontraremos la respuesta.
Una casa no se mueve si no se mantiene limpia, ordenada y funcional. Pues todas las necesidades básicas serán cubiertas siempre y cuando tengamos claro lo que hace falta.
No es una piedra en el zapato, es cuestión de ética, de cuidar cada detalle en nuestro día a día, no sólo para evitar un problema, sino para crecer, y seguir formándonos adecuadamente en todos los aspectos.
Poner atención a los detalles nos dará más respuestas de lo que imaginamos. Tomarnos el tiempo suficiente para observar lo que hacemos y corregir lo errado, no es ser una persona lenta o tonta, es ser inteligente, prudente y sensato, características inminentes de la madurez que todos deseamos alcanzar.
Porqué seguimos saboteando nuestra vida, sabemos siempre lo que tenemos qué hacer, pero no nos gusta. La constante idea de que todo debe hacerse rápido y a la primera, no nos deja crecer. Tal vez pensamos que no merecemos ser exitosos, porque no es miedo al fracaso lo que sentimos, sino al éxito, porque éste requiere de un mayor esfuerzo y compromiso, de estar atentos a lo que pasa fuera, pero más atentos a lo que sucede dentro de cada uno de nosotros.
No somos olvidadizos o despistados, como graciosamente se piensa, y no necesariamente hay un trastorno detrás, que si bien puede ser un factor que influya, si es que lo hubiera, no es determinante para dejar de revisar nuestra historia. De qué huimos, porqué corremos, porqué nos lastimamos fracasando.
El secreto no es tan difícil de descubrir, es simple, poner atención a los detalles. Y aunque en esos detalles descubramos dolor, no habrá más camino que detenernos y ejercitar nuestras capacidades emocionales y cognitivas para reacomodar nuestras experiencias pasadas.
¿Queremos crecer? Entonces apliquemos nuestro tiempo a los detalles de la vida y de nuestro corazón, y más pronto de lo que creemos, cosas buenas pasarán.
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL. Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.