IDIOMA… Recuerdo, de mi paso por la escuela de Medicina, cuando en clase de Anatomía uno de mis compañeros se refirió a la “panza” de una mujer embarazada, y ni tardo ni perezoso el maestro lo corrigió: “abdomen”. De ahí explicó que tan mal es usar términos muy comunes al referirse a ciertas partes del cuerpo, como usar tecnicismos tipo “mesogastrio, epigastrio, o hipogastrio” cuando se consulta a una persona de no muchos conocimientos o de un bajo nivel educativo. Imaginemos nomás, decía, que un médico va a una población machista y le dice a la esposa de alguien: “Voy a revisarle el hipogastrio”. O ella o el esposo reaccionarán mal, en el mejor de los casos confundidos. Esto viene a colación (ya que estamos cerca de las posadas) por la palabra que usa reiteradamente el doctor José Antonio Martínez García, secretario de salud, cuando habla de menores de edad, por ejemplo de entre 15 y 17 años, que van a ser vacunados y dice: “Se vacunará a los de ese grupo etario”. Quizá sería mejor que dijera “a los que están en ese rango de edad”. No sé si la mayoría lo entiende, pero si no, aquí les va la explicación: “Etario proviene del latín “aeta”, que significa “edad”. De modo que el doctor está en lo correcto. El problema es que, como sugería mi maestro en Medicina, los profesionistas deben cuidar el nivel de sus términos, para que no sean ni muy técnicos ni muy corrientes, pues pueden confundir u ofender.
PODER… Hoy cambio un poco el contenido de este segmento, dejando a un lado el “poder”, para hablar de los perros. Aunque quizá no esté tan alejado este tema del propio “poder”. No se malentienda. Me refiero al concepto que enarbolaba Gandhi al señalar que la cultura de un pueblo se mide por el trato que da a sus animales. Claro, no puedo generalizar a todos los animales, los pobres, a muchos de los cuales les va muy mal en estas fiestas decembrinas (cerdos, pavos, vacunos, etc.). Por esta vez sólo me referiré a los perros, o canes, para que se oiga más eufemístico. Y esto porque sin duda los llamados mejores amigos del hombre, o, dicho según estos tiempos de lenguaje inclusivo, del ser humano, son los animales más inteligentes y expresivos y saben mostrar su sufrimiento cuando se les maltrata, ya sea físicamente o sicológicamente. En razón de esto, hago una sugerencia cara desde esta columna: en esta Navidad no regalen a los niños mascotas: ni perritos, ni gatitos, ni nada por el estilo. Y es que cuando son pequeños, los cachorros con muy simpáticos y caben en cualquier rincón, pero a medida que crecen se hacen incómodos, y gran cantidad de gentes los abandonan en su casa, es decir, ya no conviven con ellos, o de plano los echan a la calle, causando además problemas sanitarios con los que tienen que cargar los gobiernos. Esto último entre otros motivos a causa del costo que implica alimentarlos y atenderlos cuando se enferman. En conclusión, eviten que proliferen los perros callejeros, y sobre todo causar sufrimiento a seres que no pueden protestar más que ladrando o maullando. Mejor, si quieren regalarlos, rescátenlos de albergues, o de la propia calle. Así su Navidad (de ellos y de usted, lector) será más feliz… Gracias.
*Twitter: @miguelcamposr13
e-mail: [email protected]
Lic. en Letras españolas, escritor, ha publicado 37 libros y dictado alrededor de 600 conferencias; además, ha sido catedrático de las universidades Autónoma de Puebla, Pedagógica Nacional, y Realística de México, y fue Director de Cultura del Ayuntamiento de Puebla, así como Subsecretario de Cultura del Gobierno del Estado de Puebla.