Una de las reflexiones que nos dejó la IX Cumbre de las Américas es que urgen propuestas de solución viables y realistas para encarar los principales problemas que aquejan a la región como la migración irregular, un fenómeno que golpea a Estados Unidos y alcanza dimensiones continentales.
Celebro el programa de cooperación laboral de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) para incorporar entre 15 a 20 mil migrantes de Guatemala en México por año, debido a que es interesante en materia de cooperación y seguridad internacional.
También confío plenamente en que el mecanismo de trabajo bilateral planteado para fortalecer las condiciones laborales y ampliación de visas de connacionales y migrantes menores de edad en ambos países, dé beneficios inmediatos.
Y que el programa piloto para identificar y reclutar a mexicanos, principalmente del sur, en áreas esenciales de la industria de Estados Unidos, permita ampliar la oferta laboral y las oportunidades para nuestros paisanos que en su mayoría laboran en oficios y mano de obra no calificada.
Es plausible que se busque la suscripción de un memorándum de entendimiento que fortalezca programas de visas y la defensa de los derechos laborales de las personas mexicanas que laboran en los Estados Unidos. Y con esto, dar certeza jurídica a nuestros mexicanos y mexicanas que laboran allá y que muchas veces por su condición migratoria son víctimas de abuso y explotación laboral.
Sin embrago, urge mirar también al interior del país, frente a la falta de generación de empleo formal y las altas tasas de inflación que enfrentamos, que sin duda afectan los bolsillos de las familias mexicanas y especialmente en los estados que registran altos niveles migratorios.
Que quede claro, debemos incentivar las condiciones de bienestar para disminuir los índices migratorios y que la fuerza laboral que busca salir de sus países generen la riqueza en sus territorios.
Es una realidad que un sinfín de condiciones adversas, aunado a los altos índices delictivos en algunos municipios del país, obligan que miles de personas se tengan que desplazar en busca del busca del sueño americano, que en muchas ocasiones termina en una pesadilla.
Debemos invertir en programas que generen arraigo y verdaderas oportunidades a la ciudadanía para salir adelante.
De igual forma, mención especial merece la atención de los mexicanos residentes en el exterior y los migrantes en retorno olvidados en esta administración donde prácticamente los programas de apoyo han sido cancelados, convirtiéndose en verdaderos extraños para el país que los vio nacer.
No podemos ser candil de la calle y oscuridad de la casa.
Toda América debe tener el compromiso de impulsar una agenda de desarrollo y hemisférica para afrontar desafíos comunes.
Las corrientes ideológicas de los gobiernos de cada país no deben de ser un impedimento para lograr el bienestar de los pueblos.
Vicecoordinadora del Grupo Parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados*