Las empresas estamos comprometidas a generar valor compartido, las utilidades o «profits» son el oxígeno que permite a las empresas permanecer a lo largo del tiempo y puedan crecer. Sin embargo, nos podríamos cuestionar como emprendedores, si todo se vale con tal de ser rentable o «profitable».
No, definitivamente no todo se vale.
Hay varias estrategias éticas para incrementar la utilidad de un negocio, como son:
1. Lograr que los clientes actuales consuman más servicios o productos que necesitan mediante la maximización.
2. Impulsar que los clientes actuales nos compren nuevos productos o servicios.
3. Atraer clientes nuevos para incrementar las ventas.
4. Incrementar el número de transacciones.
5. Generar ahorros en los costos que no comprometan la calidad.
6. Reducir gastos sin afectar la promesa de marca, o dejar de ser socialmente responsables.
7. Lanzar al mercado nuevos productos o servicios con alto margen de utilidad.
Todas estas son prácticas válidas, éticas, y sustentables, comunes en la actividad empresarial.
Sin embargo, en contadas ocasiones, los empresarios y emprendedores podemos caer en la tentación de generar utilidades rápidas o a costa de la ética, incluso cayendo en prácticas monopólicas o fuera de la ley.
Dichas prácticas las intentamos justifícar de varias maneras, pero no dejar de ser «bad profits» o «utilidades gandallas».
Este tipo de prácticas destruyen valor y generan una muy mala imagen del sector empresarial a la comunidad.
Algunos ejemplos de «bad profits» son:
– Cajeros automáticos: el cliente pretende retirar dinero y antes de permitirle hacerlo, el cajero automático trata con insistencia de venderle un seguro, un préstamo, o algún otro servicio, incluso antes de que el cliente pueda realizar su transacción.
– Hoteles: el huésped encuentra en su habitación botellas de agua que él asume son cortesía, no notó una pequeña estampa sobre la botella con el precio y lo descubrirá cuando se le cobre al hacer el check out.
– Servicios de telefonía: es desalentador para el cliente que se acerca a cancelar su servicio y justo en ese momento le comunican que ya había planes de voz y datos mucho más atractivos. Solo se lo comunican cuando intenta cancelar el servicio.
– Servicios de Internet: es común que el cliente crea que ha contratado, por dar un ejemplo, cien megas, sin darse cuenta que lo ofrecido en letras chiquitas es «hasta cien megas, y probablemente nunca reciba esos cien megas que él creía haber contratado.
– Call centers: seguramente te ha pasado que requieres cancelar algún servicio y pasas horas intentando comunicarte sin éxito con el call center. Siendo necesario mantener el servicio, no por decisión propia sino por que es verdaderamente imposible hacerlo por vía telefónica.
– Gasolina y gas: no creo que haya muchos países en los que la publicidad de la gasolinera o gasera sea «aquí si damos litros o kilos completos». Como empresario pierdes un poco la esperanza en el país cuando cargas gasolina y en el tanque vacío de 70 litros te dice el despachador que le cupieron 85 litros. Algo similar ocurre con el gas LP.
Como sector empresarial estamos obligados a exigir y exigirnos honestidad y legalidad.
Como emprendedores, no caigamos en la tentación de generar utilidades a la mala, no se vale hacer «bad profits».