El astrónomo griego Aristarco de Samos, en el siglo tercero a. C., postuló la idea de que nuestro sistema planetario es heliocentrista, es decir, que los cuerpos celestes giran en torno al sol. Hipótesis fueron y vinieron con el transcurrir de los siglos y a pesar de que actualmente haya quienes defiendan la idea del geocentrismo, la ley que ha quedado instaurada es la de que nuestro planeta, al igual que los otros, giran en torno al sol y que éste, a su vez, se mueve de igual forma junto con otros cuerpos celestes en torno a sistemas astronómicos cada vez más y más grandes. Sí, la idea del geocentrismo ha sido rebatida científicamente y nuestro planeta no es el centro del universo, pero, en lo filosófico, ¿podríamos decir lo mismo del antropocentrismo? Es decir, ¿podríamos estar de acuerdo en que el hombre no es el centro del universo? ¿Es posible que haya universo sin una consciencia humana que atestigüe su existencia? Y es que aunque la Tierra gira en torno al sol, podríamos decir que el universo gira en torno a nosotros, concretamente, al ‘yo’.
Todos pensamos, o al menos creemos que lo hacemos. El acto de pensar, desde su origen como palabra, se relaciona con el acto de ‘contrastar’, de ‘pesar’, de ‘comparar’ ideas. A este respecto, ¿cuántas de las ideas que a nosotros llegan son realmente contrastadas, pesadas y comparadas? Pensar es importante porque sin pensamiento no existiríamos. Por el pensamiento no solamente somos, sino que nos relacionamos con el mundo y es también por el pensamiento que actuamos en la realidad. Al ‘hacer’ siempre se antepone el ‘pensar’, o al menos así debería de ser para evitar el error. Todos pensamos, pero no siempre con plena consciencia de ello, lo cual es perjudicial para nosotros, pues si por el pensamiento somos, al no tener plena consciencia de lo que pensamos, ¿qué somos? o ¿qué sabemos de lo que somos?, ¿podemos ser si no comprendemos lo que somos? No por nada Descartes dijo: «pienso, luego existo».
A la correlación armónica entre el pensar, el decir y el hacer se le denomina ‘congruencia’ y, evidentemente, a la relación disarmónica de la mencionada tríada se le llama ‘incongruencia’. La mayoría de nosotros vive incongruentemente debido a que no se mantiene en apego al orden, el inconveniente de vivir así es que la forma final de aquello que se piensa y no se relaciona con lo que se dice ni se hace resulta monstruoso, por lo que si la realidad nos parece en cierta medida inestable es debido a los monstruos que hemos producido.
El médico romano del siglo tercero, Quintus Serenus Sammonicus, escribió el poema didáctico “De medicina praecepta” en el que recomienda el uso del amuleto ‘Abracadabra’ para combatir ciertos males del cuerpo. Se desconoce el origen exacto del mencionado amuleto, así como su significado, sin embargo, se ha propuesto que se trata de una voz indoeuropea que podría traducirse como ‘lo que pienso existe cuando lo digo’. El significado de ‘Abracadabra’ tendría entonces relación con la tríada lógica del pensar, decir y hacer que ya ha sido mencionada. El ‘Abracadabra’ lo utilizó Sammonicus en un contexto médico sin embargo, es sabido que también su empleo ha sido por parte de magos, pero aquí sería oportuno que nos preguntemos: ¿la voz ‘Abracadabra’ contiene propiedades mágicas o es debido a la congruencia implícita entre el pensar, decir y hacer, y que es tan difícil de lograr, que nos parece sobrenatural? Y es que a fin de cuentas un mago no es más que un individuo que sabe materializar lo que imagina, en este sentido, todo aquel que domine su pensamiento puede considerarse un mago.
En el siglo XX encontramos una reutilización del ‘Abracadabra’, es decir del ‘lo que pienso existe cuando lo digo’, en la obra del místico Joseph Sieber Benner, quien antes de haber tomado el sendero espiritual pasó cada una de sus jornadas administrando las empresas que había heredado de su padre, labor que si bien le garantizaba el sustento diario, así como la acumulación de una considerable fortuna monetaria, no lo satisfacía vocacionalmente. Fue en un momento de crisis existencial cuando Benner abandonó lo seguro para apropiarse de lo inseguro (la vida mística) a partir de entonces mantuvo conversaciones con lo Sagrado y escribió obras como “La vida impersonal”, en la que da cuenta (aunque él no lo dice así) de su reinterpretación del ‘Abracadabra’ mediante lo que él denomina ‘Clave’; leamos:
«La Clave es la siguiente: ‘Pensar es Crear’, o ‘lo que piensas en tu corazón es lo que para ti se realiza’. Detén la lectura un momento y medita profundamente en lo dicho, de manera que se te grabe bien en la mente. Un Pensador es un Creador. Un Pensador vive siempre en el mundo de su propia creación consciente. Cuando ya sepas cómo se debe ‘pensar’, entonces podrás crear a voluntad una nueva personalidad, un nuevo ambiente o un mundo nuevo.»
‘Pensar es Crear’, dice Benner, mientras que el Abracadabra manifiesta que ‘lo que pienso existe cuando lo digo’, de esto deducimos que si el pensamiento crea, la ausencia de éste, no destruye (eso le compete a la incongruencia), sino que paraliza, esteriliza. Por el pensamiento es que existimos y por el pensamiento es que el mundo se manifiesta (dice Benner que el pensamiento crea un mundo nuevo). Pensar es algo que se hace desde el yo. Todos los días inconscientemente decimos ‘yo pienso’ y es por estas dos palabras que existimos. Los filósofos griegos de la escuela solipsista postularon que lo único seguro es el ‘yo’, lo que significa que sólo existe el ‘yo’ que esto escribe o el ‘yo’ que esto lee y todo lo demás no son más que proyecciones de uno mismo, las cuales desaparecerán cuando el ‘yo’ muera.
Decíamos al inicio que el geocentrismo fue superado, mas no así el antropocentrismo y es que por más explicaciones metafísicas que sumemos, lo único seguro que existe es lo que el yo percibe, es lo que el yo piensa, dice y hace. Sí, el mundo gira en torno al sol, pero el universo gira en torno al hombre, al yo, y cuando éste yo que ahora escribe o que ahora lee desaparezca, todo lo demás que lo rodea y que lo conforma lo hará también, pues nada hay fuera del yo.
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