Quién no ha presentido o sospechado que algo se esconde en su familia. Y casi de inmediato, apelamos a la idea de que, en ella, todo está en orden, nada malo pasa, admiro y no cuestiono lo enseñado por mis padres y abuelos. Ellos eran perfectos y debo seguir con lo que me inculcaron.
Sin embargo, algo no va bien con nuestra vida. Conscientes o no, casi podemos asegurar que hay algo que se esconde, algo que no cuadra, algo que nos incomoda y que también incomoda al resto del sistema.
Los secretos familiares son eventos o historias que suelen ser muy intensas, vergonzosas o llenas de culpa, toda una tragedia, y que se esconden con el único afán de evitar el dolor que producen al solo recordarlas, guardando apariencias, y así, “asegurándose” de que eso no sucederá otra vez. Pero no todos saben que es lo que pasa, algunas miembros del sistema conocen los hechos y poseen la información, mientras que otros la ignoran, y a todos afectan. Estos secretos, limitan la entereza y la libertad de los miembros de la familia para luego, pretender que todo va viento en popa.
Pueden ir cambiando a través de épocas y tiempos. Y aun cuando esto nos asuste, todas las familias guardan secretos, aquella información prohibida que puede ser sancionada por la sociedad y por la propia familia.
Los temas de los que tratan esos abominables secretos son, muertes violentas, algún miembro de la familia que ha estado o está en prisión, las adopciones, asuntos sexuales como un embarazo fuera del matrimonio, violaciones, otras familias formadas por el padre (la casa chica), la homosexualidad, el dinero, enfermedades, desapariciones, suicidios, traiciones y una larga lista de temas que serán juzgados según las creencias y costumbres de cada sistema, como algo tremendamente insano o peligroso, y que debe ser escondido tres metros bajo tierra.
Pero, ¿cómo afectan estos secretos a los miembros del sistema? La respuesta no es tan sencilla, sin embargo, es verdad que entre más incongruencia se viva dentro del hogar, más tensiones y estrés existirá, al descubrir, con el paso del tiempo, que lo que se vive y dice en casa, no tiene relación con la vida cotidiana, o con las necesidades de cada uno de los miembros de la familia. Y con el fin de protegerse, comienzan a generar nuevas costumbres y formas de responder, ante el peligro que representa la posibilidad de que estos secretos sean descubiertos, limitando así, a sus integrantes, a vivir libres para desarrollarse y fortalecerse.
De esta manera, una y otra generación, pueden presentar diversos trastornos que ayudan de una manera poco funcional y poco justa, a seguir con este pacto tácito. Me sacrifico, guardo el secreto y sigo perteneciendo a la manada.
Los secretos en su momento, pudieron haber sido situaciones que hoy en día se hablan con mucha más apertura y libertad a nivel social, aunque todavía con un toque de morbo por quienes no pertenecen a la familia. Y al revisar ese monstruoso evento, tal vez ya no nos parezca tan prohibido, repugnante o vergonzoso.
Y entonces entendemos que lo que se hereda o se enseña a las nuevas generaciones, no es el secreto, sino cómo se manejó, toda esa tensión y dolor acumulados a través de los años. La tristeza o depresión, los sueños rotos, los proyectos truncados, el llanto silencioso y cualquier ritual que pudiera haberse originado como defensa o única manera de sobrevivir.
Eso es justamente lo que daña, la incongruencia. Y con ella la imposibilidad de enfrentar a los ancestros por el ya conocido y terrible miedo a ser expulsado de la manada, a sentirse como un traidor una vez que “alguien” se atreve a cuestionar la historia o secreto familiar.
Sin embargo, no hay más. Será necesario hacer frente a aquellas cosas que nos asustan. Y dolerá, pues el crecimiento y los cambios profundos de vida, necesariamente conllevan un sufrimiento, pero un sufrimiento necesario e inevitable para lograr aquella liberación y felicidad que tanto se anhela.
Así que, aquellas leves o fuertes sospechas de que “algo” pasa aquí, no son producto de nuestra imaginación. Son una realidad que podemos aprender a manejar si así lo deseamos.
No será sencillo, no es magia. Es descubrir el velo y ver de frente cualquier situación que nos represente miedo y un obstáculo para nuestro crecimiento.
El proceso es doloroso, pero es posible sanar después de descubrirlo y resignificarlo, y entonces continuar con nuestra vida.
Tal vez seamos de nuevo los traidores del sistema, pero el precio es realmente bajo al compararlo con el precio y el dolor que se tienen que pagar por “pertenecer”, condicionados y condenados a guardar ese gran y espantoso secreto.
No tendremos que gritarlo a los cuatro vientos, tampoco tenemos que compartir nuestra intimidad con cualquier persona, porque es un acto de discreción y de respeto de nuestra privacidad, muy distinto al hecho de mantenerse en eterno y permanente dolor y vergüenza por algo que no fue nuestra decisión y que al paso de las generaciones nos sigue lastimando sin sentido alguno.
Somos inocentes, ajenos a todo aquello que nuestros ancestros u otros miembros de la familia vivieron o hicieron. Solo somos responsables de las decisiones que tomamos.
Sin embargo, esos secretos pueden transmitirse y lastimar a las nuevas generaciones cuando se intenta ver en dos direcciones al mismo tiempo, dividiendo nuestra atención. Por un lado, debemos estar atentos a nuestra realidad y por otro, intentamos ignorar todo aquello que sí existe, pero está prohibido. Una mente dividida, aquí nada sucede cuando sucede y de repente, la incongruencia, el síntoma y la disfuncionalidad se presentan en un lastimoso intento por mantener un equilibrio emocional y sobrevivir.
Y aunque no podremos evitar que los miedos existan en una familia, sistema complejo y colmado de emociones como relaciones existen en él, siempre podremos cambiar un poco la historia. Tal vez con nuevos secretos, con nuevos problemas o retos que superar, pero con la capacidad ahora de traerlos al presente, y trabajar con ellos de una manera mucho más saludable.
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL, Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.