“Más tarde lo hago, aún tengo mucho tiempo. Primero, debo poner las fotos en el álbum, para que mis futuros nietos las puedan disfrutar cuando nazcan.” Claro que, podríamos ser más creativos e inventar una mejor excusa para no hacer la tarea que tenemos pendiente.
Procrastinar es el acto de postergar algunas tareas importantes, que aparentemente nos resultan aburridas, fastidiosas o complicadas, aun cuando existe un holgado tiempo y ocasión para realizarlas. Puede ser cualquier cosa: una actividad escolar, un proyecto del trabajo, comenzar nuestra rutina de ejercicio, una dieta, una tesis, una charla importante, o alguna necesaria decisión que tomar.
Hasta hace poco tiempo, este término era desconocido para la mayoría de nosotros, era más utilizado en el ámbito de la salud mental. Y aunque esta palabra es ahora más popular, no significa que el acto de postergar actividades sea nuevo. De hecho, es un fenómeno recurrente en el comportamiento del ser humano.
Postergar una tarea, nos puede llevar a pensar que es algo propio de una persona holgazana o irresponsable. Y si bien esto puede ser cierto en ocasiones, o que puede deberse a algún trastorno relacionado con la concentración o un estado de ánimo depresivo, no podemos encasillarlo como algo exclusivo de estos casos.
Todos procrastinamos, sin embargo, no todos hacen crónico este comportamiento, al grado de provocar serios problemas en su vida personal, académica o laboral.
Desgraciadamente, el tema, por estar muy en boga, se ha visto como una situación poco relevante, sugiriendo en muchas ocasiones que, con unos cuantos consejos, podría manejarse y desaparecer.
Lo cierto es que procrastinar tiene que ver con la historia de cada persona, con sus hábitos, sus creencias y costumbres. Tiene que ver con cada uno de nosotros y nuestra forma de percibir el mundo. Y siempre dependerá de la tarea a realizar, y lo que ésta representa para nuestra vida.
La procrastinación genera culpa, ansiedad, frustración y otras emociones incómodas, y ante la necesidad imperiosa de calmarlas, paradójicamente comenzamos alguna acción que nos tranquiliza o divierte, postergando todavía más la tarea pendiente.
Pero es importante observar que muchas tareas que dejamos para después, tienen que ver con lo que significan para nosotros. Por ejemplo, qué pasa cuando fantaseamos con la idea de estar delgados y nos proponemos firmemente hacer algo al respecto. Pasa que, aun cuando tenemos el tiempo, la oportunidad y las ganas para comenzar a hacer ejercicio o una dieta mas saludable, que evidentemente nos llevara a cumplir con este tan anhelado objetivo, algo evita que suceda.
Aun cuando el deseo sea intenso, es probable que el hecho de adelgazar nos enfrente inevitablemente con la causa que nos llevo a comer de más, hasta llegar al sobrepeso. Pues es sabido que el comer puede disminuir la ansiedad que nos provocara algún evento traumático o doloroso.
Y como este, muchos ejemplos podrían ilustrar las causas por las que llegamos a procrastinar con tanta frecuencia. Una baja autoestima que se pone de manifiesto ante la idea de que nosotros no podremos con esta encomienda, el miedo a no poder lidiar con las consecuencias de terminar una actividad, la responsabilidad que representa el resultado, los malos hábitos en nuestra vida cotidiana, etc.
Queremos terminar algo, que aparentemente es útil o productivo, pero que al mismo tiempo puede representar inconscientemente algo peligroso para nosotros.
Todos tenemos algún poderoso motivo para posponer algo. El problema comienza cuando nuestra vida se trastorna porque no podemos controlarlo.
Como una respuesta primitiva, el ser humano necesita la gratificación inmediata. Algo que nos ayude a disminuir la incomodidad, y si bien esto puede servir, lo cierto es que también poseemos la capacidad de razonar, y es aquí donde encontramos la confrontación interna. Por un lado, sabemos nuestras responsabilidades y por otro, el deseo de desaparecer cualquier molestia que las mismas nos generen.
Es un reto permanente. Un ejercicio que el ser humano debe asumir al momento de tomar decisiones, de auto corregirse y mejorar sus hábitos y creencias respecto a lo que debe hacer en su vida.
Crecer jamás ha sido una tarea fácil. Requiere del permanente ejercicio de nuestras capacidades. De una formación o cambio de hábitos que nos lleven a planificar lo que queremos o debemos hacer, pues sucede que muchas veces, éstos no han sido los más adecuados o no se aprendieron bien durante los primeros años de vida, lo que ocasiona graves problemas en muchos adultos que intentan y no pueden terminar sus proyectos. Todos procrastinamos, mas no todos seremos procrastinadores crónicos.
¿Qué hacer entonces? Es preciso que identifiquemos qué es lo que estamos postergando y averiguar porqué justo esa tarea, nos causa ansiedad y no la podemos concluir.
Cambiar nuestros hábitos en lugar de culparnos siempre, es otra buena manera de comenzar a disminuir este incómodo comportamiento. Identificar claramente lo que queremos, y comenzar a planificar con más detalle la manera de llevarlo a cabo. Hacer abiertos y públicos nuestros compromisos para obligarnos a trabajar en ellos, y finalmente, reconocer y recompensar las tareas que sí terminemos para reforzar la idea de que concluir algo, siempre podrá ser placentero.
Ayudaría saber que, por momentos dejaremos de lado alguna tarea, y que no por eso seremos personas irresponsables, que es perfectamente normal. Y con esa sensación de tranquilidad, seguridad y amor propio, podremos resolver casi cualquier problema, concluyendo cada día más tareas pendientes. Aunque, como no es un proceso sencillo, siempre es buena idea pedir ayuda a un profesional para evitar que la postergación se apodere de nuestra vida.
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL, Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.