Por: Juan Agustín Tapia Alba
El surgimiento del líder político más importante en México, y actual presidente del país, desde hace más de 20 años y el camino que ha seguido para llegar a esa posición debiera ser motivo de un estudio serio y reflexivo por parte de sus seguidores y, sobretodo, de sus opositores. Algo dijo Sun Tzu sobre la necesidad de conocer mejor a tu adversario que a ti mismo y “… podrás pelear cien batallas sin un desastre”
El mencionado estudio sobre el perfil político y personal de López Obrador debiera hacerse sin apasionamientos ni prejuicios ridículos como aquellos que critican si se boleó o no los zapatos, se abrocha o no el saco o las eses que se le van al hablar y, aquello de que no habla inglés. Si eso fuera importante, cualquier sujeto que vista con trajes de Boss, corbatas Hermés, zapatos Ferragamo y, además fuera bilingüe o trilingüe sería presidente del país. Sin embargo, sabemos que la victoria política no es tan fácil como algunos consultores de imagen nos quieren hacer ver.
El actual presidente del país es políticamente incorrecto y un engañador de multitudes según sus detractores. Otros defectos que tiene son la necedad de sus planteamientos y su añoranza de un pasado nacionalista que el neoliberalismo debió haber borrado y superado. Sin embargo, la realidad parece darle la razón a ese peculiar personaje que ganó dos elecciones presidenciales. La última de forma indiscutible, con 53% de los votos, y cuyo apoyo popular no solo no ha caído sino alcanza 65% según la consultora Morning Consult. Es decir, dos terceras parte de la población apoyan la administración de López Obrador.
La oposición obradorista no quiere darse cuenta de lo que ha permitido que el presidente cuente con ese apoyo popular y a cambio ha formado una alianza que López Obrador detectó hace años y que él denominó el prian. Esa alianza ahora, añadió al partido que propuso a AMLO como su candidato a la Jefatura de Gobierno del, entonces, DF y dos veces a la presidencia; sin embargo, no ha logrado sus objetivos y según un comparativo que realicé, el PRI, PAN y PRD han obtenido un 40% de votos menos en promedio contra la elección previa de gobernador y los primeros dos partidos solo gobiernan en 10 de 32 estados cuando antes de la elección de 2018 gobernaban 31.
No es muy complicado suponer que algo está haciendo bien López Obrador o malo sus contrincantes, que no son pocos y cuentan con muchos recursos, entre ellos podemos incluir no solo a los partidos mencionados sino a medios de comunicación, grandes grupos empresariales y sectores académicos y de la sociedad civil. Todos ellos quieren ignorar que el gran mérito del presidente es la claridad de sus diagnósticos políticos y sociales y la cercanía que ha podido desarrollar con los sectores de la población que le apoya. Esas personas tienen rostro y mentalidad propias y no son zombies o borregos carentes de cerebro y sienten que López Obrador es quien mejor las representa.
Sin embargo, López Obrador tiene una debilidad muy grande y es su desdén teórico en los análisis que hace. Un ejemplo de ello es que en la admiración que manifiesta por Roosevelt y el New Deal que llevó a cabo en Estados Unidos en los años treinta y que Cárdenas aplicó en México, desconoce que el principal teórico de la intervención del estado en la economía que influyó en el pensamiento de aquellos líderes políticos fue Keynes, el mismo economista que sirvió de base para que la economía de los países desarrollados, después de la Segunda Guerra Mundial, experimentará un importante crecimiento bajo el modelo del Estado del Bienestar.
Es decir, si López Obrador entendiera a Keynes, su crítica al Neoliberalismo, el sistema contrario a las ideas de Keynes y el Estado del Bienestar, sería precisa y su discurso contra las ideas de Hayek y Friedman, principales ideólogos neoliberales, no parecería sacado de un manicomio. Si hubiera dedicado un poco más de tiempo a la lectura de artículos por ejemplo uno de Madariaga sobre el neoliberalismo en Chile, hubiera encontrado que existen tres elementos que permiten el desarrollo de un sistema económico y político. Esos elementos son: Ideas económicas, Instituciones políticas e Intereses empresariales.
Cuando López Obrador critica que las facultades de economía y estudios políticos de muchas universidades se han derechizado, no le falta razón. Recuerdo que el Auditorio Lenin de la Escuela Superior de Economía, del IPN, tiene murales en su interior que originalmente estaban dedicados a la imaginería marxista y revolucionaria, posteriormente se incluyó el retrato de Friedman que se puede apreciar junto al de Marx. De sobra está decir que han existido diversas modificaciones al plan de estudios de esas carreras que se han transformado debido al cambio en las ideas prevalecientes en los estudios políticos y económicos.
En el caso de las instituciones políticas, se ha popularizado la idea de que deben crearse institutos, órganos y bancos autónomos que corrijan o eviten que los ineptos burócratas echen a perder cosas como las elecciones, el gasto público y la política económica, misma que no pueden ser dejadas en manos de populistas o megalómanos que usarían el poder que tienen para destruir al país con tal de ver cumplidos sus sueños de controlar el poder y destino de todo lo relacionado con la política y economía en el país que gobiernan.
Por último, es innegable que los grandes grupos empresariales han incursionado con mucho éxito, para ellos, en la política a través de la intervención directa e indirecta de los asuntos de gobierno, no solo en México sino en el mundo. Hay obras muy interesantes para el caso estadounidense, de Robert Reich, Joseph Stiglitz y Hedrick Smith, que tampoco leyó López Obrador que ilustran cómo los empresarios, cabilderos y grupos de interés controlan el sistema político de aquel país y cómo sus acciones han perjudicado a la mayoría de su población. También muestran cómo es un requisito ser millonario para ingresar al establishment.
López Obrador debería ampliar su visión y entender que el sentido común que lo ha guiado debe complementarse con un adecuado sustento teórico para que sus críticas sociales no parezcan alucinaciones. Sin embargo, hay que ser realista, si él ha tenido el éxito que ha logrado y cada día sus opositores están más enojados y confundidos, no creo que los consejos de un pobresor universitario los considere necesarios.