Uno de los problemas más grandes que padecemos en México y en Puebla es la falta de credibilidad en las instituciones, o bien la desconfianza, como se le quiera llamar.
Por ejemplo, se ha informado que las llamadas al número 911 son en su mayoría falsas. En consecuencia, cuando alguien llama para pedir en serio y de verdad un auxilio, quienes atienden ese número (si es que hay suerte y contestan, lo cual es ooootro problema) hacen montón de preguntas para cerciorarse de que la llamada es justificada.
Igual sucede con las patrullas policiacas y en ocasiones de tránsito. De repente, en pleno tráfico vehicular de horas pico, surgen zumbando sus sirenas, molestando a los conductores, exigiendo paso libre, y nadie les cree que de verdad lleven prisa para ir a atender alguna urgencia. Casi siempre lo hacen para, validos de ese privilegio de ser autoridades, ir por una dona o una café, o simplemente llegar rápido adonde van. Hemos constatado que los automovilistas no se quitan, como si ya estuvieran hartos de estos desplantes. Pero ¿y qué tal si de verdad hay una urgencia? Hasta ahora la única institución que se salva de esto es la Cruz Roja. Ojalá que no caigan en lo mismo.
De paso, hay que cuestionar la actitud de los patrulleros que se la pasan de acá para allá, gastando gasolina y sonando sus sirenas, las cuales producen un ruido como de chirrido de quién sabe cuántos decibeles y que es muy molesto y no sirve de nada, excepto quizás para amedrentar a los ciudadanos, o para advertir a los delincuentes.
Cuidado con estas actitudes, pues la desconfianza es grave. Es como el cuento de Pedro y el lobo. Pedro gritaba: “Auxilio, el lobo.” Iban a auxiliarlo, y no había tal lobo. Así muchas veces, hasta que un día sí hubo lobo, y nadie auxilió a Pedro porque ya nadie le creía.
Hay que volver a creer en las instituciones. Sí, pero que éstas se lo ganen.
Gracias y hasta el próximo jueves.
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* Lic. en letras españolas. Escritor, autor de carca de 40 libros. Conferencista.