Cada año celebramos el día del músico…a la música! Y siempre será uno de los mejores días para recordar que esta experiencia, ya sea ejecutando, enseñando o escuchándola, es la que nos hace muchas veces encontrar sentido a cada momento de nuestra vida.
Y entonces también nos damos cuenta de que no solo es una serie de estímulos auditivos que nos hacen sentir bien, sino que hay mucho más que decir de ella.
Abre canales de comunicación, nos ayuda a sentir y movernos, a decir lo que pensamos de una manera más divertida y sencilla, sin filtros y sin sentir alguna sensación de amenaza, porque no hay peligro aparente en la música.
En cualquier lugar, en cualquier cultura, en cualquier religión, la música, nos ayuda a sobrevivir.
Sin embargo, este ejercicio, puede hacer una cosa parecida a la magia. Nos ayuda a ejercitar nuestro cerebro, nos ayuda a aprender y a estructurarnos. Por lo que podemos asegurar que enseñar a los pequeños un poco acerca de ella, de su historia y de su ejecución, favorece al aprendizaje.
La música es una combinación ordenada de sonidos y silencios en el tiempo, que se repiten formando una melodía y un ritmo determinado. Y todo esto permite desarrollar una conducta de escucha, podemos identificar emociones y disciplinar la mente, y nos ayuda aumentar nuestra capacidad de concentración.
Dependiendo del ritmo y estilo de música, podemos evocar recuerdos y sentir emociones diversas. Pues tal vez una melodía semeja una voz lamentándose por la tristeza, calmada y casi imperceptible y nos lleve así, a sentir esa misma emoción. O, por el contrario, un ritmo rápido y fuerte, podría alterar nuestra tranquilidad y llevarnos al movimiento y la alegría, o con solo escuchar una canción específica, sin problema podemos recordar alguna experiencia alegre o dolorosa.
Casi el 50% de los estímulos que nos rodean son sonidos, así que el oído es el sentido que más nos ayuda a percibir nuestro entorno. Lo que nos lleva a reflexionar acerca de que la música es la que nos puede ayudar a cambiar nuestro modo de ver el mundo.
Con la música, podemos manejar nuestras emociones si escuchamos la adecuada, pues, por ejemplo, aunque existe cierta tendencia a elegir una música triste cuando estamos tristes, lo que realmente no es de mucha ayuda, conscientemente sí es posible y mejor idea, escuchar una melodía que nos alegre el corazón, una que nos agrade, que tenga un ritmo divertido, que nos empuje literalmente a movernos, para así generar en nuestro organismo, sustancias que nos hagan sentir animados.
La música cura, la música ayuda a vivir mejor, pero debemos también saber cuál elegir y en qué momento, para hacer y sentir cosas espectaculares. Pues si bien hay melodías agradables, bien podemos poner un poco más de atención y sacar más provecho de ellas.
Así que podemos comenzar enseñando a nuestros hijos un poco de esta disciplina, que, entre otras cosas, afinan sus sentidos, estructuran su mente, mejoran su comunicación, sus relaciones interpersonales, fortaleciendo su criterio para saber elegir en un futuro, lo mejor de la vida.
Hoy en día nos preocupamos por lo que nuestros hijos ven o escuchan, y nos enojamos pidiendo a gritos que prohíban ciertas caricaturas, películas, o canciones.
Pero, ¿qué estamos haciendo en realidad? Definitivamente las cosas se aprenden donde sea, hay aprendizaje pasivo, y hay un aprendizaje consciente e intencionado. Ambos están, y no lo podemos evitar.
Sin embargo, algo sí podemos hacer, y es que además de llevarlos a las tan socorridas clases de matemáticas, de idiomas o de algún deporte, debemos enseñarles a disfrutar de una bella melodía, a tocar algún instrumento, a cantar, llevarlos a conciertos y con esto, facilitaremos este ejercicio cerebral que les ayudará a fortalecer sus redes neuronales, y entonces puedan resolver problemas fácilmente, ser creativos, y con mucha iniciativa y motivación para llevar a cabo cualquier proyecto que deseen emprender.
Claro que, de vez en cuando, y esto debe tenerse muy en cuenta, podemos también acariciar y deleitar nuestros sentidos, solo por el puro placer de hacerlo, degustando un delicioso platillo, disfrutar un rico aroma, recibir un fuerte abrazo, sentir una suave caricia, mirar un espectacular paisaje, y escuchar una hermosa melodía.
Porque no es eliminando los estímulos que nos rodean, lo que evitará que nuestros hijos aprendan “cosas malas”. Es enseñarles a apreciar las bellas artes, enseñarles a disciplinar sus sentidos y así formar en ellos, un criterio que les permita tener la claridad de identificar lo que es bueno y bello de la vida.
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL, Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.