Marco Alejandro Ramírez M.
Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, una extraña epidemia asoló al mundo. La llamaron “la enfermedad del sueño” porque extrañamente las víctimas entraban en un profundo letargo: eran como estatuas vivientes. Nadie sabía cómo había llegado esa enfermedad y mucho menos cómo combatirla, hasta que años después, un rebelde escritor y neurólogo propondría una posible solución para esta terrible enfermedad: la cura estaba en la música…
Durante la Segunda Guerra Mundial Hitler ordenó descargar más de cien toneladas de explosivos sobre Reino Unido, en medio de aquel bombardeo se encontraba un niño de seis años que logró sobrevivir milagrosamente. Su nombre era Oliver Sacks. El pequeño Oliver escaparía de los nazis hacia Canadá. El bombardeo alemán lo había marcado tan profundamente que, en su juventud, buscaría la forma de convertirse en piloto de la Fuerza Aérea, pero afortunadamente para el mundo de la medicina, sería rechazado.
Oliver Sacks estudió medicina, química y biología, pero su amor por la escritura y la música nunca lo abandonaron por eso se aventuró a recorrer Canadá y luego Estados Unidos en una vieja motocicleta escribiendo todas sus vivencias en sus famosos diarios. Mientras rodaba con su motocicleta, tenía presente a su hermano mayor quien había sufrido esquizofrenia y recordaba también una frase que su madre le había dicho: “Eres abominable”. Fue lo que exclamó cuando se enteró que Oliver era homosexual.
Para disipar esos recuerdos dolorosos, Sacks hacía mucho ejercicio y viajaba en su moto. En uno de sus viajes visitó el Hospital Monte Carmelo de Nueva York en el barrio del Bronx y fue ahí donde encontró a los pacientes que se habían quedado “dormidos” años atrás. Contra todo pronóstico, propuso suministrarles algunas drogas para padecimientos neuronales severos y añadió un elemento adicional: los estímulos musicales. Asombrosamente los pacientes volvieron del ensueño. El acontecimiento clínico fue tan sorprendente que la comunidad científica y los medios de comunicación se encargaron de divulgarlo ampliamente. Incluso, se adaptó una película titulada “Awakenings” en 1990 donde Robert de Niro tuvo el papel de uno de los pacientes que despertaron y el doctor Oliver Sacks fue interpretado el legendario Robin Williams.
Sacks tomaba nota de los casos más extraños que le llegaban a diario. Colaboró con El New York Times y el New Yorker, donde publicaba sus hallazgos. Era un escritor disfrazado de neurólogo pues su don para contar historias rebasaba la ciencia médica. Muchas de esas anécdotas clínicas vieron la luz en su libro: “Un antropólogo en Marte” de la que se desprende una historia muy famosa “El último hippie”. Es el caso de un chico que ha perdido la memoria y su único medio para regresar a la realidad es a través de la música. Por esa razón su padre buscará desesperadamente discos de Bob Dylan, Greatful Dead, The Beatles, The Rolling Stones, Buffalo Springsteen, entre otras bandas, para poder reconectar la memoria de su hijo y sacarlo del abismo del olvido. La historia es muy conmovedora y se adaptó al cine con el nombre de “The music never stoped” como la canción de Greatful Dead.
“El hombre que confundió a su esposa con un sombrero” no es un chiste surrealista. Se trata de un caso real que sufrió un maestro de música. También es el título de otro libro del Dr. Sacks en el que la música vuelve a servir como cura alternativa. Son varios y muy retorcidos los casos que lo conforman, como el de la mujer que vive permanentemente con música en su cabeza. Algo similar a lo que le ocurrió al compositor Shostákovich, que tenía una esquirla metálica alojada en su cerebro, pero se negaba a que se la retiraran pues cada vez que el músico movía la cabeza hacia la izquierda y presionaba el lóbulo temporal musical, podía generar infinidad de melodías de las que se servía para crear sus composiciones.
“The man who mistook his wife for a hat” (su título en inglés), sirvió también de inspiración para que la banda escocesa Travis, bautizara su mejor disco con aquel título, aunque los derechos de autor los obligarían a recortarlo solo a “The man who”. (El álbum fue producido por Nigel Godrich el productor de Radiohead).
El poder de la música resultó también eficaz como tratamiento de muchos de los pacientes que padecían Síndrome de Tourette (a ellos les enseñaba a tocar la batería y algunos se convirtieron en astros del jazz). Con estas y más aportaciones, Sacks ayudó a sentar las bases sobre las que el Instituto para la Música y la Función Neurológica realizara muchos estudios. Sacks también se estudiaba así mismo pues padecía prosopagnosia, un terrible padecimiento que impide reconocer los rostros de las personas -por eso se mostraba afable con todos sus pacientes, en una época en que la empatía era algo inusual-. Esa fue otra razón por la que fue visto como una luminaria del humanismo, la medicina y por supuesto de la literatura.
A lo largo de su vida, el neurólogo compasivo recibió muchos homenajes, desde Comendador de la Orden del Imperio Británico, Doctor Honoris Causa por varias universidades de Medicina, e incluso un asteroide descubierto en 2003 fue bautizado como “84928- Oliver Sacks”, en su honor. Pero su mayor mérito fue convertirse en el mejor neurólogo del mundo. Antes de morir en 2015, a causa de una metástasis, expresó en una entrevista: “No puedo fingir que no tenga miedo, pero mi sentimiento predominante es la Gratitud. He amado y he sido amado; he leído, he viajado, he escrito y escuchado mucha música”.
Ha pasado un siglo exactamente desde aquella epidemia del sueño y ahora, lidiamos con otra. Pero la lucha más compleja es aquella en la que confrontamos a diario, con la complejidad de nuestra propia mente, envuelta en ansiedad, depresión, estrés y trastornos de personalidad que nos llevan a un límite. Por eso Oliver Sacks nos invitaba, a través de sus libros, a hacerles frente a las adversidades desde una perspectiva reflexiva y por supuesto, emplear la música para armonizar nuestra mente-cuerpo y recordar que siempre habrá acontecimientos que convulsionen nuestro mundo, pero podemos salir a flote. Porque la música nunca se detendrá.

L.C.C. Marco Alejandro Ramírez Medina
Maestría en Pedagogía por la Upaep
Ganador del concurso nacional de cuento histórico por la Universidad del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos
Catedrático de Comunicación en la Escuela Militar de Sargentos
Profesor nivel Bachillerato
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