La semana que concluye estuvo animada con ecos de religiosidad. Por un lado, el presidente eligió el primer domingo de adviento para hacerse uno y guía de las masas. Por el otro se discute acerca del sino de la selección de fútbol en términos de predestinación, milagro y tragedia. Reconociendo que la marcha del 27 se organizó para contrarrestar a la del 13 de noviembre del año corriente en defensa del INE, no estaban en competencia. Una se dice ciudadana y en ella se mezcla la oposición con el voto “switcher” en modo “swinger”; esto es los “indecisos” que suelen encamarse sin remilgos con partidos e ideologías políticas aparentemente irreconciliables. Hasta dónde se sabe la inmensa mayoría de tales contingentes “volátiles” lo hicieron persuadidos y sin incentivos ocultos. La otra fue siguiendo la voluntad que dicta desde los palacios nacional y del ayuntamiento de la ciudad de México. Fue un alarde de estructura territorial y corporativismo que honró su origen en el uso patrimonialista del erario. Los números importan, así como quién los cuente, pero más las imágenes en la iconoclasia protestante entre reforma y movimientos carismáticos.
Se pudo optar por cualquier fecha para esta demostración de fidelidad a la palabra que define realidades alternas y desafía evidencias. Mientras más tiempo se tuviese para prepararla menos se habrían visto las hechuras. No se tendría que discutir si los autobuses fueron rentados (que no se sabe hayan sido “tomados prestados” por los “sospechosos comunes”), ni que el combo de Frutsi y “torta de jamón” (con la nostalgia televisa por “El Chavo”) hiciese eco de las críticas del mismísimo Dr. López Gatell (que responsabiliza al exceso de muertes acumuladas por la adicción a la chatarra). Lo que es más, se pudo haber desplegado una mejor coreografía con mayor diversidad en los vestuarios domingueros y utilería étnico-teatral. Podría buscarse el efecto de espontaneidad variopinta. Tales consideraciones se hacen irrelevantes ante la fecha. Sin compartir rito eclesial o práctica confesional única, la inmensa mayoría de los mexicanos siguen los ritmos y simbología cristiana. Existen por supuesto los que acuden semanalmente o al menos una vez al mes a templo o iglesia, pero la mayoría irá desde lo que algún preclaro llamó “catolicismo popular mexicano” de exuberante paganismo sincrético hasta el ateísmo que “respeta” tanto sus excesos como intentos de purificación en diversas pastorales. Cínicamente, cualquier fecha de asueto es libre para ser interpretada como nos venga en gana. Y así es que llegamos al primer domingo de adviento con que formalmente comienza el periodo de cara a las navidades (incluyendo a la epifanía).
Al abrir ese periodo haciéndose uno con la masa, el presidente retoma su papel no como primer ciudadano sino como sumo pontífice del credo que es simultáneamente popular, cristiano y nacionalista. De ahí que antes que oximorón hay gozo en la fricción de los términos que eligió—“humanismo mexicano”—como eufemismo a su evangelio. No se incorporará a biblia o constitución alguna, sí al catecismo que todos podemos reconocer por temor o convencimiento desde el nacimiento propio de la formación virreinal. Mostrándose tal cuál es—sin esconder las malas artes del acarreo, el condicionamiento de programas sociales, la compra de pobres y corrupción discursiva, para ser inscrito en fotografías, videos, caricaturas y columnas de opinión en los medios del país y portadas internacionales—reivindica su liderazgo. Él es él y no se parece a nadie, no habrá otro igual, pero puede ungir a la primera. De ahí que no sea sino inevitable sea él también quién nos traiga la buena nueva.
Al mismo tiempo, el empate ante Polonia del martes 22, derrota contra argentina el sábado 26, seguido de la insuficiente victoria ante Arabia Saudita el miércoles 30, nos obligan a rumiar el fracaso futbolero. Por principio de cuentas una suerte de “predestinación” niega a México el “quinto partido” (octavos de final) a menos que sea el país anfitrión. Después de la tragedia de Argentina 78 (con su cauda de suicidios y horrores asociados), no se había perdido en fase de grupos. Habiendo calificado en serie desde Estados Unidos 94, para ser derrotados en el cuarto partido, quedan pues ambas instancias de predestinación canceladas. Ni se es parte de élite ninguna ni se tendrá ese partido por otros cuatro años; a saber. Dada la agonía con que se jugó simultáneamente el tercer cotejo de grupo se esperaba un milagro que no llegó. Ni Argentina le clavó a Polonia el tercero, como México tampoco a los sauditas. Entrados en agónico tiempo de compensación fue para recibir la puntilla. Con eso se selló el naufragio que se vivirá como tragicomedia. Y lo será porque no hay ninguna razón para que el equipo destaque a nivel internacional. Hasta ahora habían cumplido con ser parte del coro y animar los eventos “mundialistas” por todos los rincones del orbe. Las anécdotas de connacionales luciendo estrafalarios atuendos e incurriendo en estrambóticos sinsentidos forman un álbum del recuerdo superior a las hazañas deportivas. Se tiene en el desechable director técnico al chivo expiatorio perfecto. No sólo es extranjero, también “pecho frío” y distante. Imposible cumpliese con el encargo de transubstanciación. Para eso está el presidente y con ambas certezas nos iremos de larga fiesta conjugando una y todas las formas de celebrar navidades. Por eso es por lo que no queremos ni necesitamos “carácter nacional” ninguno. Nos basta con inspiradas chorradas.