A veces, cuando una persona comienza a quedarse sola, su vida suele convertirse en algo estresante, triste y hasta aterradora.
Y de repente, todo lo que hacía ya no tiene razón de ser, pues los cuidados que daban a sus hijos, por ejemplo, ahora ya no son necesarios, lo que creía que era importante, ya no tiene impacto en nadie. O al menos eso siente.
Nos asusta la edad y lo que pueda venir después. Así que algunos síntomas, tanto emocionales como somáticos, se presentan en aquella persona, sea la madre, el padre, los abuelos, o algún tío, que se está quedando sola y que se presenta desvalida ante la mirada de quienes están cerca de ella. Y quienes les rodean, se entristecen o desesperan, la culpa se apodera de ellos, y de inmediato intentan llenarlos de actividades, para tranquilizar su propia ansiedad. Porque en realidad no es seguro que así sea para los abuelos…
Muchas ideas llegan a nuestra mente, por el miedo a no saber que hacer y perder al ser amado, o de plano por el miedo a tener que cuidarlo, solemos sugerir, para que se entretenga, hacer actividades que probablemente no disfrute. Interminables visitas a los médicos, esperando escuchar no sé cuántos diagnósticos, que tal vez no sean reales.
No siempre será mala idea, pues las actividades mentales o físicas, ayudan a mantenernos despiertos y saludables. Sin embargo, no debieran ser acciones que rellenen los espacios, solo para entretenerse.
Sino que sirvan de motivación, para retomar aquellos proyectos que se han dejado de lado por cuidar de la familia, por hacerse cargo de las finanzas, por esmerarse en agradar al otro, por cumplir.
Cierto es que no podemos generalizar jamás. Pues muchas personas, hasta le último día de su vida, han luchado por cumplir sus propios sueños, además de cuidar a los suyos. Que tal vez no necesiten más que seguir su camino, y disfrutar de la compañía de quienes le rodean y ayudar a las personas que aman.
Desgraciadamente, ante esta sensación de poca utilidad o servicio al otro, y poniendo como pretexto “la edad”, muchas personas aun jóvenes, se desaniman y creen en verdad que en este momento de sus vidas no hay nada nuevo o interesante por hacer.
Así que, por un lado, tenemos a los hijos con culpa y por el otro, unos padres con un deteriorado sentido de vida. Mala combinación.
El proceso del nido vacío, o del reencuentro, no es algo que se pueda evitar, y de ninguna manera nos salvaremos de la tristeza que estos cambios provocan. Mucho menos evitaremos confrontarnos con nuestra historia que nos pide a gritos ser vista, reevaluada e integrada a nuestra situación actual.
La sensación de ser malagradecido, y la deficiente capacidad por comenzar una etapa de vida nueva y diferente, genera en los hijos, una necesidad de compensar a como de lugar, su angustia, y, por lo tanto, de dar lo que muchas veces los padres no necesitan.
Las etapas del ciclo vital cambian, y es tiempo de que el cuidado de los hijos deba ser aceptado, es necesario y vale la pena escucharlos.
Tal vez, se piensa que, porque no se estudió una profesión, nada interesante hay por hacer. Pero la realidad es que si bien las personas que siempre han trabajado dentro y fuera de casa, tienen más opciones o claridad en lo que quieren para su futuro, también existe la posibilidad de que, quienes se dedicaron solo al cuidado de su hogar, logren emprender algún proyecto que les sea interesante y beneficioso.
Aun hay muchas cosas por hacer, pero lo importante es recordar, identificar lo que nos gusta, lo que hemos soñado siempre, y llevar a cabo estas tareas que pospusimos por años.
Todavía hay cosas por compartir con la humanidad, mucho que dar, se puede ayudar a los hijos de muchas maneras, pero también se puede seguir trabajando en las propias historias, acomodando experiencias dolorosas, reestructurando relaciones familiares, para entonces, tener más claridad del camino que se debe seguir.
También hay mucho que seguir aprendiendo y enseñando, porque nunca se deja de formar a los hijos, no importa la edad que ellos tengan, solo ver a una madre o a un padre que también siguen creciendo, y convirtiéndose en personas cada vez mas sabias, será siempre un gran regalo y la mejor herencia que se pueda tener.
No se trata de que los padres se entretengan para que los hijos lidien con la propia culpa, al creer que los han abandonado al seguir su camino. Se trata de apoyarles y confiar en que sus padres tienen el derecho a ser respetados, escuchados y sobre todo, a trabajar en sus sueños, convirtiéndose así, en personas plenas que sigan brindando cosas buenas e interesantes a todos los que le rodean.
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL, Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.