El más reciente escándalo de plagio exhibido por el investigador Guillermo Sheridan se ha concentrado en una de sus involucradas antes que en la normalidad del delito, mala práctica y violación de fe pública. Por ser una ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que busca ser electa como ministra presidenta, así como haber sido propuesta para ambos cargos por el presidente de la república, es que la atención se enfoca en ella. Hacerlo impide apreciar la gravedad del asunto. Sabemos ya que la tesis que Yasmín Esquivel Mossa defendió en 1987 había sido presentada por un sustentante el año anterior (1986), también que hay una jerarquía reconocida entre las unidades académicas de la UNAM. Aunque legalmente los títulos tienen la misma validez, no son comparables los recursos humanos y materiales de la Facultad de Derecho en Ciudad Universitaria con los de la Facultad de Estudios Superiores (Aragón) donde se presentó por segunda vez. Lo que une a las tesis es la misma tutora, directora y asesora. En ausencia de un seminario conjunto para sus tesistas es que es dable suponer ella las marchanteó. Tiene en su haber alrededor de quinientas. Además de ser una cifra fuera de serie, en el registro son notorias las repeticiones de los títulos y una búsqueda mínima de coincidencias por el periódico EL PAÍSha demostrado ya el patrón y proceso de plagio. Hasta ahí todos compartimos la misma información.
Divergimos en la apreciación de la gravedad del asunto comenzando por el presidente de la república. Durante la mañanera inmediata al escándalo del día 21 del mes y año en curso atajó que el potencial pecadillo de la joven postulante es irrelevante ante la insinuada actitud del investigador Sheridan y el empresario editorial Enrique Krauze respecto al “neolioberalismo”. Posteriormente y ante la abrumadora evidencia del plagio dejó a la UNAM aclare quién copió a quién y proceda como corresponda. La primera es una más de sus bravatas, pues Sheridan lo dio a conocer en el sitio LatinUS (no en LETRAS LIBRES de editorial Clío ni tampoco en su columna semanal del EL UNIVERSAL). Lo segundo abre la puerta para que sea la UNAM bajo las presiones a las que se le someterá lo que defina el desenlace del irigote. Evitó pronunciarse sobre lo que entre tanto debe hacer la ministra. Ella ha hecho público su “posicionamiento” en el que se dice víctima de un complot, alegando que es a ella a la que le robaron una investigación en proceso iniciada en 1985, así como que la acusación busca descarrilar su candidatura, para rematar que no se recusa, sino que de hecho la ganará. Antes la docente, con dotes de emprendedora de las tesis, había usado la peregrina defensa de misoginia. Que todo obedecía al rencor de machos tóxicos ante el avance de las mujeres. Indudablemente que el “timing” es político. Si se hizo por encargo como han deslizado Jorge Castañeda en su columna de NEXOS y Peniley Ramírez en REFORMA o no, como el mismo Sheridan ha acotado, es lo de menos. Por un lado, Sheridan ha mantenido una confrontación directa contra la alcahuetería académica. Destacan en ello los excesos del Conacyt al reconocer como investigadores eméritos a plagiadores contumaces como el fiscal Geertz Manero, las sumas extraordinarias de fondos para negocios familiares del mediático doble doctor Ackerman y una larga lista de personajes como el director del CIDE, Romero Tellaeche. Sheridan no necesita que le den cuerda para algo que suponemos él entiende como parte de su trabajo. Desenmascarar farsantes, maleantes, e impostores es la parte más visiblemente política de su labor.
Ahora bien, es imposible que nadie, sea en la FES Aragón o en la Facultad de Derecho de la UNAM, no hubiese notado el modus operandi (y vivendi) de la docente Martha Rodríguez. Colegas, coordinadores de programa, directores de unidades académicas, secretarias y personal de las oficinas de Dirección General de Administración Escolar (DGAE) deben haber notado lo nutrido de sus cohortes de tesistas, así como la reiteración de las tesis presentadas. Eso nos deja con dos posibilidades. O bien la maestra no es una anomalía sino otra más de las empresarias del ramo traficando tesis y no sabemos qué más desde calificaciones hasta artículos, o bien, parte de la chacota institucional es no decir nada para así lograr la deseada igualdad en la bajeza. Si de algo sirven los indicadores del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) es que podemos ponderar con ellos promedios de productividad. La presión por los casi treinta años que duró el Padrón Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) al que deberían afiliarse preferentemente los investigadores nacionales, desde 1991 hasta su ocaso reciente con el descentralizado Sistema Nacional de Posgrado (SNP), impuso cuotas independientemente de la calidad. Eran los indicadores numéricos revisados por bases de datos y robots antes que pares académicos, leyendo con cuidado los expedientes y sopesando sus productos, lo que se acusa de haber promovido malas prácticas como el plagio. Y, aun así, quinientas tesis en cuatro décadas es excesivo. Dirigir a diez tesistas por año no es remotamente posible en un sistema con estándares de calidad mínimos. Sí en una maquiladora produciendo para los tianguis versiones de segundas, terceras o cuartas clonaciones. En su descargo la maestra no es investigadora nacional, sino docente de la FES y colaboradora en la Facultad de Derecho. Aun sin acusaciones de “corrupción” nos deja ver que la “promoción social”, esto es que salgan todos como sea, hizo bien en deshacerse de las tesis pues lo que importa son los documentos antes que la formación o capacidad de los egresados. Eso partiendo de la universidad que se ostenta como el estándar aspiracional para las instituciones de educación superior públicas. Las florituras de “máxima casa de estudios” son ridiculeces defensivas y burla para quienes entienden que de ese muy básico “piso” que imaginamos es de cemento pulido se ha de mejorar sin mucho esfuerzo. Basta con que cumplan todos con su trabajo puntualmente y estén debidamente supervisados por pares de varias generaciones, manteniéndose honestos en competencia y solidaridad, cooperación y conflicto.
Dudo la docente reparta dinero a sus colegas en la FES y Facultad para participar en pantomimas de exámenes profesionales y reuniones de avances de las tesis que vende, que las secretarias y personal administrativo esperen su mochada. Sabemos que son los fotógrafos y quienes rentan togas, birretes y venden anillos de graduación entre otras baratijas los que a la sombra de la institución lo hacen como la maestra. Tampoco creo tenga en sus archivos evidencia de los primeros borradores de los proyectos de investigación, lleve bitácoras de trabajo o conserve minutas de nada. Que, y no hay manera de soslayarlo, solo es así—demostrando el proceso en todas sus fases—como se aclaran las controversias de plagio. Los profesionales los tienen y abarrotan sus cubículos y casas con archivos muertos que no lo son. No solo cumplen esa función negativa de prepararse para juicios inexistentes ahí donde la educación es lo más devaluado. Tienen antes bien el mérito de poder documentar la trayectoria de cada estudiante, las relaciones entre ellos en ramilletes y verdaderas genealogías intergeneracionales. Así como las tesis son la mayor muestra de orgullo en los buenos programas y se exhiben en libreros especiales para embellecer las salas de exámenes, así los expedientes de cada alumno en relación con los demás son un testamento a la probidad, rigurosidad y tesón que dan bien ganada altanería. Cada que se escribe una carta de recomendación a favor de algún egresado se lee con cariño la tesis de grado contra el primer borrador del proyecto. A ellos les puede dar vergüenza revisarlo, pero es la forma en que quienes las escriben pueden estar seguros de lo mucho que se esforzaron y aprendieron los involucrados. Del potencial que sin saber tenían cultivaron, enseñándose a dominar sus malos hábitos. No hay atajos, solo el trabajo denodado y bajo estricta supervisión sabiendo mantener el rumbo hacia buen puerto. Con eso es que pueden ir avituallados moral e intelectualmente a mejores instituciones y programas para competir. De ahí es que obtenemos la certeza de que todo esfuerzo (para ellos, sus familias y nuestras pertenencias de clase) tiene sentido, así como los inesperados momentos de gloria colonial. Eso por supuesto cuando no se quedan a languidecer en la misma institución repitiendo el proceso con los atajos, chanchullos, cochupos y porquerías desbordados en este y “buti” casos más.
Dudo también la docente y la ministra guarden nada de ello en sus archivos. Dirán que entre mudanzas y divorcios se pierde más que en los naufragios. Casi tendrían razón, no así respecto a las tesis si es que fuesen profesionales. No espero renuncia o sanción para ninguna, tampoco reivindicación honorable de parte de la UNAM y sus comisiones a modo. Sí que cuidando su extraordinario presupuesto haga lo que procede y se acomode al poder y a la simulación. Antaño como en hogaño ahí en y en “el aparato”: ¡la mediocridad prevalece!