De profunda raigambre en el sur de España y transculturada ahí desde Levante para después traérnosla, el arte de observar los primeros días para predecir el clima del resto del año se ha tornado en entretenimiento. No sólo por la crisis del cambio climático sino simplemente porque los mexicanos ocupados en la agricultura son ya minoritarios. Los rituales y prácticas como la bendición de semillas el dos de febrero entre los regnícolas de los valles adyacentes a la Puebla del Malamorts palidecen ante prácticas paganas como los compadrazgos por “vestir niños dios” o bien el atracón directo de tamales sin liturgia alguna. De cualquier manera, las cabañuelas perviven como reliquia y hay forma de hacerlas directas del día primero al doce y viceversa del trece al veinticuatro (en capirucho) así como complejos contrapunteos cuyo propósito es no concluir nada. Dudo confundan a nadie pues son una indulgencia para mantenernos entretenidos en la más que real “cuesta de enero”, los vanos intentos por un “Dry January” (no beber alcohol durante enero en penitencia por los excesos decembrinos), cuando no los inútiles propósitos de año nuevo que llevan a algunos a actualizar sus mensualidades en gimnasios abandonados desde marzo del año pasado para volver a hacer lo mismo, pero ahora en febrero. Así, son material de cháchara y chacota, que, como bien sabemos es la mayoría de la comunicación verbal, escrita y sobre todo mediática en variables proporciones.
Haciendo eco de lo anterior, si desplazamos las cabañuelas de su nicho agrícola-climático al político-electoral en México, nos espera un año de confrontación. Por principio de cuentas la aun amorfa oposición, delimitada sólo por su malquerencia a la figura presidencial y lo que él con los suyos llaman la “transformación”, le asestó un golpe. En términos de esgrima “arrestó” (paró en seco por la fuerza de un hierro bien puesto) su plan de hacerse del poder judicial. Tras proponer y hacer elegir a cuatro jueces “a modo” en la Suprema Corte de Justicia de la Nación esperaba que votasen a la más leal a él como su presidenta. La genuflexión del ministro presidente saliente funcionó, pero ahora podría profundizarse con ella y los que le faltan por nombrar. Dado el trabajo político del investigador Guillermo Sheridan, denunciando el carácter espurio de la misma ministra por un innegable plagio de su tesis de licenciatura (que invalida por ende su carrera desde entonces), los ministros no tuvieron empacho al desdeñarla. Antes bien dieron un revés con la elección de la ministra Norma Piña. El presidente acusó de recibo al acotar que la ministra presidenta ha sido consistente en su rechazo a sus “transformadores” intentos. Acto seguido comenzó una campaña de radicalización y desenfreno justificando el plagio y sus políticas clientelares de compra de lealtades sin escatimar calificativos contra lo que él considera una “pandilla de rufianes”. En esa pandilla, debe entenderse, caben no sólo Sheridan y “la intelectualidad”, sino todo aquel que ose dudar de su profética palabra.
Ambos bandos, definidos por el presidente bajo el ultimátum de “conmigo o contra mí”, se han engallado y leen diferentemente el descarrilamiento de la candidatura de la ministra plagiadora (con la consecuente condena al oprobio). Si es que fuese una victoria, no se sabe aún si es pírrica en una “guerra de posiciones” (que nadie salió de su puesto para pelearla), o es una bengala que traza como deberán ordenarse para pasar a “cargas”. No hay que olvidar que será en este 2023 cuando se elija a quiénes competirán por la presidencia y demás cargos de elección federal del 2024. Sin duda, el madruguete navideño fue más doloroso porque la interpretación de las cabañuelas ocurre bajo la pesada sombra de la reunión trilateral con Canadá y los Estados Unidos la semana entrante en la Ciudad de México. Amén de la crisis migratoria, que ocupa a México como terreno de desgaste mientras los partidos Demócrata y Republicano usan para golpearse manteniendo el statu quo de Trump, la mano que mece la cuna abrió frentes en Ciudad Juárez y Culiacán. Si bien todos sabemos ya por homónimo libro que LOS CÁRTELES NO EXISTEN (de Oswaldo Zavala), pero las pandillas y organizaciones de crimen organizado que se encargan de las esferas de producción y circulación de mercancías y dineros del “narco” sí, son rastreables por las biografías y prontuarios de sus integrantes, alianzas matrimoniales, compadrazgos, diagramas de parentesco, uso de empresas fantasma, rutas y territorios. Los golpes se concentraron en el grupo que ha recibido más visitas presidenciales y gasto para su terruño. El bien ejecutado pero insensato escape de los Mexicles del CERESO 3 de Juárez produjo el operativo en Culiacán la misma semana. Del primero tenemos la filtración de la foto del jefe de la pandilla como trofeo de caza abatido, demandando la entrega de los otros. Son regalos “de reyes” para Biden, pero no fueron dados en buena voluntad sino coaccionados. La Casa Blanca puede ignorar lo que pasa en México imponiendo los términos de la relación. Tanto la política externa como la interna pasan por ellos y no hay forma más elocuente que desangrándonos.
El 2023 será pues de pugna constante. El presidente López Obrador tuvo éxito en reducirla a dos bandos. Usando los arcaísmos “nacional-popular” para los suyos y de “traidores entreguistas extranjerizantes” para el estigmatizado “bloque neoliberal” de los contrarios, logró que la estrategia de atrición no dé para más. Vendrán las definiciones y escaramuzas buscando destaquen en ellas, se curtan, y prueben liderazgos. Al hacerlo y sin proponérselo deja abierto el desenlace de pues nada garantiza nada fuera de la organización e ideologización de cuadros disciplinados. Con esa incertidumbre comeremos rosca esperando no nos salga “el muñeco”.