Derivado del asesinato de dos altos mandos castrenses iraníes, ejecutados por las fuerzas militares norteamericanas, la tensión en Oriente Medio ha escalado (como era de esperarse) en al menos dos vertientes; la primera, la del gobierno Iraní, y por otro lado la de los grupos radicales descontentos con la presencia norteamericana en la región, de los cuales se cuentan al menos cuatro con capacidad armada para implementar tanto una defensa (o al menos así lo ven ellos) de su territorio, costumbres y cultura, como también una de la zona marítima por donde navegan las embarcaciones petroleras que distribuyen el commodity más utilizado en el mundo para estabilizar economías y zanjar compromisos, lo anterior sin dejar de lado a las organizaciones con fuertes lazos con la cultura del terror, mismas que, con seguridad, ven en estos hechos la mayor oportunidad de darle validez a su ideología destructiva.
Para México, aunque pudiera pensarse en un escenario de beneficio por el incremento en el precio del barril de petróleo, se presenta un panorama claroscuro ya que, por un lado, el SAT recientemente ha cerrado sus coberturas petroleras, lo que se puede traducir a un margen limitado de maniobra para aprovechar la situación y, por el otro, un incremento en los precios del crudo que, si bien incrementarían la recaudación para el gobierno, operaría en contra de los ciudadanos pues la mayor parte del combustible que se comercializa en el país es importado, lo que redundaría en un incremento en la gasolina que los mexicanos utilizan en su vida cotidiana.
En materia política, las recientes tensiones entre México y Estados Unidos pueden incidir en que este último utilice la firma del T-MEC (pendiente aún) como as bajo la manga para que, al seno de la ONU, México se pronuncie como uno más de los países a favor de las acciones norteamericanas en medio oriente.
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