Ernesto Ordaz
“Nuestra comida debería ser nuestra medicina y nuestra medicina debería ser nuestra comida” (Hipócrates)
Indudablemente, la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2 (COVID-19) ha provocado que todos hagamos una gran pausa en nuestras vidas, algunos han sufrido un encierro mayor, pero todos tenemos como propósito evitar contagiarnos y enfermar. Un efecto de la globalización es la rapidez de la propagación del virus, además que es altamente contagioso. Aún cuando tuvimos oportunidad de tomar medidas preventivas, lamentablemente, hay fallecidos y contagiados. Al concluir esta etapa, el mundo no será igual, habremos de cambiar nuestras actitudes y visiones pues tendremos que enfrentar los nuevos retos. Reconstruirnos o reestructurarnos.
En esta circunstancia, reflexiono sobre las carencias alimentarias y de agua potable de segmentos de mi comunidad. Resulta increíble que, en esta época de grandes “avances tecnológicos” y de información, todavía estemos lejos de que el individuo tenga satisfechas sus necesidades esenciales. ¿Qué es lo esencial para el ser humano? Aire limpio para respirar, agua potable salubre y alimentación nutritiva; las que están previstas como derechos humanos y, por ende, reconocidas en nuestra Constitución Federal (artículo 4).
En ese contexto, las autoridades tienen la obligación de proteger y garantizar una alimentación sana, nutritiva. México ha realizado esfuerzos por legislar al respecto, existen al menos unas diez legislaciones relacionadas con el derecho a la alimentación, además de los Tratados Internacionales celebrados, todas con el objeto de lograr una sociedad sana. Lógicamente, una persona bien alimentada e hidratada puede sobrellevar de mejor manera cualquier enfermedad. Y, si consideramos las recomendaciones ante el virus, todas se relacionan con lavarse las manos, bañarse, mantenerse hidratados y comer bien, aunque han señalado a una población vulnerable, además de los mayores a sesenta años, aquellas relacionadas con enfermedades vinculadas a problemas alimentarios.
En efecto, paradójicamente, hay muertes por hambre y por obesidad. “No hay nada nuevo bajo el sol”. Las carencias en agua potable y alimentación son un problema complejo y añejo. La sobrepoblación, la falta de educación, la distribución desigual de la riqueza. A pesar de los esfuerzos realizados, lejos estamos de garantizar el derecho a una alimentación nutritiva, suficiente y de calidad, en los términos señalados en la norma constitucional. Y la población, mientras tanto, está indefensa.
¿Y qué podemos hacer? Todavía se puede hacer mucho, ahí considero que el federalismo y, principalmente, el fortalecimiento del municipio libre puede generar opciones benéficas en pro de una soberanía alimentaria. Si bien los teóricos expresan que las instituciones vigentes han perdido credibilidad, que incluso nos encontramos en una etapa previa al “Estado de Excepción”, estoy convencido que las autoridades están en posibilidad de hacer cumplir la Constitución Federal.
Asimismo, la población en lo particular puede participar y apoyar, a través de acciones conjuntas gobierno-sociedad, se trata de colaborar por un bien común, DAR, ser empáticos y generosos compartiendo con los que sufren carencias.
Por supuesto que no es un tema sencillo y requiere de actos multidisciplinarios, pero debemos actuar con responsabilidad y alejarnos de los modelos asistenciales para pasar a enseñar a los mexicanos a proveerse de su alimento. Además, resulta indispensable una gran INVERSIÓN. Por un lado, educar, generando una identidad de MEXICANO, educar para evitar la contaminación de las aguas, aire y tierra; para acortar las brechas culturales, sociales, económicas.
Todos debemos participar, evitando abusos en los involucrados en las cadenas de producción, distribución y comercialización de los alimentos y sus insumos; desincentivar los alimentos dañinos a la salud, evitar las semillas genéticamente modificadas, impedir la contaminación y degradación de los suelos, generar proyectos productivos con inversión en infraestructura, mercados locales que funcionen y mecanismos legales para vigilar y sancionar los excesos.
A través del Municipio, orden que tiene mayor cercanía con la población, se puede fortalecer y promover el consumo local, apoyar la producción y siembra local, generando marcas propias de la región que representen identidad y calidad de productos; integrar esas producciones a los mercados locales, promover el consumo de productos locales de manera preferente, es decir, propagar mercados locales en la producción de alimentos, garantizando acceso a semillas, agua, tecnologías e insumos; valorar al productor agrícola y la vida en el campo, dándole todo lo necesario para reconocer su importancia y hacer atractiva la vida rural. Y, de ser posible, sembrar árboles frutales en parques, jardines y en las aceras posibles.
Es momento de actuar y tomar decisiones, no es oportunidad de promoción ni altruismo, se trata de hacer cumplir un derecho humano, generar un beneficio para los mexicanos. El objetivo es la autosuficiencia alimentaria, por región y luego, nacional. Comer bien, vivir mejor y heredar, con responsabilidad, un futuro próspero a las nuevas generaciones de mexicanos.
Hoy más que nunca resulta aplicable la frase de John F. Kennedy: “No preguntes por lo que tu país puede hacer por ti, pregúntate qué puedes tú hacer por tu país”. No hay más, el futuro es hoy. ¡Puebla cuenta con nosotros!