Guillermo Cobos
Cientos sino es que miles de artículos y libros se han escrito a este respecto. De igual manera han salido infinidad de guías para los padres de familia para poder entender y poder orientar sus conductas respecto al manejo y administración de la tecnología a la que tienen al alcance sus hijos.
En esta época de confinamiento, los hijos tienen la enorme posibilidad de disponer de más tiempo con sus dispositivos electrónicos en sus manos. Desde que amanece, las clases por videoconferencia los llevan a sentarse y a aprender con esta nueva modalidad. Ya la convivencia con sus amigos y compañeros de clase se circunscribe a lo que el alumno responde cuando el profesor lanza una pregunta abierta o dirigida a algún alumno en particular. Y me refiero en momentos de clase, porque fuera de ella, dedican horas enteras en estar chateando o viéndose por cualquier cantidad de aplicaciones de video y/o audio.
De igual forma los padres y/o madres de familia que ahora trabajan en casa, de igual forma destinan una gran cantidad de tiempo detrás del monitor de la computadora. La combinación de la toma de clases de los hijos y el teletrabajo de los padres, puede dar como resultado un aislamiento muy peligroso de la familia, aunque esté confinada en casa sin “salir” de ella.
Lo cierto es que cada quien está atendiendo sus “deberes”. Pero existe la enorme posibilidad de caer en que todos y cada uno de los integrantes de la familia, queden absolutamente aislados de ella, aunque físicamente están con ella.
Esta situación puede traer consecuencias nada deseables para la sana convivencia y crecimiento afectivo de la familia. Resulta que la luz que emiten las pantallas de los dispositivos electrónicos, está diseñada para mantener la vista invariablemente en dichos monitores produciendo adicción a los dispositivos.
Día con día hay estudios que concluyen que el uso excesivo de dispositivos puede llegar a provocar trastornos en el lenguaje, falta de concentración, irritabilidad, ansiedad y alteraciones en el sueño de los pequeños. Y esto no es única y exclusivamente imputable a la sobre exposición de las pantallas por sí mismas, sino al mundo de las redes sociales que representa un poderosísimo magnetismo que mantiene pegados a los menores en sus haberes. Y es que esto no solo es privativo de los menores. También los mayores son presas del peligro que la dopamina secretada por las recompensas instantáneas que recibimos por el uso de las redes sociales y los juegos, hacen que caigamos en las prácticas de estar horas enteras con dispositivos móviles en nuestras manos.
Para esto, ¿qué podemos hacer?. La respuesta es muy simple. Definir horarios de uso de los dispositivos que nos permitan alzar la cabeza y mirar al familiar que está cerca de nosotros y convivir realmente con el. No nos podemos dar el lujo de que esta pandemia, pase sin aprovechar la enorme oportunidad para crecer como familia. Tenemos que experimentar lo que habíamos dejado de vivir antes de la pandemia con conductas de vivir la vida de prisa, sin reparar en las necesidades de los demás, en pocas palabras, sin vivir plenamente y disfrutar la vida que se nos ha dado gratuitamente.
Si bien en esta época de confinamiento hay una gran cantidad de recursos de un alto valor, nada se compara con el valor de poder abrazar a nuestros hijos a la edad que tienen y jugar con ellos, ya sea un juego de mesa, leer juntos un libro, o hasta disfrutar una película en familia como hace mucho tiempo no lo podíamos hacer. ¿Y tu, cómo haz aprovechado esta pandemia?
Sígueme en mis siguientes artículos para más ideas estratégicas de transformación digital.