Carolina Gómez
Meses de encierro, incertidumbre y mucha angustia. Nada se sabe de lo que pasa, todo es nuevo y diferente, nada sabemos sobre qué hacer y cómo actuar. Lo cierto es que es hay una amenaza afuera y sentimos mucho miedo.
El confinamiento que estamos viviendo ha provocado alteraciones en nuestra vida cotidiana y debemos adaptarnos a la situación. “Quedarnos en casa”, era la consigna, porque sólo así daríamos tiempo a que se investigara y se supiera un poco más sobre los efectos que un agente externo podría tener en nosotros, uno que podría lastimarnos seriamente; para que aprendiéramos a cuidarnos y así, evitar morir.
Sin embargo, esto ha llevado mucho tiempo. Y lo único seguro es que, hay peligro afuera, y es preciso quedarnos en nuestro hogar para mantenernos sanos y salvos.
Esto ha quedado más que aprendido, sin embargo, no quiere decir que no siga alterando todas nuestras rutinas y relaciones. Adaptarse al medio, es una habilidad que todo ser vivo desarrolla para mantener a su especie a salvo. Y no es de ninguna manera una tarea fácil, lleva su tiempo y cambios en toda actividad. Y en este momento, cambios radicales que generan mucha angustia por no saber qué sucederá, porque nuestro enemigo es invisible.
Ansiedad, violencia, miedo, frustración es lo que provoca estar encerrado, ya que el ser humano es relacional por naturaleza, necesita de la interacción con el otro, y aunque este proceso de socializar puede ser complicado, lo necesitamos.
Deseamos, después de un tiempo, salir. Ya sea para trabajar y conseguir nuestro sustento, o para degustar de todo y todos los que nos rodean, mediando así nuestras relaciones y manteniendo en la medida de lo posible, un equilibrio psicológico.
Pero, ¿qué pasa cuando es momento de regresar a esa tan deseada vida cotidiana, a la “normalidad”?
Mientras que nuestra casa representaba un refugio, un lugar seguro que nos protegía de cualquier amenaza, ahora debemos salir para continuar nuestras rutinas y seguir haciendo paradójicamente, lo necesario para sobrevivir.
Y aunque nuestra fantasía era regresar y hacer lo que nos gusta, lo cierto es que esto también provoca la misma incertidumbre y angustia que sentimos cuando debíamos refugiarnos.
Pero cada uno deberá entender que el miedo es normal, es una emoción que nos mantiene alerta y nos protege. Cada uno tendrá un tiempo y un ritmo distinto para reintegrarse, para adaptarse y continuar.
Imposible vivir aislados para siempre. Es preciso y urgente entender que estamos perfectamente dotados de habilidades que nos ayudarán a salir adelante frente a cualquier adversidad. Por favor, eviten angustiarse por la angustia, eviten tener miedo al miedo, aprendamos a confiar en nuestras capacidades y emociones. El ser humano puede esto y más. Bienvenidos!!!
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL. Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.