Carolina Gómez Macfarland
Hablar de relaciones familiares es realmente complicado. El ser humano por naturaleza necesita relacionarse y pertenecer a grupos, pues es la única manera de sobrevivir. Y el primer grupo de apoyo al que pertenecemos, es sin duda, la familia, donde aprendemos las reglas del juego de la vida.
Es justo dentro del sistema familiar donde podemos desarrollar habilidades y también síntomas de alguna o varias patologías, pues dentro de cualquier grupo, habrá siempre reglas que cumplir, aunque no sean las adecuadas, ni en las mejores condiciones. Pero las aprendemos, las aplicamos y así recibimos los favores del grupo y los beneficios que representa pertenecer a él.
Aprendemos que la familia será un lugar divino y pacífico, lleno de amor y comprensión, y que todo lo que suceda en ella es perfectamente justificable.
Pertenecemos al grupo, nos debemos al grupo, y “somos leales al grupo”. Y se genera una deuda debido a tantos y tantos servicios y beneficios que hemos recibido de todos o de algunos miembros de la familia.
Pero, el ciclo de vida continúa y es preciso marcar límites para llevar a cabo un buen desprendimiento, realizar nuestros proyectos, dedicarnos a lo que soñamos, formar una familia. Y todo esto exige pagar un precio, hacer un gran esfuerzo por mantener la autonomía y una muy particular forma de vida.
Representará cambios, movimientos, separaciones, modificaciones en algunos o en muchas creencias y costumbres, y es justo aquí, donde comienza el problema.
¿Cómo atreverse a ser diferente, a no cumplir con los contratos de la familia, cómo hacer realidad nuestros sueños sin sentirnos culpables o traidores?
La respuesta no es tan sencilla como parece. El ser humano se debe a los suyos, y si bien la lealtad es un factor determinante para que un grupo sobreviva, cuando ésta es mal entendida, puede convertirse en un lastre que detiene u obstaculiza nuestro desarrollo.
¿Cuántas veces hemos renunciado a estudiar una profesión que amamos por seguir la costumbre de la familia donde todos son médicos o abogados, desistido de continuar una relación porque la pareja no cumple con lo que se espera, o hemos elegido no mudarnos por temor a hacerle daño a nuestros padres?
Y la deuda se hace más grande mientras más sacrificios se han hecho por nosotros, siendo imposible de saldar.
Cada uno toma algo y debe algo. Algo que tal vez no pedimos pero que nos fue dado. Algo que no está en nuestro poder deshacer. Sin embargo, si de pagar se trata, siempre tendremos la libertad y el poder para decidir de qué manera regresaremos algo de lo recibido. Quedarnos, regresar, o en verdad hacer algo valioso con nuestra vida.
Los patrones se repiten de generación en generación, no porque sea algo genético, sino por aprendizaje y por lealtad.
Pero es preciso y necesario cuestionar las creencias que hemos internalizado para que podamos hacer realidad nuestros proyectos y desarrollarnos saludablemente.
Esto por supuesto tiene un costo. Representará ser el malo, el traidor, el mal agradecido y no siempre se está dispuesto a serlo. Y regresamos al núcleo, a los favores que recibimos de la manada, sin darnos cuenta de que hagamos lo que hagamos, siempre seremos parte de ella.
Es cuestión de analizar cada decisión, asegurándonos de que aún con todo este sufrimiento, siempre valdrá la pena intentarlo.
No es necesario enfermar, no es necesario perder a la pareja o los propios sueños, no es necesario renunciar a la maternidad, y tampoco será necesario morir por el alma familiar.
Si en verdad queremos ser agradecidos, entonces demostremos que todo ese esfuerzo realizado por nuestros ancestros, ha valido la pena y seamos plenos.
No tendremos a la familia que deseamos, tenemos la familia que necesitamos para recordar cada día, el camino que tenemos que recorrer.
La decisión está en nosotros, elegir si regresar y cumplir esa gran lista de expectativas, o tomar cada idea aprendida, revisarla, cuestionarla, quedarnos con lo que es nuestro y continuar nuestra existencia.
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL, Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.