Ernesto Ordaz Moreno
“Un político piensa en las próximas elecciones; un estadista en la próxima generación” (James F. Clarke)
El proceso electoral ha iniciado. Las elecciones que se celebrarán el próximo domingo seis de junio del año dos mil veintiuno serán las más grandes y complejas en la historia electoral del país, tanto por el número de votantes y de participantes electorales como por la sombra del virus SARS-COV-2. En esa tesitura, la ciudadanía y las autoridades electorales han autorizado que participen tres nuevos partidos políticos, quienes tienen frente a sí, un gran reto, no sólo el de mantener el registro obteniendo el 3% del total de la votación válida emitida, sino el de recuperar la confianza del electorado.
En efecto, en los últimos tiempos, las elecciones han estado impregnadas de una gran desconfianza y apatía por parte de la ciudadanía, porque ni los partidos políticos ni los políticos han mantenido abierta una comunicación constante con sus electores ni han cumplido con sus ofertas o promesas; la gente se ha cansado de los abusos de quienes llegan a ocupar posiciones de poder en el gobierno, ya sea en el Poder Legislativo o en el Ejecutivo, tanto federal como estatal, y en los ayuntamientos de los municipios.
En la pasada elección en la que fue electo el actual titular del Poder Ejecutivo Federal, se observaron oleadas de personas asistiendo a emitir su voto, así el Presidente logró obtener poco más de treinta millones de votos, con un porcentaje de participación del 63.42%, muy similar al porcentaje de votación observada en el año 2000 (63.97%), aunque en aquella ocasión, el candidato ganó con poco más de quince millones de votos, casi la mitad de los sufragados en el 2018. Sin embargo, los partidos políticos deben ocuparse en hacer política que motive a las personas a participar en las elecciones, porque si consideramos que en la elección federal del 2018 existían inscritos en el padrón electoral del Instituto Nacional Electoral ochenta y nueve millones trescientos treinta y dos mil treinta y un ciudadanos (89’332,031) y que participaron sólo cincuenta y seis millones seiscientos once mil veintisiete electores (56’611,027) entonces significa que hubo una abstención de poco más de treinta y dos millones de personas.
En esta ocasión, el padrón electoral se estima pueda llegar a los noventa y tres millones de electores, de los cuales, el 51.78% es de mujeres y el 48.22% de hombres. Y se debe considerar que se trata de una elección intermedia, las que en las últimas tres no han superado el 50% de participación electoral, aunado a una crisis económica, inseguridad, clima político polarizado y la crisis de salud provocada por el SAR-CoV-2. El panorama es complicado, pero no imposible.
La esperanza de un cambio, la esperanza de seguridad y paz, la esperanza de una estabilidad económica, que resuelva los problemas de los ciudadanos, sigue siendo un factor que motivará la participación del electorado. En ese sentido, sin cuestionar las acciones y resultados gubernamentales de los gobiernos vigentes, considero que los partidos políticos y sus candidatos tendrán una gran tarea para recuperar la confianza de los ciudadanos: ofreciendo innovación en sus ofertas, más claras y asertivas con la realidad, eficientes y efectivas, profesionales.
México requiere de un gran cambio, de un nuevo pacto económico, político y social, en el que sus representantes cumplan con la Constitución General de la República y el orden jurídico, propongan políticas que mejoren la educación en todos los aspectos (profesional, técnica, tecnológica, valores cívicos y éticos), pues con educación se reconoce la libertad e igualdad de todos, premisas para lograr progreso y vivir en democracia “… no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo…” (artículo 3º de la Constitución General de la República); con la que se reducen las desigualdades sociales, culturales y económicas; con las que se elimina impunidad, corrupción y violencia. La educación reconoce nuestra diversidad y a la vez, la unidad que nos identifica, por lo que se respetan las diferencias y las distintas cosmovisiones; nos permite cuidar el medio ambiente (agua, suelo, vegetación y fauna) que garantice la alimentación de la sociedad; que se detenga la sobre explotación de recursos naturales, se promuevan políticas de energías renovables, verdes, sustentables, que mejoren el medio ambiente; se busquen políticas donde se le dé prioridad al empresario para innovar e invertir en beneficio del colectivo. En esa espiral de acciones, las mujeres, infantes, jóvenes, adultos mayores, todos son trascendentes e importantes, y se debe atender sus circunstancias personales. Se debe poner énfasis en modificar medidas fiscales que permitan un mayor gasto, que genere riqueza, que facilite a las personas contribuir. En fin, hay muchos pendientes por atender y mejorar.
Los partidos políticos deben cuidar que sus candidatos sean preparados en las normas jurídicas que nos regulan, en los asuntos de gobierno (administración pública, gobierno inteligente, eficacia y eficiencia del gasto público, transparencia, rendición de cuentas, honradez), en el respeto a la ciudadanía, en los temas que nos afectan y en aquellos que nos pueden afectar en el mediano y largo plazo (propuestas reales y efectivas), que busquen la unidad, que cuenten con valores éticos, que sean demócratas, que promuevan la estabilidad política, la fortaleza institucional, gobernabilidad y democracia que genere legitimidad, economía que genere crecimiento y desarrollo, abata la desigualdad y supere la pobreza, que sea sustentable y respete al medio ambiente.
Requerimos un gobierno que promueva una sociedad justa, libre, igual, solidaria, honesta, asertiva, resiliente, inclusiva, plural, austera y progresiva; que obtenga consensos con base en el respeto a los derechos humanos y logre la estabilidad anhelada.
Los candidatos deben tener presente que ocupar un cargo público es para servir a México y a sus habitantes, con honor y responsabilidad, desempeñándolo con la máxima entrega y honestidad, con respeto al orden jurídico, pero, sobre todo, con respeto a la ciudadanía que depositó en ellos su confianza, ya que un buen servidor público ama la patria, a su país, a sus conciudadanos y por ende, protesta guardar y hacer guardar la Constitución, desempeñar leal y patrióticamente el cargo que el pueblo le ha conferido, mirando por el bien y la prosperidad del pueblo (artículo 128 de la Constitución General de la República), ya que, “la honestidad brilla en política” (Mark Twain).
Aprovechen esta gran oportunidad, formulen buenas propuestas en las campañas electorales, acérquense al electorado, cúmplanles, escuchen y atiendan a los ciudadanos, motívenlos para que sigan siendo participativos en política y no sólo los busquen para los tiempos electorales. Vayan a convencer a esos más de treinta y dos millones de mexicanos que pueden involucrarse en política. Aléjense de las malas prácticas, de las que tanto nos quejamos los ciudadanos, y recuperen la confianza del electorado. ¡Seamos estadistas!
@ernestordaz