De tín marín de do pingüé
¿Oler, sentir y degustar con la vista o el oído?
Saber qué pasa cuando elegimos es todo un reto. Desde que nos levantamos tomamos decisiones, qué vestir, cómo peinarnos, qué desayunar, qué ruta tomar hacia nuestro punto de trabajo, con qué ánimo queremos estar, qué hacer si se presenta un problema, o qué comprar cuando hay tantas opciones para elegir.
Parece simple, pero requiere de ordenar todo un mundo de detalles para que la opción sea la mejor, y aun así, podemos dudar.
Dependerá de nuestras necesidades, de nuestros planes y de lo que sucede en nuestro entorno.
El problema comienza porque en la mayoría de los casos, y no sabemos ni lo que necesitamos, por lo que tampoco sabemos con exactitud lo que en verdad queremos.
Vemos y escuchamos comerciales en televisión y radio, comentarios de amigos y familia, intentamos pertenecer al grupo, intentamos proteger a los nuestros, y asegurar un presente y un futuro digno para nosotros mismos.
Cierto es que con frecuencia nos descubrimos bombardeados de mucha información, comerciales cada vez más elaborados, productos más sofisticados y tentadores, comentarios más fundamentados, o al menos eso parece. Y esto nos hace sentir contrariados.
Lo único cierto es que todos de alguna manera nos convertimos en consumidores, y nos agobia pensar qué tanto es verdad lo que nos dicen.
Y detrás de todo este universo en la mercadotecnia, existe un sin número de temas que rodean al mismo comportamiento humano.
La psicología del consumidor, una disciplina que estudia los aspectos que pueden influir en la decisión al momento de realizar una compra, implica que se tomen en cuenta tantos aspectos del individuo como sea posible, para saber qué necesita, a qué edad, en qué momento y en qué cultura.
Toma en cuenta cada detalle y se interesa por hacer llegar a las personas, una imagen bella de los productos o ideas que se intentan vender. Un artículo, un servicio, un líder o hasta la imagen de algún candidato político, todo es vendible, y todo es comprable.
Pero será decisión de cada uno de nosotros reconocer lo que en realidad queremos o necesitamos, pues cuanto más deseo de aceptación e inseguridad personal exista, más probabilidad de comprar cosas innecesarias, habrá.
El hecho de querer pertenecer a un grupo, no es malo. Es un acto de sobrevivencia, en grupo es más probable resolver problemas o proteger nuestras vidas. Sin embargo, cuando el deseo de pertenecer va más allá de esta natural necesidad, podemos estar seguros de que ponemos en riesgo nuestra privacidad, nuestro dinero o nuestro futuro, y todo por mantener oculto el miedo a quedarnos solos, a sentirnos rechazados, a ser ignorados o hasta expulsados de la manada.
Pero el hombre es mucho más que eso, de alguna manera, la misma evolución, nos ha dotado de otras habilidades y la gran capacidad tomar conciencia y decisiones cada día.
Hoy por hoy, podemos observar que cada vez más son las personas, que, por ideas no tan congruentes con sus reales necesidades, consumen artículos poco importantes, ignoran la necesidad de administrar sus finanzas o siguen a personajes que venden solo fantasías adorables, alterando así su entorno y propia vida, todo con tal de no voltear la mirada hacia sí mismas, y descubrir lo que aún falta por sanar.
Mucho se habla de la manipulación de masas a partir de publicidad con mensajes subliminales o engañosa. Y si bien la mercadotecnia y la publicidad han alcanzado niveles y formas cada vez más complejas con el objetivo de fijar una marca en la vida de las personas, la única verdad es que cada uno de nosotros, es responsable y libre de filtrar cada comercial, cada palabra y cada evento que nuestros sentidos reciben durante el día.
La psicología del consumidor implica el compromiso de una marca, y de cada persona que consume lo que ve, lo que siente, lo que oye, para que todos recibamos justo lo que necesitamos y de una excelente calidad.
No vaya a ser que el día de mañana, por no estar pendientes, compremos artículos o ideas, que en menos tiempo del que imaginamos, nos resulten un fraude, y nos salga aún más caro pagar las consecuencias de no analizar cada detalle de lo que elegimos.
De tín marín de do pingüé… ¿así es como compramos? No hay engaño, y jamás lo ha habido. Sólo somos nosotros quienes no ponemos atención a lo que necesitamos. Todos somos consumidores y vendedores de objetos y sueños, estamos en el mismo barco. Aprendamos a elegir a partir de nuestra realidad. Y aprendamos de una vez, que siempre seremos merecedores de lo mejor.
Y recuerden, todo saldrá bien al final, y si las cosas no están bien, entonces, todavía no es el final.