IDIOMA… La designación de “presidente municipal” es la que el Artículo 115 de nuestra Constitución aplica a quien preside un ayuntamiento. Ahora bien, el término “ayuntamiento”, derivado de “ayuntar”, verbo a su vez derivado del latín “iuntura”-unión, es definido por el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (DRAE) como “la unión de un alcalde y de varios concejales para la administración e intereses de un municipio”. ¿Y qué es un municipio? El propio DRAE lo define: “Conjunto de habitantes de un mismo término jurisdiccional regido por un ayuntamiento”. El problema es que se trata de definiciones correspondientes a la nomenclatura política de España, donde el término “alcalde” -del árabe “al-cadi”, el juez- es de viejo cuño. En México esta palabra no está considerada por la Carta Magna, de donde resulta inadecuado llamar “alcalde” a un “presidente municipal” sólo por buscar sinónimos. Existe también la variante “edil”, derivada del latín “aedilis”, figura con que los romanos designaban al encargado de la obra pública. Quizá ya es momento de que el Artículo 115, que hoy dice: “Cada Municipio será gobernado por un Ayuntamiento de elección popular directa, integrado por un Presidente o Presidenta Municipal…”, se modifique y diga: “Cada Municipio será gobernado por un Ayuntamiento de elección popular directa, integrado por un Presidente o Presidenta Municipal, quienes también podrán ser llamados alcalde o alcaldesa, edila o edila, respectivamente, según su género”. No es asunto menor. Y no por ser época de términos políticamente correctos o inclusivos, sino por legalidad y precisión.
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PODER… Y hablando del tema del ayuntamiento, surge el de las juntas auxiliares. Tales estructuras políticas, cuando las ciudades eran pequeñas, tuvieron una importante función de enlace y coordinación con quien presidía el ayuntamiento. Hoy todo es tan complejo, que las juntas auxiliares han perdido su mística y su capacidad de coadyuvar a que el área de su jurisdicción se desarrolle en un entorno de progreso y tranquilidad, y de colaboración con quien preside el municipio, por lo que más que “juntas” parecen “separadas”. En efecto, los presidentes auxiliares se dedican a administrar asuntos menores, como registros de nacimientos, aunque desde luego el jugoso negocio de algunos giros comerciales, sin que los pagos que éstos aportan se reflejen en beneficios sociales. Ya no se diga cultura, que eso sería mucho pedir a la limitada creatividad de quienes suelen ejercer estos cargos. Sino buena seguridad pública, pues la acción policiaca se reduce a una o varias patrullas que sólo andan circulando sonando sus sirenas para avisar a los dueños de negocios que ahí están y así éstos sean generosos y aunque sea un café o un refresco les regalen. Hace falta que estas estructuras se coordinen seriamente con el ayuntamiento, para que cumplan su función de enlace, pues representan la capa más cercana a la población. Viene esto a cuento porque ya por todas partes andan las planillas buscando el voto ciudadano, y, como cada trienio, prometen el oro y el moro, para que después todo siga igual. Es una nueva oportunidad incluso para los presidente municipales, a fin de mejorar las condiciones sociales de sus municipios, aprovechando dichas estructuras tan cercanas al pueblo… Gracias.
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Lic. en Letras españolas, escritor, ha publicado 37 libros y dictado alrededor de 600 conferencias; además, ha sido catedrático de las universidades Autónoma de Puebla, Pedagógica Nacional, y Realística de México, y fue Director de Cultura del Ayuntamiento de Puebla, así como Subsecretario de Cultura del Gobierno del Estado de Puebla.